lunes, 7 de mayo de 2012

(L.P. 11) ALICIA Y EL REINO DE LAS SOMBRAS

.
Dos noches y un día fue el tiempo que Alicia permaneció sin comer nada, si era cierto que su oscuro amante había muerto, ella se dejaría llevar a lo que en su excesivo y exagerado romanticismo gótico llamaba “el reino de las sombras”. Sus padres muy preocupados estuvieron apunto de llamar a urgencias, pero tras su segunda noche llamando a Daniel entre febriles pesadillas en la que sus tres visitantes, volvían con la intención de clavarle una estaca en el corazón, una nueva idea empezó a surgir en su febril y enfermiza mente. Su amado tendría que esperar, antes de reunirse con él, se vengaría, si es que realmente estaba muerto. En cuanto las primeras luces del amanecer empezaron a filtrarse por las rendijas de la persiana llamó a su madre a gritos. - ¡¿Qué pasa, qué pasa?!- dijo la pobre mujer, irrumpiendo a toda prisa en la habitación. - ¿Qué hay de comer? Tengo hambre. - Gracias a Dios. Enseguida te traigo algo de comer. La mujer corrió a la cocina a prepararle un buen desayuno a su hija. Lo cierto es que su estomago se había cerrado y el olor a comida, proveniente de la cocina le produjo algunas nauseas. Media hora más tarde la mujer apareció con el típico desayuno ingles, compuesto por zumo de naranja, café, huevos fritos y beicon, las nauseas se le intensificaron, pero en cuanto probó el primer bocado de aquel suculento desayuno, se le pasaron de un plumazo, su estomago empezó a abrirse y termino con toda aquella comida, apartó la bandeja y volvió a quedarse dormida hasta el medio día, momento en el que su madre volvió a llamarla para la comida. Había descansado y recuperado fuerzas, su mente empezó a llenarse de ideas, sobre como podría llevar a cabo su venganza, pero antes quería hacerle una visita a su amado, para asegurarse de que realmente estaba muerto. Después de comer, Alicia se encerró, nuevamente en su cuarto con la excusa de estudiar, pero en realidad su intención era la de conectarse en Google y averiguar como llegar al lugar en el que estaba enterrado Daniel. Apuntó todo lo necesario en un folio de papel y lo dobló, miró su reloj, algo nerviosa, eran ya las cuatro y veinte. Cogió algo de dinero, que metió en el bolso y salio de la habitación dando un portazo. - ¿A dónde vas?- preguntó su madre que estaba sentada delante del televisor, viendo un programa del corazón. - Salgo un rato a que me de el aire. - Está bien, pero procura no volver muy tarde.- dijo su padre que estaba leyendo un libro. De camino a la boca del metro, paró por una panadería y se compró unos cruasanes rellenos de chocolate, tal vez no era lo más indicado para un vampiro, pero lo cierto es que la comida le había abierto el estomago. Cogió el metro hasta la estación de tren y allí el tren que la llevaría a la población donde su amado yacía, tal vez hasta la noche, si sus enemigos la habían mentido, como ella esperaba. En el tren, sacó del bolso uno de los libros de la saga crepúsculo que tantas veces había releído, antes habían sido los de Anne Rice. La parada de autobús no estaba demasiado lejos de la estación de tren. El trayecto en el autobús se le hizo tan largo como el de tren o incluso más. Era una suerte llevar consigo aquel libro. El cementerio, se encontraba a las afueras de aquella ciudad dormitorio, un tanto alejado de la vía urbana. Apenas quedaría una hora y media para que cerraran las puertas. Cuando bajó del autobús, en el parking del velatorio, vio salir de un coche a una pareja en la que reconoció a dos de sus visitantes. El chico Jota y una de las dos chicas, de las que había olvidado el nombre, aquello la hizo parar en seco. Decidió seguirlos a cierta distancia. Jota y Diana, se dirigieron a la tumba de Daniel, su nicho estaba en el cuarto piso, a una altura a la que era fácil acceder, allí había colocada una maceta con una planta de flores blancas. - ¿Estás segura de que esto funciona?- pregunto Jota, bajando la maceta del nicho. - ¿Estás seguro de que los vampiros existen?- preguntó Diana con ironía. Diana sacó un botellín de agua de su bolso y regó la planta, que Jota volvió a colocar en su sitio. - Otra solución sería abrir el nicho, clavarle una estaca, etc… Pero tu amigo al igual que la mayor parte de vampiros libres, no es peligroso y nos conviene tenerlos de aliados. Jota y Diana se marcharon y Alicia los siguió asta la salida. Ahora sabía que le habían mentido, su amado seguía con vida aunque retenido en su tumba, con algún tipo de hechizos. Sonó su móvil, era su madre, que preocupada, le preguntaba si iba a tardar mucho en volver. - No lo sé, mama. Estoy con unos amigos y lo más seguro es que me quede a cenar con ellos, así que no te preocupes si llego un poco tarde, ¿vale? Una vez colgó el teléfono un hombre se acerco a ella. - Perdone señorita, pero queda un cuarto de hora para que se cierren las puertas. - Si, si, ya voy. Alicia se dirigió a la salida, pero antes de llegar, se escondió detrás de unos nichos y esperó a que el cementerio se quedara totalmente vacío y esperó a que se hiciera totalmente de noche, para salir de su escondite y dirigirse nuevamente al nicho de Daniel. La maceta estaba un poco alta para ella, pero por suerte era pequeña y pesaba muy poco, aún así se le resbaló de las manos y calló estrepitosamente contra el suelo, rompiéndose la maceta en pedazos, esparciéndose su húmedo contenido de tierra y planta por el suelo. Apenas tuvo tiempo de ver el reflejo de una linterna acercándose para esconderse detrás de una lápida, su corazón latía a toda velocidad mientras una oleada de calor la invadía por todo el cuerpo. - ¿Hay alguien ahí?- preguntó el vigilante. Ando unos pasos y escuchó el crujido de sus pies, pisando los pedazos de la maceta. Alumbró a los nichos algo nervioso. - En fin, supongo que estaría mal puesta y se habrá caído con una ráfaga de viento - dijo en voz alta para tranquilizarse – iré a buscar una escoba. Aunque el vigilante estaba haciendo su trabajo a toda prisa, para Alicia en su escondite las idas y venidas del hombre se le hicieron interminables, pero cuando por fin terminó, fue para irse a su garita y no volver más en toda la noche. Aunque no creía en fantasmas ni nada por el estilo, aquel trabajo en el cementerio le traía de los nervios y luego estaban las historias… siempre se contaban historias. A pesar de todo, Alicia todavía espero un buen rato en su escondite, para asegurarse de que estaba totalmente sola. Se puso delante del nicho de Daniel. - Se que estás ahí… Te he liberado. ¡Sal de tú tumba! Una espesa niebla salió del nicho, la rodeó y cuando por fin desapareció la niebla, ahí estaba él, como si se hubiera materializado de la nada. Si los mirabas a ambos, mientras que ella tenía todavía un aspecto un tanto escuálido y enfermizo, él tenía las mejillas sonrosadas y un aspecto saludable. Tal y como había visto en las películas, Alicia se estiró de la camisa, rompiendo los botones, mostrando su sujetador, estiró su cuello y se lo mostró. - Adelante, muéstrame el camino al reino de las sombras. El vampiro negó con la cabeza con cierta resignación, sabía que matando a su victima, ponía en peligro su propia existencia, pero ella tenía tanto poder sobre él, como él sobre ella. Se acercó, la rodeó con sus brazos, abrió su boca y empezó a succionarle la sangre, por todos los poros de su piel. - Sigue… sigue… sigue…- repetía con voz cada vez más débil, hasta que perdió el conocimiento y sus brazos cayeron fláccidos hacia abajo. - ¡Para!- dijo otra voz a espaldas de la pareja. El vampiro soltó a su presa que cayó al suelo. Él otro vampiro, un enano de más de cien años, se detuvo delante de su compañero, ambos miraron a la chica sin ninguna expresión en sus rostros. - Tienes suerte… todavía esta viva. Jotacé.

No hay comentarios:

Publicar un comentario