lunes, 9 de febrero de 2015

( D.F. 34) INESPERADO REENCUETRO

La cámara a la le que acababan de acceder era parte del alcantarillado, con la diferencia de que había sido aislada del resto de túneles. Iluminada por cuatro fluorescentes, en su interior, había una pequeña ducha para la descontaminación, dos armarios, uno para las armas y otro para la ropa. Desde un panel de control con cuatro pantallas de televisión, podían verse los alrededores de las salidas del refugio, solo una de ellas daba a la calle, las otras tres en cambio a pasillos del alcantarillado; uno de ellos, aquel por el que habían entrado, todavía se veía el humo que les había librado de los desproporcionados insectos mutantes. 
─ Son las salidas a las que se puede llegar desde la puerta por la que hemos accedido, a mi padre que fue el que creó el refugio le gustaba tener varias vías de escape por si las moscas. Por cierto, aquí estáis a salvo, podéis quitaros las máscaras ─ dijo su salvador dando ejemplo. Bajo aquella máscara se escondía el rostro de un hombre, de poco más de 35 años, uno setenta y cinco de estatura, fornido y de pelo castaño oscuro y muy revuelto por la máscara. A Cesar su anfitrión le resultaba extrañamente familiar. 
─ ¿Antes de nada podemos saber el nombre de nuestro anfitrión? ─ preguntó intrigado quitándose su máscara. 
─ Oh, disculpad es la falta de costumbre. Mi nombre es Adrián ¿Y el vuestro? ─ Yo soy Cesar, Casandra, Julia y la mujer mutante y su hija son Roma y Pétalo. 
─ Sed bienvenidos. Ahora si me disculpáis, temo que solo tengo una ducha en esta entrada, así que pasaré el primero para luego poder prepararos un buen recibimiento ─ dijo el extraño desnudándose. 
Mientras esperaban a Adrián, especulaban sobre el, solo Roma y Pétalo siempre recelosas se habían apartado a un lado. Se hizo el silencio cuando cesó el correr del agua y Adrián salió de la ducha para dar paso sus invitados, los cuales para ir más rápido habían decidido entrar de dos en dos, Julia y Casandra ya se estaban desvistiendo para entrar las primeras. 
─ Dime una cosa Adrián, ¿Estás solo en este refugio? ─ preguntó Casandra. 
─ No, no… ¡Ejem…! Somos dos, mi… mi madre y yo, enseguida la conoceréis ─ contestó Adrián terminando de vestirse mientras la vista se le desviaba inevitablemente a los descubiertos y hermosos senos de la mujer ─. Por cierto en este armario encontraréis ropa limpia, más tarde nos ocuparemos de vuestros trajes. 
A ninguna de las mujeres les pasó desapercibido como Adrián trato de ocultar su prominente erección, sonrojándose, para ya una vez vestido, desaparecer por la puerta que daba al interior del improvisado refugio. A pesar del tamaño de la ducha, decidieron entrar por parejas para ir más rápidos. Roma y Pétalo fueron las siguientes, aunque al principio Casandra entró con ellas para indicarles como funcionaba la ducha y asegurarse que lo hacían bien, ya que para Roma el recuerdo de una ducha o un baño se remontaba a su niñez y era un recuerdo casi olvidado. Finalmente entró Cesar. Tras el proceso de descontaminación entraron por la misma puerta por la que un rato antes desapareciera Adrián que daba a un pasillo al final del cual había una puerta al entrar, llamaron a su anfitrión que salió corriendo en su busca, para servirles de guía hasta una sala estar, con una mesa central, una pantalla de televisión apagada y enormes estanterías llenas de libros, también había un par de sofás y cuatro sillones, en uno de los cuales había una mujer mayor de pelo canoso que debía rondar casi los 80 años. 
─ Ahora si, sed bienvenidos a mi casa, os presento a mi madre Ma… 
─ ¡María! ─ dijo Cesar, al que todos miraron asombrados. 
 La anciana miró desconcertada al desconocido durante unos minutos asta que finalmente los recuerdos volvieron a su mente. 
─ ¿Ce… Cesar? ─ consiguió decir la mujer desconcertada. 
Cesar asintió, con una leve sonrisa para luego abrazar a la anciana cuyos ojos se anegaron de lágrimas, mientras los demás asistían atónitos a aquel inesperado reencuentro. 

Jotacé.

2 comentarios:

  1. Y un momento emotivo no viene mal, después de escapar del peligro.

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  2. Si, los personajes de esta historia se merecen un pequeño descanso antes de continuar su aventura

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