El navío necesitaba
múltiples reparaciones debido a la tormenta del día anterior, razón
por la cual tendrían que quedarse en aquella isla, aparentemente
desierta durante varios días. Así, él capitán mandó montar un
campamento en la playa y a varios de sus hombres ir a buscar
provisiones. Hugo y Yumi, a pesar de haber perdido a su compañero
robótico seguían teniendo ese aura divino, que los nativos se
habían empeñado en otorgarles, decidieron acompañar a la
expedición y aprender así algo de la extraña fauna de aquel lugar.
Al cavo de algunas horas, cazando, recogiendo frutas frescas y agua,
la expedición decidió regresar al campamento, todos menos Yumi y
Hugo quisieron continuar solos con la exploración de la isla,
prometiendo a sus anfitriones que regresarían al campamento en uno o
dos días.
Lo cierto es que habían pasado ya muchas cosas desde que
cayeron del espacio y aquella sería la primera vez que estarían
auténticamente solos desde entonces. En la primera parte de la
exploración, habían observado que tipo de animales había en aquel
lugar salvaje, a cuales debían temer y lo mismo ocurría con la
vegetación, había zonas donde pequeños insectos voladores les
incordiaban volando a su alrededor, pero un pestilente ungüento que
les habían dado en el barco los mantenía alejados. Tras un par de
horas abriéndose paso a machetazos, escucharon el sonido del agua,
lo siguieron y llegaron a un claro que se habría paso gracias a una
laguna con cascada incluida, el lugar idóneo para acampar y esperar
la llegada de la noche.
- Esto me recuerda a la isla de Utópica
en el planeta Oceana – dijo Hugo suspirando- y a
Marina… Yumi lo miró con una sonrisa de
complicidad.
- Robert… Quiero decir el RMED, me hablo de tu
experiencia en Oceana. Al menos tú tienes la posibilidad de volver a
verla, si conseguimos salir de aquí. ¿Sabes? Parece que no hay
tantos mosquitos y hace tiempo que quería darme un baño en
condiciones- dijo Yumi empezando a quitarse el
uniforme.
La capitana Yumi Otomo, a pesar de doblarle la
edad, conservaba un cuerpo que muchas chicas jóvenes ambicionarían
y eso sin operaciones, solo a base de horas de ejercicios en el
gimnasio del Cristóbal Colón. La mujer se lanzó de cabeza en la
laguna.
- ¡Vamos soldado! ¡¿A que estas esperando?!- le
dijo a Hugo haciéndole señales con la mano.
Finalmente
Hugo se decidió, se quitó la ropa tal y como hizo su superiora y se
lanzó detrás de ella. Nadaron, jugaron y durante un rato olvidaron
el hecho de que se encontraban a años luz de la Tierra o cualquiera
de sus colonias esparcidas en el espacio y también la diferencia de
edad y de rango en la escala militar, eso allí carecía de
importancia. Cuando por fin salieron, se tumbaron en una roca,
desnudos, esperando que el sol y la suave brisa secara sus cuerpos,
se miraron a los ojos y por una vez surgió el sexo entre ellos de
forma natural, por que se les apetecía sin más, sin importarles el
guardar las formas. Cuando terminaron, se quedaron tumbados uno junto
al otro, sin importarles nada.
- Será mejor que nos vistamos
y que nos preparemos para pasar la noche- dijo Yumi, levantándose
por fin.
En ese momento, una red le cayó encima, Hugo apenas
tubo tiempo de incorporarse para esquivar una segunda red, pero
aquellos seres que les atacaban eran mucho más grandes y numerosos
que ellos y el forcejeo apenas duró un momento. Sus agresores eran
nativos, como sus anfitriones del barco, pero un poco más bajos, con
la piel más oscura y vestidos con pieles que apenas le cubrían el
cuerpo, ni por asomo parecían haber llegado al nivel tecnológico de
sus anfitriones en el barco. Si acabaran de llegar al planeta, les
habría sido imposible distinguir entre el idioma de aquellos nativos
salvajes y sus anfitriones, pero en aquel momento en el que ya
estaban aprendiendo el idioma de sus anfitriones, vieron que aquellos
nuevos nativos, hablaban un dialecto totalmente nuevo. Como en la
Tierra hacía siglos, en aquel planeta aunque había una especie
dominante gracias a su capacidad de pensar, aquella especie estaba
dividida por múltiples razas y culturas, probablemente en todos los
mundos con seres pensantes como los humanos, pasaba más o menos lo
mismo. Para aquellos seres, que los primeros humanos que
veían, estaban tumbados al sol, totalmente desnudos, tan solo eran
unos animales extraños que despertaban su curiosidad. Así les
ataron una cuerda al cuello, a modo de correa y fueron conducidos a
su aldea, sin la posibilidad de recuperar su equipo, que se quedó
abandonado junto con su ropa a orillas de la paradisíaca laguna.
Así, desnudos y poco acostumbrados a caminar descalzos, la caminata
por la selva se les hizo eternamente dolorosa, llenándoseles, el
cuerpo de arañazos por todas partes.
Una vez en la aldea, los
primeros que vinieron a darles la bienvenida, fueron los niños, a
los que los cazadores apartaban de sus dos presas vivientes a base de
manotazos. El que parecía el jefe, junto con sus consejeros o
hechiceros, fueron también a ver a aquella extraña captura. Por
supuesto, Hugo y Yumi, intentaron comunicarse con sus captores en el
idioma de sus anfitriones y con gestos, pero lo único que
consiguieron fue provocar la risa de aquellos seres, que desconocían,
la función para la que podrían servir aquellas dos extrañas
criaturas, salidas de la nada. Finalmente decidieron encerrarlos en
una jaula, llena de lodo, junto con otros animales.
Ahora sin los
ungüentos que les habían proporcionado en el barco, los pequeños
insectos voladores, les acribillaban sin piedad.
Por la
noche, cuando todos los nativos se fueron a dormir, Hugo y Yumi
decidieron que había llegado el momento de escapar, les fue muy
fácil abrir las jaulas donde estaban encerrados ya que por su
condición de animales domésticos más que de prisioneros, carecían
de vigilancia. Sin embargo, algunos niños de la tribu a los que su
curiosidad les podía más que el sueño, habían salido de sus
chozas para ver con más tranquilidad a los extraños animales y
vieron asombrados como las extrañas criaturas abrían la jaula sin
dificultad para huir, así que asustados, alertaron a los adultos,
que les volvieron a dar caza sin dificultad y cuando los niños les
explicaron lo ocurrido, esta vez si que se decidieron a poner
vigilancia.
Apenas abrigados por el lodo reseco que cubría sus
desnudos cuerpos y agotados Hugo y Yumi, decidieron que lo único que
podían hacer era descansar, se abrazaron para darse algo de calor e
intentaron dormir bajo la atenta mirada de su guardián, que esperaba
ver si lo que habían contado los niños, era cierto. La
noche se les hizo eterna. Incluso si sus compañeros del barco,
conseguían rescatarles con vida, toda esa aura divina que les
creían, se vería desvanecida al ser encontrados en ese estado y
encerrados en una jaula, como simples animales.
Por la
mañana, los nativos salvajes, les sacaron de su prisión y les
llevaron nuevamente ante el jefe y sus consejeros, después de
aquella terrible noche, los dos extraños animales, caminaban
encorvados, exhaustos y abrazados entre si. Aunque aquella
mañana carecían de fuerzas y de ánimos, para intentar comunicarse
con sus captores, los líderes escucharon, como los cazadores habían
hablado de extraños objetos que habían encontrado cerca de donde
estaban ellos y que por miedo supersticioso, habían dejado allí sin
atreverse a cogerlos, los niños volvieron a contar, como las dos
extrañas criaturas habían sido capaces de abrir su jaula aunque
después, bajo la vigilancia de uno de los cazadores habían
permanecido quietos. Pero lo que tal vez más había inquietado al
jefe, era que algunos cazadores habían avistado cerca de la costa
una gigantesca canoa, que debió llegar de nadie sabía donde y en la
que parecía haber otra tribu. Después de deliberar un rato con los
sabios de la tribu, el jefe ordenó algo a los cazadores. Entonces
comenzó nuevamente la tortuosa caminata, que habían llevado acabo
el día anterior. Después de un par de horas de tortuoso viaje, les
quitaron las cuerdas por las que les tenían sujetos al cuello y se
marcharon, dejándoles nuevamente solos en medio de aquella extraña
jungla. Por suerte el ruido del agua, les indicó que les habían
soltado muy cerca del lugar donde habían sido
capturados.
Jotacé.
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