viernes, 2 de julio de 2010

(R.F. 11) ENCUENTROS DESAFORTUNADOS



Mónica había decidido vender el piso de la capital, en el que había convivido con Ramón. Sus padres le habían sugerido regresar a casa, pero ella ya había empezado una nueva vida en aquella ciudad satélite.
Aquella noche, volvió a soñar con Ramón, aunque su cara era distinta, no solo por la palidez de la muerte, simplemente no era su rostro, lo cual le hizo dudar de que la otra vez se tratara también de Ramón y sin embargo, ¿quién más podía venir por las noche a atormentarla?
Apareció de la nada con su rostro pálido, ella despertó al notar su presencia, o al menos eso creyó, ya que el sueño era muy real. El espectro se tumbó junto a ella, la cual permaneció inmóvil, sin poder tan siquiera gritar y cuando la tocó con su piel fría y la besó, sintió un hormigueo por todo el cuerpo, era como si la estuviera violando sin ni siquiera penetrarla y sin que ella pudiera hacer nada por impedirlo, durante el tiempo que duró aquello, ella le pertenecía a él. Cuando se alejo, la palidez de la muerte había abandonado el rostro del espectro, que ahora sonrosado parecía más vivo y en cierto modo real. Desapareció tal y como había aparecido unos minutos antes y ella se quedó profundamente dormida, si es que alguna vez había estado despierta.
A la mañana siguiente, le despertó el sonido de su teléfono móvil. Era Rosa, su jefa para saber si estaba enferma, ya que hacía dos horas que tendría que haber entrado a trabajar. Miró el despertador, había estado sonando y ella ni siquiera lo había escuchado. Se dio una ducha fría, se tomó un café bien cargado y salio disparada del piso. En la portería se encontró con Maruja, la portera.
— Ha estado el fantasma en tu casa. — Dijo al verle la cara pálida y ojerosa, no era una pregunta.
— ¿Fantasma? No la entiendo…— Dijo deteniéndose un momento. — Si me perdona, llego tarde al trabajo.
— Si que me has entendido, vaya si me has entendido.— Dijo para sí Maruja, viendo como Mónica se alejaba corriendo a la parada del autobús.
Durante todo el camino estuvo dándole vueltas a lo que le había dicho su vecina y si estaría relacionado con la extraña pesadilla que había tenido aquella noche. “Tal vez debería hacerle una visita a mi vecino Jota y preguntarle si sabe algo del fantasma, el problema es que está en casa de sus padres con su pierna rota y no se donde viven…” Pensó Mónica mientras el autobús la conducía a su trabajo.
Durante toda la mañana estuvo más torpe de lo habitual. Rosa, le dijo en un par de ocasiones que si no se encontraba bien se marchara a casa, pero Mónica insistió en quedarse, al menos hasta terminar el primer turno. Después de comer, se sintió mucho mejor y decidió quedarse, incluso, a pesar del cansancio, un par de horas más para recuperar el tiempo que había perdido aquella mañana. Ordenó algunos informes y atendió un par de llamadas antes de irse.
Fue la última en salir de la oficina, en la calle ya había anochecido, las temperaturas habían bajado, los largos días de verano parecían alegarse cada vez más deprisa.
El cansancio había vuelto a ella como una pesada losa y un escalofrío le recorrió todo el cuerpo. Tenía ganas de llegar a casa, cenar un poco y meterse en la cama, pero su casa, parecía estar a años luz de allí. Entonces apareció aquel hombre de la nada. A ella le resultaba familiar, pero había olvidado el por que, sin embargo, el hombre alto y rubio, que sí la recordaba a ella, se encargó de refrescarle la memoria, mientras la agarraba del brazo con una mano amenazándola con una navaja.
— ¡¿Qué hace, suélteme?! ¡Si quiere el bolso cójalo y déjeme tranquila!
— No es el bolso lo que quiero, Mónica. Es a ti. Por tu culpa Ramón está muerto. — Dijo Iván con su característico acento ruso.
— ¡¿Qué dice?! ¡Yo no tuve nada que ver con su muerte! ¡Suélteme! — Contestó ella, forcejeando y poniéndose cada vez más pálida.
— No te preocupes, no voy a matarte. Hay otras formas en las que puedes pagar por la muerte de tú ex novio. En Rusia muchos hombres pagarían una fortuna por pasar una noche con una morena como tú…
— ¡Eh, tú! ¡¿Qué haces?! — Dijo una voz por detrás de ellos.
En ese momento Mónica perdió el conocimiento.
Cuando volvió en si, el rostro de Iván había sido sustituido por el de un hombre de poco más de cincuenta años, con el pelo canoso, de metro ochenta de estatura, aspecto pulcro pero fornido para su edad. La primera reacción de Mónica fue pegarle, con lo que el hombre, tuvo que sujetarle los brazos mientras la tranquilizaba.
— Ya está, tranquila, ya pasó todo… El hombre que la estaba amenazando salió corriendo en cuanto usted perdió el conocimiento.
Mónica respiró hondo unas cuantas veces mientras recuperaba el pulso.
— Está bien… ya me encuentro mejor, puede soltarme.
El hombre obedeció, ayudándola acto seguido a levantarse del suelo.
— ¿Ese individuo era su novio? — Preguntó el desconocido.
— No, solo le había visto una vez, en realidad es una larga historia.
— ¿Solo le había visto una vez y dice que es una larga historia? Tengo curiosidad. ¿Por qué no vamos a tomar algo y me la cuenta?
— Oiga, le agradezco su ayuda, pero estoy cansada, asustada y lo único que quiero es llegar pronto a mi casa, así que si no le importa…— Dijo Mónica algo molesta.
— Lo siento, no quería atosigarla a preguntas, pero insisto en tomar algo, después del susto necesita reponerse. Luego si quiere, la acompañaré a su casa para asegurarnos de que no le pasa nada. ¿De acuerdo?
— Está bien. No tengo ganas de discutir.— Dijo Mónica suspirando con cierta resignación.
— Por cierto, me llamo Luis.— Dijo el hombre ofreciéndole la mano.
— Mo… Mónica. — Respondió ella, un tanto dubitativa mientras estrechaba la mano de Luis.

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