Un compañero que ha pedido que le publique uno de sus relatos en mi blog, así que he decidido tomarme un descaso...
elcuentahistorias se enorgullece en presantar una historia épica, escrita por MATÍAS KRASNER:
En la oscuridad de la noche. Tranquilizado por el canto susurrante de la lluvia, mientras las gotas golpean suavemente la ventana de mi habitación. Los pensamientos manan de mi interior. La duermevela da paso a una respiración lenta, sin prisa, expirando levemente. Suelto el aire que da paso a un sueño placido y reconfortante. Mis latidos, vienen y van. Subiendo el tono, hasta dar comienzo, los atronadores tambores de guerra que resuenan en el valle. Mientras las hordas enemigas caminan desafiantes. El cuerno resuena en la lejanía, acompañando los gritos del campo batalla. Mi alma de guerrero despierta. Mi mano izquierda que antes estaba desnuda, ahora lleva el acero de la espada corta. Levantándola con fiereza, chocándola contra el escudo, entonando la canción guerrera de mis ancestros.
La nieve cae delicadamente entre mis cabellos rojizos. La rabia entra en mí ser, el tótem de las cinco bestias que anidan en mi interior. Despertando la furia del berseker. El águila que sobrevuela el cielo, la serpiente que se arrastra y ahoga. El lince que sigilosamente se mueve entre las rocas esperando su presa en silencio. El lobo fiel y astuto, que acecha con sus camaradas y se envían miradas llenas de complicidad. El cuervo que grazna posado en una rama, observando los movimientos del enemigo. La sabiduría ancestral que me llena de energía, los arboles que se mecen por el viento. La tormenta eléctrica, señal que Thor espera anhelante, nuestra victoria. Los rayos y relámpagos iluminan el cielo. Por la voluntad del dios furioso, destructor y creador al mismo tiempo.
Los cantos de guerra continúan, los choques contra los escudos resuenan, entonando la canción de muerte, levantando las espadas al cielo, saludando a los dioses de la guerra. La barrera de hombres se va acercando, sin prisa, saboreando cada momento. Esperando que el enemigo se acobarde. Los gritos se acentúan, los escudos chocan violentamente. Las espadas arremeten contra la carne, como mordiscos de colmillos. Las garras aprisionan, desgarrando a la presa y los aullidos del hombre caído erizan mi piel. Miles de muertos caen a nuestros pies, pisando sus entrañas, batallando sin compasión. La sangre de mis enemigos baña mi rostro, dándome un aspecto amenazador.
La aurora boreal se abre camino en el cielo, las almas de los caídos serán transportadas por las que eligen, bellas criaturas portadoras de honor.
Lucharan de nuevo en los salones del Valhalla. Representando su caída hasta el día del ocaso de los dioses.
Pero mi final aún no ha llegado, descargo potentes estocadas que hieren el brazo y el pecho de mi adversario. El colmillo sigue mordiendo la carne, absorbiendo su sangre. Robándole la vida sin demora, otorgándole el derecho a sujetar su espada, y que el alma viaje con honor, hasta que Odín decida que nos encontremos en la otra vida, para formar parte de su ejército y luchar mano a mano contra los gigantes en la última gran batalla…
En mi sopor, mi cuerpo convulsiona. De repente el sueño cambia. Ya no me encuentro en la batalla. Ahora vago solitario por los montes helados.
Mis sentidos agudizados, mi pelaje rojo con puntos negros. Mojado por las recientes nevadas. Sigilosamente salto a las rocas, olisqueando el rastro de una presa dentro de mi territorio.
El viento acaricia mi rostro, deleitándome con distintos olores perfumados, de los pinos que hay a mi alrededor. Mi corazón late deprisa, mi calor corporal es mayor, aguantando el frio invernal. Los canturreos de los pájaros se escuchan con más nitidez. Una liebre rasca un agujero a lo lejos. Me pongo alerta, es mi primera presa en varios días; la escasez del invierno hace que este hambriento. Con sigilo me agazapo entre los matorrales y mi mirada siempre fija en la liebre, que ajeno al peligro sigue rascando el hoyo nevado. Ahora es mi turno. Me muevo lentamente, unos pocos metros. Acercándome y escuchando los latidos rápidos de mi presa, mientras mira intrigada en los alrededores sintiendo el peligro que le acecha. El miedo le paraliza y olisquea el viento que arrulla. Un salto oportuno y mis mandíbulas le desgarran el cuello, mientras ella cocea indefensa. Intentando salirse de una trampa mortal. Su sangre va cayendo irremediablemente al manto blanco. Me alimento vorazmente, partiendo toda la carne posible. Me relamo satisfecho y parto sin prisa a mi lugar de descanso, para dormir y aguantar lo que queda del invierno...
Volando se encuentra mi alma, observando las maravillas del nuevo mundo. Libre de las ataduras del ser humano, que dormido se encuentra sin remedio, en un laberinto sin fin, de emociones. Grito victorioso a las nubes. Mis alas suben y bajan con energía renovada, mientras observo las pequeñas montañas abriéndose ante mí, sobrevuelo Midgard. Fiordos y pequeños ríos, gargantas profundas llenas de belleza, escondidas para el ojo del hombre. Mi voz se acentúa, planeo en círculos y veo como el manto de nieve difumina el suelo. Las rocas llenas de musgo, rodean las cadenas montañosas. El aire frio se mete en mis plumas, pero vuelo orgulloso de ser un águila. Mientras la sombra de mis alas aparecen reflejadas en las copas de las hayas, por los débiles rayos de sol.
Con un nuevo grito subo la velocidad, caigo en picado y me sumerjo en el mar azul. Las gaviotas graznan enloquecidas y se alejan de su enemigo más despiadado. Renazco de nuevo y subo al cielo rojizo, mientras dejo que mis plumas se sequen al sol. Oigo el reclamo de mi compañera, que escondida detrás del fresno me llama sin demora. Para alimentar a nuestro polluelo. Que espera ansioso nuestra llegada en el borde del nido. Y abre su pico, reclamando lo que le pertenece por derecho.
Miro al horizonte y mis sueños resurgen de nuevo. Grito eufórico y remonto el vuelo zigzagueando en el aire, mirando el árbol de la vida. Soy parte del cosmos. Soy la ley y el orden, el guerrero de los cielos que purga el caos y la oscuridad de los nueve mundos.
Fusionándome con la tierra.
La criatura convertida en la sierpe, avanzando lentamente. Arrastrándose por la superficie inexistente, mordiendo y devorando las raíces del árbol de los nueve mundos. Destruyendo sin demora, los sueños y los caminos. Discutiendo con el águila, mandando a la ardilla, con mensajes llenos de resentimiento. El miedo y el orgullo, atormentando las almas de los muertos que habitan en Hel.
Las nornas tejen los hilos de los hombres, que yo rompo con facilidad, llevando a los mortales a la locura. Gran serpiente de los nueve mares, zafándose del gran trueno, que acecha con un gran arpón, en su barco de caza, mirando en las noches fúnebres. Recordando el sueño de la calamidad de su alma. Por el veneno que nace de mis entrañas, destruyéndolo con mis colmillos.
El lobo, compañero de batallas. El amigo fiel que sigue al padre de todos. Observando los movimientos de los guerreros. Escuchando las historias de héroes, amores entre hombres y valkirias. Alimentándose de las risas, los brindis de Odín hacia los caídos y revividos por el gran hidromiel. Grandes luchadores que disfrutan de su nueva vida en los salones del valhalla. Mi hermano Geri mira satisfecho. Guardianes del gran trono, donde el señor de la sabiduría festeja. Esperando con recelo, el día que marchemos hacia la batalla y nos alimentemos de los restos de los gigantes consumidos. Mis ojos se iluminan y veo a los guerreros orgullosos, cantando grandes poemas de los Escaldos. Hablando de las sagas de nuestro amo. Cuando pasó nueve noches en el gran árbol de la vida y encontró la sabiduría de las runas, sacrificando su vida, clavándose dos lanzas en los costados sin comer ni beber hidromiel.
Allí en la oscuridad vislumbró el secreto.
Grazno en la rama del Yggdrasil y contemplo, como Odín yace colgado de los pies del gran árbol. Susurrándome en sueños. ” Recuerda hijo mío, tu eres el pensamiento de los nueve mundos y la memoria del universo que esta por renacer. Eres nuestra única esperanza para que el Ragnarok no comience. La época dorada, donde los Aesir gobiernen sin caer en el olvido. Balder hijo mío, el nombre de la ultima runa es…..”
Una última llamada silba en la oscuridad, y las palabras se desvanecen por las brumas matinales. Remonto el vuelo, hacia lo desconocido, las cataratas se estremecen con mis graznidos y me encamino a Midgard. Buscando al héroe nacido, por orden de Hrafnaguð. Rodeo montañas, valles, llegando a las cabañas de maderas en la ladera fronteriza, iluminadas por el humo de las hogueras, casi apagadas por el rocío del amanecer. Escuchando un llanto a lo lejos, sigo el recorrido, aleteando con fuerza mis alas, llevándome a mi destino.
Un niño de ojos castaños verdosos, y pelo rojizo llora desconsolado. Me poso en la ventana y pego un suave graznido intentando apaciguar su ira apesadumbrada. Abriendo los ojos levemente, sonríe y me mira, acercándose con recelo. Salto a su cabeza, canto una canción mística y le pico levemente el cabello. Él alarga la mano y me la ofrece cortésmente. Aceptando su osadía, me poso con delicadeza.
“El niño tiene la mirada perdida, pero en sus ojos veo fuerza y perseverancia. Sera un gran guerrero y sus hazañas serán cantadas por los escaldos o mejor aún, será capaz de escribirlas el mismo. Dentro de unos años no dependerá de nadie, y tendrá coraje suficiente para salir a ver mundo. El sabio tenía razón, es digno de nuestra ayuda, aunque todavía le queda mucho camino por recorrer. El corazón es fuerte y su alma grande. Sin embargo el orgullo, le jugara malas pasadas, pero con ayuda de las runas, se hará más fuerte y se conocerá así mismo.”
El niño sigue observando, acariciando con suavidad el plumaje del ave córvida, sin temor alguno y seguro de sí mismo, por el amor que procesa a los animales. Las lágrimas cesaron, y su sonrisa aflora, mientras se acerca a la ventana. Dejándome volar otra vez en libertad.
Rúnar rath rett rath (Que las runas te susurren el secreto....)
Matias Krasner
©Copyright -All rights reserved 2011
24-7-2011
EL AUTOR AGRADECE VUESTRA OPINION SOBRE EL RELATO.
Excelente relato épico de Matías Krasner.
ResponderEliminarSu autor, agradecería vuestra opinión y comentarios.
gracias.