jueves, 24 de noviembre de 2011

(L. P. 06) OTRO METODO



(Este capítulo fue publicado originalmente como reato corto con el título "Carta de un sicópata)

Vicente dejó el coche a cierta distancia de la casa y fue andando, con las manos metidas en el bolsillo para que nadie se fijara en los guantes de goma que llevaba puestos. Durante las dos últimas semanas, había estado observando al hombre al que iba a visitar, incluso habló con él y empezó a confraternizar. Nadie más sabía lo que pretendía, excepto su padre, que lo seguía a todas partes y se había convertido en su cómplice. Cuando el hombre abrió la puerta, Vicente consiguió que lo invitase a la casa con bastante facilidad. Ya dentro, le pidió un baso de agua y cuando el hombre se dio media vuelta, Vicente, sacó el pañuelo con cloroformo que llevaba en el bolsillo y le tapó la boca y la nariz hasta que cayó inconsciente en el suelo. Lo arrastró hasta el dormitorio, deshizo la cama, subió el cuerpo y lo desnudó. En la bolsa que llevaba tenía todo lo necesario para llevar a cavo sus planes; unas esposas acolchadas para esposarlo en la cama, una de aquellas pequeñas píldoras azules, una botella de whiskey y un embudo. Pero antes de empezar, se apresuró a cerrar la casa a cal y canto, para que ningún vecino pudiera ver nada de lo que ocurría allí dentro. En la bolsa, llevaba también un periódico que abrió por la página de contactos y llamó a uno de los números, que tenía marcados con rotulador y que pertenecía a un prostíbulo de lujo. Puso un pañuelo en el auricular y pidió a la más cara de las chicas. Luego fue a la cocina, cogió dos vasos los llevó al dormitorio y los llenó con el whiskey. Su victima, ya empezaba a recobrar el sentido y cuando quiso preguntar lo que ocurría, Vicente le metió el embudo en la boca, al embudo, le siguió la pastilla azul y el whiskey para que la pastilla entrara mejor, primero del vaso y luego directamente de la botella, que dejó medio bacía. Sacó el embudo, le metió unas bragas en la boca y la tapó con un esparadrapo.
- ¿Sabes? En el poco tiempo que te he conocido, me has caído bien. Por eso te boy a conceder una muerte que ya quisieran muchos. Además, te iras en muy buena compañía.
El hombre lo miró aterrorizado.
-¡No te asustes hombre! Ya tengo experiencia en estas cosas y te puedo asegurar que no te haré sufrir mucho…- Dijo dándole unas palmaditas en la pierna.
Salio a la sala de estar, donde le esperaba su padre.
- No se que pretendes, pero me estoy aburriendo. ¡Enciende la tele!
- ¿Por qué no la has encendido tú?
- Yo no llevo guantes de látex y no quiero dejar huellas.
Vicente cogió el mando a distancia y sentándose al lado de su padre, encendió el televisor. El volumen, tapó los ahogados gemidos que venían del dormitorio.
Tres cuartos de hora más tarde, llamaron a la puerta. Antes de abrir, Vicente, miró por la mirilla, para asegurarse de que era la persona que estaba esperando. En la calle esperaba una chica extraordinariamente atractiva, vestida de una forma muy provocativa, Vicente abrió la puerta y echando un rápido vistazo a la calle, la hizo entrar, cerrando la puerta con llave.
- Hola, soy Lorena. ¿Y tú?
- Vicente.
Se dieron dos besos en la mejilla.
- Antes de empezar te advierto cariño, que cobro por adelantado.
- No hay problema.- dijo Vicente sacando su cartera del bolsillo.
Mientras Vicente pagaba a Lorena el dinero requerido, ella se extrañó al verle los guantes de látex.
- ¿Y eso?- preguntó la chica
- eso es para una fantasía que quiero cumplir, pero antes me gustaría que hicieras feliz a otra persona.
- ¿A otra persona? Eso te costara más caro.
Vicente sacó más dinero y se lo dio a Lorena, que lo guardó en el monedero que tenía en el pequeño bolso que llevaba consigo. La condujo al dormitorio, donde el otro hombre seguía atado y amordazado.
- ¿Qué es esto? ¡Hay cosas que no yo hago! Y menos en contra de la voluntad de otra persona.
- Pero es que el quiere, ¿no lo ves? Lo está deseando.- dijo Vicente señalando la prominente erección del cautivo.- Además te pagaré más si hace falta.
- No es cuestión de dinero.- dijo Lorena devolviéndole los billetes a Vicente.
Lorena asustada por el cariz que estaba tomando todo aquello se dirigió a la puerta con la intención de irse, pero estaba cerrada con llave. Al girarse, Vicente la apuntaba con una pistola.
- Tienes razón… no es cuestión de dinero. Ahora entrarás en esa habitación, te desnudas y te follas a mi amigo.
- Yo… Esta bien, pero prométeme que no me harás daño.
- Tú haz lo que te digo.- dijo Vicente alargándole el dinero con una mano sin dejar de apuntarle con la otro.
Lorena, suspiró, volvió a coger los billetes y se dirigió nuevamente al cuarto. Dejó el bolso encima de una silla y empezó a desnudarse.
- ¿Qué quieres que le haga?
- Mientras no lo desates ni le quites la mordaza, haz que lo pase como nunca en su vida… Ah, y tampoco le pongas preservativo, él está sano y estoy seguro de que tú habrás tomado las medidas oportunas para no quedarte embarazada. Pero antes, ahí tienes un baso con whiskey, dale un buen lingotazo, te sentará bien.
La chica asustada asintió con la cabeza, cogió la botella y bebió a morro. Luego empezó a besar, lamer y acariciar al prisionero, primero el rostro, luego fue bajando por el pecho, el estomago y finalmente la entre pierna, donde empezó a chupar con avidez, mientras el hombre gemía detrás de la mordaza.
- Ya te dije que a él le gustaría.- dijo Vicente.
- Reconozco que esto es mejor que la tele.- dijo el padre de Vicente, que contemplaba la escena a su lado.
Lorena, introdujo el pene del hombre en su depilada vagina y empezó a botar, gimiendo de placer. Sin que ella lo viera, Vicente fue a la cocina, para regresar sigilosamente, con un cuchillo en la mano, le agarro del pelo y la degolló por la espalda, mientras el hombre se convulsionaba y gemía, ahora de puro terror. La chica cayó inerte encima del hombre bañándolo en sangre. Vicente apartó a Lorena, acostándola, al lado del hombre y con el mismo cuchillo con el que la había desangrado a ella, le cortó las venas a él y esperó pacientemente a que muriera desangrado. Le quitó la mordaza, las esposas y lo metió todo en la bolsa. Recostó a los dos cuerpos inertes bien puestos, al hombre le puso el cuchillo en la mano. Recogió todo indicio de su presencia en la casa, incluyendo el dinero que le había dado a la chica.
Antes de salir, se aseguró de que ningún vecino indiscreto lo veía, cosa poco probable, por la hora que era. Se dirigió a su coche con la bolsa y su padre alabando un trabajo “bien hecho”.

Jotacé

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