lunes, 6 de febrero de 2012

PROFANACIÓN



Aquel grupo de extranjeros, andaba por la jungla, pisoteando la vegetación y espantando la caza, sin hacer ningún caso a las señales que demarcaban el territorio. Aún así los vigilantes los seguían a distancia para saber, cual era el propósito de aquel grupo de invasores, cuando se acercaron demasiado al poblado, los vigilantes dieron la alarma y todo un grupo de guerreros salieron al encuentro de los extranjeros.
Aquellos hombres eran muy raros, de piel pálida y vistiendo extrañas pieles que les cubrían casi por completo el cuerpo, llevaban en las manos, largos cuchillos, con los que coraban la maleza y unas extrañas varas, sin punta, con lo que parecía imposible cazar y tampoco las usaban para apoyarse como bastones, sin embargo las agarraban con fuerza, apuntando hacia peligros desconocidos. Todos los guerreros salieron en masa, apuntándolos con los arcos y las lanzas. Los desconocidos los apuntaron también con sus extrañas varas. Uno de ellos, el que parecía el líder de los extranjeros, hizo una señal hacia sus compañeros que bajaron las armas, luego alzó el brazo en señal de paz. Los guerreros guiaron a los extranjeros al poblado, donde fueron recibidos por el jefe y el hechicero, este que había viajado más allá que ningún otro miembro de la tribu, ya había visto antes a los hombres pálidos y aunque desconocía su idioma, era capaz de entenderlo. Los extranjeros habían traído consigo regalos. Pieles para cubrir el cuerpo como las que ellos llevaban, agua sólida en la que podías reflejarte sin mojarte, cazos y vasijas fabricadas con unos materiales relucientes en los que se podía calentar el agua y otras cosas maravillosas, a cambio, se les homenajeo con una fiesta y se las mujeres, fascinadas por su color de piel y por todo lo que traían, se ofrecieron a pasar la noche con ellos. Aunque algunos de esos extranjeros estaban encantados, pero otros rechazaron el ofrecimiento. Algunos guerreros jóvenes, también se ofrecieron, pero aquellos extranjeros rachaban yacer con ningún miembro de la tribu, fuera hombre o mujer. Aquello, ofendió al jefe de la tribu, pero el hechicero le contó que en sus viajes había visto a hombres pálidos que como estos rechazaban ese tipo de contacto y además lo consideraban tabú. Al parecer el lugar del que provenían los hombres vivían más tiempo y la necesidad de procrear era menos incesante que en la jungla, donde era extraño que alguien llegara a viejo y por tanto el sexo era una cuestión de supervivencia para la tribu.
El líder de los extranjeros, estaba muy interesado en ir a un antiguo templo que se encontraba en el norte, pero ese templo era tabú y la supervivencia de la tribu, dependía de que nadie pisara ese territorio, el castigo solo por intentar adentrarse en esas tierras era la muerte, ya que el quien entraba podía atraer los males que seguían esperando en el templo, según les pareció entender. El líder de los extranjeros lo entendía y al día siguiente regresarían por donde habían vuelto, pero el hechicero, le dijo al jefe que no se fiara, ya que la legua de los hombres blancos es bífida, como la de la serpiente y a veces dicen una cosa y hacen otra totalmente distinta.

Jotacé

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