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lunes, 18 de julio de 2011
(L.P. 03) UNA NOCHE EN LA EXISTENCIA DE UN VAMPIRO.
¿Qué se siente cuando se está muerto?
Nada, esa era la respuesta. A menos claro que seas un vampiro. Entonces, lo que sientes es la ausencia de eso que llamamos alma, que es la ausencia de la misma vida.
Un montón de recuerdos e ideas, se agolpan en una mente que es incapaz de sentir nada. Recuerdos de la persona que fue y que pueden ayudarle a fingir delante de los vivos, para alimentarse. Incluso, cuando llega la noche puede notarlo y su cuerpo sólido, se vuelve gaseoso, escapándose por los poros y las rendijas del nicho y vuela, dejándose llevar por el aire, hasta solidificarse en la ciudad. Donde busca a un nuevo ser del que tomar un poco de su sangre y solo le sirve la sangre de un ser vivo de su propia especie. Pero el es un vampiro muy joven y es muy poca la cantidad de sangre de la que precisa todavía.
El olor de la sangre, mezclado con el de sudor y el perfume, lo empujan a las cercanías de un bar nocturno, donde muchos jóvenes aguardan en la puerta para que les dejen entrar. Nadie se da cuenta cuando aparece directamente en la puerta. Una mirada al portero y este le hace un gesto, seguido de un “adelante”, la próxima vez, entrará directamente, sin invitación. Adentro la gente grita, para hacerse oír por encima de la música, para el resto de la gente, él es poco más que una sombra, casi imperceptible y que nadie recordará. Entonces la ve a ella y sabe que es perfecta, con su vestido negro de encajes y su excesivo maquillaje del mismo color, un poco regordeta y solitaria aunque esté con más gente. En el fondo, ella lo estaba pidiendo a gritos. Él se hizo visible tan solo para ella, que dejó a sus amigos, sin apenas despedirse.
- Me llamo Alicia. ¿Eres lo que creo que eres?
- Claro.- Dijo él, sonriendo y mostrando sus colmillos.- Llevo mucho tiempo buscándote.
- ¿Por qué soy la reencarnación de tu antigua amante?- Dijo ella.
- Si… más o menos.- Respondió él, pensando en el daño que había echo el cine y algunas novelas, dirigidas a un público femenino y adolescente.
La chica lo llevó a su casa. Él entró en el edificio cuando ella lo invitó a pasar. Un edificio lleno de gente que esporádicamente, podrían sufrir pesadillas en los próximos meses. Ella, lo condujo a su habitación, evidentemente vivía con más gente, probablemente con sus padres. Cerró la puerta y se quitó el vestido, quedándose en ropa interior. Inclinó la cabeza sonriendo, dejando ver su cuello. En vida, como Daniel había deseado que le ocurriera algo así un millón de veces, pero ahora, aquella chica, para él, era poco más que el envoltorio del preciado liquido rojo del que se tenía que alimentar. Se acercó a ella, la abrazó y le besó en el cuello succionándole la sangre, poca, pero suficiente para dejarla cansada. La chica calló a plomo, profundamente dormida en la cama y él se alejó, mientras las pequeñas heridas del cuello se cerraban. Su rostro ahora era sonrosado y parecía más vivo que la regordeta chica, que dormitaba pálida y en ropa interior en la cama.
- No me has dicho tu nombre.- Susurró ella entreabriendo los ojos.
- Los muertos, carecemos de nombre... Ahora, ¡duerme!
Ella se durmió profundamente, al día siguiente se levantaría tarde y cansada.
En los días siguientes, a Alicia se le ocurrió que tal vez su vampiro, del que ninguno de sus amigos se acordaba, se había transformado en una criatura de la noche, muy recientemente, así que decidió buscarlo en las necrológicas de los periódicos de los últimos meses, luego del año anterior y luego de dos años más tarde, ya estaba apunto de darse por vencida, cuando un día, tuvo suerte. Encontró una noticia, sobre una extraña epidemia ocurrida en un edificio de una de las ciudades de la periferia. Y cuando, vio a los muertos a causa de la epidemia, allí estaba él. Se llamaba Daniel y debía tener la misma edad que ella, cuando se convirtió en vampiro, sabía que pronto volverían a encontrarse, estaban destinados a estar juntos.
Los vampiros en general, tienen cierto poder, sobre aquellos de los que se han alimentado, pero lo que la mayoría de los vivos desconoce, es que ese poder hasta cierto punto es reciproco y por ello, sin saberlo pueden atraer con su miedo y su fascinación a esos seres de la noche y más aún cuando conocen la identidad que estos seres poseían en vida. Sabiendo esto, cualquier humano podría utilizarlo para destruir al vampiro pero… normalmente lo que podría salvarles suele condenarles. Y así es como Alicia, empezó a invocar cada vez con más frecuencia a “su vampiro” sin sospechar que eso la podía llevar a una muerte segura.
Jotacé
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