Con los pies descalzos y
doloridos por la caminata, Hugo y Yumi, anduvieron como pudieron por
la espesa vegetación de la isla, siguiendo el sonido del agua, una
vez encontraron la laguna donde fueron capturados unas horas antes,
la rodearon buscando su ropa y pertenencias, que estaban muy cerca de
donde las habían dejado el día anterior. Se lavaron y se secaron lo
más rápido que pudieron antes de vestirse, marchándose de allí a
toda prisa. Presentían que los habitantes de la isla seguían cerca
de allí, escondidos y probablemente observando todos sus
movimientos. A pesar del hambre, dejaron la comida para su regreso al
campamento de la playa.
Cuando llegaron, vieron que entre los
tripulantes del barco que vigilaban las provisiones, estaba el joven
Fizo al que creían ahogado, al verlos este corrió hacia
ellos.
- ¡Yumi! ¡Hugo! ¡Ya de vuelta! ¿Todo bien?- dijo
hablando en Inter, que era el idioma oficial de la Tierra y que Fizo
se esforzaba por aprender.
- ¡Fizo! ¡Que alegría verte de nuevo!
¿Y Robert?
- En el barco, ayudando en las reparaciones. Gracias
a su divina intervención, yo vivo. Poco después se
reencontraron con su compañero robótico, este les contó como
consiguió rescatar a Fizo y llevarlo a la isla, a una playa cercana
a donde ellos habían desembarcado, cuando llegaron al campamento,
Hugo y Yumi ya se habían ido con la expedición, los tripulantes que
regresaron horas más tarde, les explicaron que ellos habían
decidido explorar un poco más la isla y Robert estuvo apunto de ir a
buscarlos, pero pensó que tal vez necesitaban pasar un tiempo a
solas y decidió quedarse para ayudar en las reparaciones del barco.
Esa noche Hugo y Yumi le explicaron ya a solas, como habían sido
capturados por los habitantes salvajes de la isla, para más tarde
ser puestos en libertad.
- A veces, los seres pensantes que
todavía no han alcanzado una inteligencia tecnológica avanzada, se
muestran más civilizados que la mayoría de los seres “civilizados”
con los que me he encontrado, incluyendo a los humanos- dijo Robert,
Hugo y Yumi le dieron la razón.
Dos días más tarde, la
embarcación emprendía nuevamente viaje. Aquella noche, Hugo salio a
contemplar las estrellas como hacía muchas veces, pensando en todo
lo ocurrido, en el reencuentro con Robert y como le recordaba otra
partida, de la que más que años, parecían haber transcurrido
siglos…
X X X X
Tras la defensa del Marie Curie, todos
en el Cristóbal Colón, miraban a Hugo de otra manera y cuando
regresó a la nave después de su permiso en Oceana, su jefe de
escuadrón le encomendó la tarea de liderar a uno de los equipos que
solían formar en los entrenamientos. Evidentemente aquello provocó
los celos de Cesar Conrad, su eterno rival en el Colón y que era
además otro de los líderes, en los entrenamientos. Para
sorpresa de sus superiores, después de la valentía demostrada en
acción, ahora Hugo parecía incapaz de coordinar a su equipo tal y
como se esperaba.
- ¡Eh, Cortes! ¡Será mejor que te
retires o harás que nos derriben a todos!- dijo Conrad
mofándose. Hugo estuvo apunto de enzarzarse en una pelea,
pero en ese momento apareció el jefe Snyder.
- ¡Cortés!
¡Conténgase! Últimamente no está a la altura de las
circunstancias. El permiso le sentado de pena, así que póngase al
día o tendré que retirarle como líder de escuadra.
- ¡Si
señor!- dijo Hugo cuadrándose y saludando a su superior.
- De
momento vaya a visitar al Robmed.
El Rob. Med. SX.00 o Robmed,
era el mismo robot que tras la destrucción del Cristóbal Colón,
suplantaría la identidad del segundo de abordo, Robert Rico. Por
aquel entonces, la mayor parte de la tripulación lo veía con cierto
miedo, un robot capaz de imitar la forma de cualquier humano adulto,
que podía estar en cualquier parte sin que el resto de la
tripulación reparara en él, experto en anatomía, medicina y
psicología, pero también programado para el combate, ya fuera
manejando todo tipo de armas o cuerpo a cuerpo, aquel prototipo, se
había convertido para sus superiores en una herramienta muy útil.
Hugo llamó a la puerta del despacho del Robmed,
presentándose antes de entrar.
- Adelante.- contestó
una voz femenina.
Una vez en el interior, Hugo vio como su
interlocutor, había adoptado la forma de una preciosa chica de la
misma edad de Hugo, pero con el uniforme y los galones que se le
había otorgado en la escala de mandos.
- Eres Hugo Cortes,
procedente de España, en la Tierra, llevas ya unos seis meses en el
Cristóbal Colón, como piloto y después de demostrar en numerosas
ocasiones tú destreza como piloto y de salvar del desastre al Marie
Curie, recibes un permiso especial en el planeta Oceana y derepente
todo cambia. Nada más llegar tú, alertas a tus superiores del
intento de secuestro del que fuiste víctima y de cómo fuiste
ayudado por una joven del planeta a eludir a tus presuntos atacantes,
sin embargo alertas de que tal vez todo fuera una estratagema para
inculcarte algo. ¿Es todo más o menos como lo he contado?- dijo
Robmed, sin apenas tomar aire.
- Si, así es.
- Está
bien, deje que me acerque a usted…- dijo comenzando a palparle la
cabeza y después todo el cuerpo con las manos, analizándole con
visión de rayos equis, sin necesidad de ningún otro aparato.
Para
asegurarse bien de que la paranoia del piloto no estuviera realmente
justificada, empezó a desnudarlo, sin dejar de analizar todo lo que
veía- bien, pareces en perfecto estado de salud, como ya se confirmó
en tu última revisión y no hay ningún artilugio extraño, ahora
bien, eso no significa nada, vuelve a vestirte y acomódate en el
diván. Hugo obedeció y Robmed cogió su rostro con las dos
manos, acercándose, mirándolo fijamente y acompasando su falsa
respiración con la de Hugo.
- Hugo, relájate y mira mis
ojos… estas cansado, muy cansado… los parpados te pesan y no
puedes mantener los ojos abiertos... cuando cuente hasta tres,
quedarás profundamente dormido… uno… dos… tres…- Hugo se
durmió y Rodmed empezó a sondear los recuerdos que él tenía del
planeta Oceana, para comprobar si durante su estancia allí, había
sufrido algún tipo de lavado de cerebro. Hugo se lo relató
absolutamente todo, pero el androide seguía sin detectar
absolutamente nada extraño, excepto tal vez algo que consideró
perfectamente normal para alguien de su edad, algo en lo que el
androide se centró por completo, sonsacándole hasta el más mínimo
detalle de interés-…ahora, cuando cuente hasta tres, volverás a
despertar, sintiéndote completamente descansado y en paz… uno…
dos… y… tres.
Hugo abrió sus ojos y se asombró al ver junto a
él a Marina, tal como la había visto por última vez hacía apenas
unos días. Aquella fue la primera vez que Robmed, se transformo en
Marina.
Jotacé.
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