martes, 21 de junio de 2011

(L.P. 02) NUEVOS INQUILINOS


Jota se enteró del regreso de Mónica, gracias a Maruja, la cotilla de su vecina común.
- Estarás contento, de que ha vuelto tu novia, ¿no? -¿Qué… quién? – Preguntó Jota un tanto desconcertado.
Lo cierto es que la relación entre Jota y Mónica seguía siendo de amistad. Los mismos hechos que les habían llevado a conocerse, les habían impedido que la relación fuera a algo más que eso, y tener un “amigo” de ultratumba, no ayudaba demasiado.
- ¡Mónica! Ya ha vuelto y creo que viene acompañada.
- ¡Ah, Mónica! ¿Si me disculpa?
Jota subió las escaleras de dos en dos, con una pregunta que le corroía en la cabeza. ¿Qué habría querido decir con eso de que viene acompañada, habría conocido a otro gángster dispuesto ha hacerles la vida imposible?
Cuando llegó a la puerta se quedó un momento pensando en lo que estaba haciendo. Ella no había sido capaz de llamarlo ni una vez mientras había estado afuera y ahora él corría como un estúpido a llamar a su puerta. Ya había metido la pata demasiadas veces, así que decidió dar media vuelta y seguir subiendo las escaleras hasta su propio piso. Pero justo en ese momento, la puerta del ascensor se abrió y de allí salieron Mónica y su hermana Elena, a la que él había visto en un par de ocasiones.
- Jota, hola. ¿Querías algo? – Dijo Mónica mostrándose un tanto fría.
- Yo… Bueno, solo saber como te encuentras. No sabía que hubieras vuelto y...
- Pues ya ves… Por cierto ¿Te acuerdas de mi hermana Elena?
- Si, claro. ¿Cómo estas? –Dijo mientras se daban un par de besos.
- ¿Bien y tú?
- Bien también. Oye, siento lo de tú marido.
- En realidad no estábamos casados, pero, gracias…
La tristeza se le reflejaba todavía en el rostro y Jota tuvo la impresión de haberla cagado otra vez.
- Bueno…Si me perdonáis, tengo cosas que hacer y eso.- Dijo mientras se disponía a seguir su camino.
- Jota espera.- Dijo Mónica mientras su hermana entraba en el piso.
- Si, claro.
- Tú amigo… “el vampiro”…
- No volverá, al menos a alimentarse, ni de ti ni de nadie que viva contigo. El saber de su existencia es tu mejor protección.
- Bien… Oye, siento haberme portado como lo he hecho, pero es que…
- No pasa nada… ¿Por qué no venís un día a cenar?
Mónica sonrió.
- Creo que soy yo, la que te debe otra cena a ti, después de todo, viniste a salvarme… dos veces…
Los dos sonrieron, en ese momento sonó el teléfono de Jota. Se pusieron tensos, la última vez que estaban en una situación parecida y sonó un móvil fue para recibir malas noticias. El número le era desconocido.
- Si, diga… si, soy yo.- Apartó un momento el teléfono y miró a Mónica un momento sonriendo.- Está bien, no pasa nada.
Mónica entró en su piso y Jota siguió subiendo las escaleras mientras hablaba por el móvil.
Un par de horas más tarde, entraba en un bar del centro, donde había quedado con Abel, el hermano cura de Santi. Miró hacia todas partes buscándolo, pero al parecer, llegaba más tarde que él propio Jota, o eso pensó Jota, hasta que vio en una mesa apartada, en el fondo del bar, alguien le hacía señales, tenía que ser Abel, sin embargo, era totalmente diferente de cómo Jota se lo había imaginado. Para empezar, aquel chico de unos treinta y tantos años de edad vestía de forma informal, sin sotana, alzacuellos o cualquier otro elemento que delatara su condición de sacerdote. Se veía un tío apuesto con el que, cualquiera se iría copas, el marido perfecto, que todas las madres querrían para sus hijas. “Me cago en la Santa Madre Iglesia, seguro que hasta folla más que yo”. Pensó Jota, mientras se acercaba a la mesa con una disimulada sonrisa en el rostro.
- Eres Jota, el amigo de Santi.- Dijo mientras le ofrecía la mano.
- ¿Y tú eres…?
- Abel, Su hermano.
- Creía que eras cura.
- Y lo soy. Pero como los polis, ahora no estoy de servicio.- Jota lo miro extrañado.- Es broma. No siempre llevamos la misma ropa. Por favor siéntate. Me gustaría hablar con tigo de Santi. ¿Qué quieres tomar?
- Pues… Una caña, supongo. Oye respecto a Santí, me enteré por casualidad de lo que le había ocurrido y yo…
- Si, es una pena que alguien tan joven trate de quitarse la vida. Pero, desde que salió del coma ha cambiado… Y mucho.
- ¿Qué quieres decir?
- Ahora tiene una seguridad en si mismo asombrosa y más teniendo en cuenta lo ocurrido… Ni siquiera tartamudea.
- En serio. Eso parece estupendo. Me alegro por él.
- Si, lo es. El problema, es que mis padres no opinan lo mismo y están empeñados en que está poseído, o loco y lo quieren encerrar en un hospital psiquiátrico, cuando le den el alta.
- ¡No me jodas! Ups… los siento… padre.
- Por favor llámame Abel. Yo les he propuesto que se venga a vivir con migo, que mejor que la presencia de un sacerdote, para echar al maligno. Pero, sinceramente no creo que esté poseído, ni mucho menos loco. Y lo cierto es que ni a él ni a mi, nos interesa vivir juntos… Así que Santi me sugirió, al menos de momento y si a ti no te importa... Pues eso… que se instale con tigo…
- Yo… Bueno, no se… ¿Y tus padres lo saben?
- No, claro. Para ellos, Santi estaría oficialmente viviendo con migo y de momento los mantendría alejados de él.
- Bueno, no se… es que…
- Oye, no te preocupes, si es un inconveniente, ya buscaríamos otra solución.
Jota, que en cierto modo se sentía un poco culpable, por lo del intento de suicidio, suspiro hondo antes de contestar.
- Está bien, no es ningún inconveniente, es más es uno de mis mejores amigos y estaré encantado de que se instale conmigo. Pero tendrá que aportar algo de pasta para gastos y todo eso.
- Eso no hay ni que decirlo.- Contestó Abel sonriendo y ofreciéndole una vez más la mano.

Jotacé

No hay comentarios:

Publicar un comentario