lunes, 15 de septiembre de 2014

(D.F. 13) COMIENZA LA EXPEDICIÓN



Nada más salir del ascensor, las puertas del mismo se cerraron y este por seguridad volvió a bajar a su sitio hasta el regreso de los expedicionarios. Metieron el material en el vehículo, una especie de tanqueta todo terreno con armas incluidas; la cabina del vehículo se podía aislar del resto y las puertas del mismo solo se abrían en caso de extrema necesidad, teniendo que entrar al igual que el resto de la expedición por la parte de atrás; el aire funcionaba de la misma manera que los trajes, gracias a un sistema que depuraba el aire del exterior extrayéndole las toxinas y la radiación. Terminaron de meter todo el equipo dentro, se acomodaron en su interior cerrando la puerta del vehículo y se pusieron en contacto con los encargados de la seguridad de la ciudad, que gracias a las cámaras tanto del interior como del exterior del bunker pudieron comprobar la seguridad de los alrededores y abrir por control remoto las puertas que daban al exterior. El vehículo salió de la seguridad del bunker y de la ciudad subterránea para dar por fin comienzo a la expedición de rescate. 
 - Con este trasto llegar a tu refugio será un paseo- dijo Casandra sentada en el asiento del copiloto, dirigiéndose a Arturo.
 Tales eran las dimensiones de la ciudad subterránea, que las antiguas ruinas de la ciudad de la superficie, quedaban muy alejadas del lugar por el que habían salido. La vegetación estaba sobretodo compuesta por arbustos de resecos de afiladas espinas, siendo escasos los árboles de la zona con sus ramas retorcidas de hojas perennes y extraños frutos que apenas recordaban a los frutos que una vez dieron. Algún que otro animal se movía de tanto en tanto entre aquellos matojos resecos, animales que como todos los supervivientes de aquel hábitat se habían visto obligados a mutar y a refugiarse la mayor parte del tiempo en sus madrigueras bajo tierra. El cielo como siempre estaba con aquella espesa capa de nubes que apenas dejaban pasar la luz del sol y que de tanto en tanto iban soltando aquella lluvia ácida tan nociva para todo. 
 La tanqueta siguió por el cauce de un antiguo río seco paralelo a la antigua autopista de agrietado asfalto y plagada de coches oxidados algunos de ellos todavía con los esqueléticos restos de sus antiguos propietarios. 


 En lo alto de uno de los más altos de aquellos ruinosos edificios de la vieja ciudad, dos mutantes, provistos de gafas de sol para evitar la molesta luz del día que penetraba con más fuerza por las ventanas de aquel edificio y armados de puntiagudas lanzas y cuchillos medio oxidados, buscaban los nidos de gaviotas para robarles sus huevos o sus tiernas crías, asumiendo el riesgo de tal vez convertirse ellos en las presas, sin embargo un lejano ruido llamó la atención de uno de ellos, a pesar del parecido con el zumbido de algún insecto, era evidente de que se trataba de otra cosa, a pesar de sus reticencias se acercó a la ventana para ver a lo lejos a aquel vehículo acercándose a la ciudad. Llamo la atención de su compañero. - Creo que son supervivientes, sanos, tiernos y deliciosos- le confirmó. - Ssssiiiiii, yo también lo creo, será mejor que llamemos a los jefes. Poco después a los dos jóvenes mutantes se les sumo un grupo más numeroso de mutantes, su líder, un gigante de casi dos metros de altura y deformados músculos, con la ayuda de un catalejo miró, relamiéndose hambriento el avance de la tanqueta. - Preparémonos para la caza. Sus compañeros gritaron como respuesta y empezaron a bajar las escaleras del edificio a toda velocidad.

 Jotacé.

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