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lunes, 5 de septiembre de 2011
PERDIDO EN ÚLTIMA FRONTERA.
Teóricamente ningún robot, tiene incluido el robo o el hurto en su programación y mucho menos los que están diseñados para proporcionar placer. Pero aquel androide de proporciones aparentemente perfectas, había sido reprogramada por un amo con muy malas intenciones, tanto es así que arrastró al pobre Jey a una trampa en la zona más peligrosa de la estación espacial.
Aquello, le pasaba por desobedecer a todo el mundo, desde a la tripulación del crucero turístico, hasta al androide guía. Pero claro, el quería ver la auténtica cara de una de aquellas míticas y pioneras estaciones Última Frontera, aparte de la zona que se les mostraba a los turistas como él. Quería conocer a aquellos aventureros que saltaban de una a otra estrella, esquivando un montón de peligros.
- ¡Ey chaval!- Se te ve perdido.- Dijo una voz de mujer a su espalda.
Era una chica menuda, pero bien formada, con el pelo corto y un mono de trabajo, que le daba un aspecto descuidado.
- Si, bueno, estoy buscando un centro de información. Una androide sexual, me ha robado todo lo que tenía, incluido el plano de la estación espacial y ahora no se como volver al hotel y lo que es peor, tampoco encuentro guardias de seguridad o alguien de quien me pueda fiar.
- Así, que te han robado y no tienes con que pagarme si te indico el camino de vuelta.
- ¡¿Pagarte?! ¿Por indicarme el camino de vuelta?
- Claro monada, la vida está muy complicada, últimamente. Además, por esta zona no se atreven a adentrarse las fuerzas de la ley.
- Supongo que cuando lleguemos al hotel y resuelva mi situación…
En ese momento, Jay vio, al androide que le había robado. Iba acompañada por un siniestro individuo de casi dos metros, pero Jay, lo único que vio era a otra víctima potencial de aquella maquina ladrona.
- ¡Ey tú!- Gritó Jay mientras corría hacia la androide.
- ¿Qué pasa con tigo chaval?- Preguntó el tipo mal encarado.
- ¡Esa androide sexual, me ha robado, todo lo que llevaba encima!
- ¿Ah sí? Pues resulta que yo soy su dueño y si la acusas a ella me acusas a mi.- Dijo el hombre sacando un enorme cuchillo.
- Bueno, en realidad… ahora que lo pienso, no estoy tan seguro que fuera ella.- Dijo Jay ante su metedura de pata.
- ¿En serio? Pues hace un momento si parecías bastante seguro.- Dijo el hombre acercándose amenazadoramente.
- Aquí, no admitimos embusteros y difamadores.- Dijo otro hombre que se puso al lado del primero
De pronto, se encontró un buen número de hombres del espacio dispuestos a darle una paliza, solo por diversión. Alguien detrás de él, le agarro de la mano y le dijo al oído:
- Corre.
Aquello le fue como el resorte que le hizo reaccionar.
Entraron en un gran almacén, lleno de enormes contenedores, que parecían formar un enorme laberinto. La chica sin soltarle la mano, le condujo por los pasillos, hasta que vio, un contenedor, que estaba entre abierto. La chica empujó a Jay, al interior del contenedor, entrando ella detrás y volviéndolo a cerrar.
Dentro estaba muy oscuro y estrecho.
Jay, quiso preguntarle, la razón por la que le ayudaba, pero ella le tapó la boca.
Afuera las voces de sus perseguidores, siguieron durante un rato, buscando infructuosamente los pasillos de aquel laberinto de contenedores. Cuando por fin cesaron, el volvió a preguntarle la razón de su ayuda y ella en respuesta, le plantó un beso en los labios.
- Esa, me parece una buena razón.- Dijo Jay.
- Calla, le dijo ella, mientras volvía a besarlo a la vez que le desabrochaba la camisa. Se desnudaron mutuamente, en aquél estrecho compartimento, sin dejar de besarse y de acariciarse y sin ser conscientes de que afuera en el almacén, los robots obreros estaban cogiendo cuidadosamente aquel contenedor, junto con otros cuantos y subiéndolos a bordo de un enorme carguero.
Estuvieron, dos o tres horas, amándose sin importarles, nada de lo que pudiera ocurrir en el interior e incluso cuando terminaron, Jay seguía acariciando la suave piel de su salvadora, hasta que de pronto, se dio cuenta.
- ¡Oye! ¡Parece que nos movemos!- Dijo mientras abría la compuerta del contenedor.
La luz del exterior le cegó por unos minutos, pudiendo ver apenas las sombras de todo un grupo de gente que estaba alrededor, parpadeó un par de veces y las sombras fueron tomando forma, hasta que pudo distinguir los rostros de sus perseguidores, incluyendo a la androide sexual, que le había robado todo lo que tenía. Al ver la reacción de miedo de Jay, todos estallaron en una tremenda.
- ¡¿Os lo habéis pasado bien?! ¿Era esto lo que buscabas Jamaica?
- ¡Oh! Ha estado a la altura.- Contestó la chica en tono divertido.
- ¡¿Qué significa esto?!¡¿Me habéis secuestrado?!- Preguntó Jay desconcertado.
- ¡No, claro que no! Te hemos reclutado. Ahora en cuanto os vistáis, que Jamaica te traiga a mi despacho para firmar.
- ¡Yo no pienso firmar nada, es más, exijo que me liberéis inmediatamente!
- Me parece bien. Traedle un traje espacial, para que pueda volver a la estación espacial.
- ¡¿Qué…?!
- Mira chaval, no tengo tiempo para tonterías, o firmas el contrato o te pones el traje espacial, tú elijes.
- Vamos cariño, ¿no tenías ganas de aventuras? Además, seguro que lo pasamos bien.- Dijo Jamaica.
- Está bien. Firmaré… Y tú, déjame en paz ¡Maldita lianta, hija de puta!- Dijo Jay, poniéndose los pantalones.
Una hora más tarde, Jay ya había firmado el contrato y mientras el Capitán, del Tortuga veloz enviaba una copia a la estación Ultima Frontera, Jamaica ayudó a Jay a instalarse en su camarote.
Jotacé
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