Aquel viernes, Vicente había cerrado la chatarrería temprano y se había puesto a trabajar, tenía sitio y tenía el material suficiente, para preparar su próximo proyecto. Trabajo toda la tarde y toda la noche, aquella mañana desayunó fuerte y se atiborro de estimulantes, había hecho mucho, pero todavía le quedaba más trabajo y tenía que terminarlo antes del lunes por la mañana. Desde que había empezado con todo aquello, hasta su padre había desaparecido, estaba impaciente por tenerlo todo terminado y tener un lugar donde poder disfrutar con sus víctimas, sin que nadie lo viera.
Después de la noche tan agitada que había tenido, Jota seguía sin poder pegar ojo, sin embargo Diana que estaba a su lado, dormía como un tronco. Encima alguien llamó al timbre de la puerta, Jota se tapó la cabeza con las sabanas esperando que abriera Santi en la habitación de al lado. Sonó otro timbrazo, parecía que Santi tampoco tenía muchas ganas de levantarse y quién esperaba al otro lado de la puerta, seguiría allí llamando hasta que alguien abriera. Se levantó se puso los pantalones y antes de que llegara a la puerta ya estaba sonando otra el timbre otra vez.
- ¡Ya va…! ¡Ya va…!
Antes de abrir, miró por la mirilla, en otra ocasión se había terminó con una pierna rota por abrir sin mirar. Al otro lado Elena, saludaba con la mano.
- ¿Está Santi?
Jota miró el reloj, eran ya las once de la mañana.
- Pues… la verdad… No lo se, voy a ver.
Santi dormía profundamente, pero cuando Jota le dijo que Elena le estaba buscando, se levantó de golpe, con los ojos muy abiertos y salió de la habitación abrochándose todavía los pantalones. Luego hubo una cierta confusión a la hora del saludo que terminó en un accidentado pero casto beso en los labios.
- ¿Queréis desayunar?- preguntó Jota quitándose las legañas de los ojos.
- No, gracias.- dijo Elena, se acerco al oído de Santi, agarrándolo cinturón y añadió.- Te invito a desayunar si me acompañas a mi antigua casa a buscar algunas cosas.
- Pues…
- No acepto un no por respuesta, termina de vestirte.
- Yo tampoco desayunare Jota, gracias.
Una vez en la capital, fueron a un bar para tomar algo, antes de entrar en la casa, Elena estaba algo nerviosa y parecía que intentara retrasar el regreso a su casa.
- Estás muy nerviosa
- No he querido volver a la casa desde que murió Andrés… pero ya hace más calor y necesito coger ropa.
- A mi me pasó algo parecido anoche, cuando quedé con mis padres y mis hermanos… Bueno pero no es lo mismo claro… - dijo él callándose de repente.
Una vez en el apartamento, a Elena le temblaban las manos al coger las llaves para abrir la puerta. Dentro, al verlo todo a oscuras y vacío, fue como si se le cayera el alma al suelo, se sentó en un sillón y se echó a llorar. Santi se sentó junto a ella y la abrazó, estuvieron así unos minutos.
- Ya estoy mejor… gracias. Es que se me hace muy raro estar aquí, sin Andres.
- Lo se, tranquila.
- ¿Quieres tomar alguna cosa? Creo que queda algo en la nevera.
- Acabo de desayunar – dijo Santi con una sonrisa.
- Tienes razón. ¿Me ayudas con el equipaje?- dijo Elena debolviendole la sonrisa.
En el dormitorio, Elena sacó toda la ropa de invierno que llevaba en la maleta y la dejó encima de la cama, luego empezó a mirar la ropa de entretiempo, para meterla en la maleta, consultando siempre la opinión de Santi, él vio un vestido de tirantes muy sencillo, pero sexi, era más para el verano que la primavera, pero Santi lo sacó del armario. Elena lo cogió y se lo acercó al cuerpo, mientras rememoraba como fue Andrés el que eligió en la tienda, aquel gesto de Santi le hizo un nudo en la garganta.
- ¿Te pasa algo?- preguntó Santi.
- Tengo la boca seca. ¿Puedes traerme un baso de agua?
Santi fue a la cocina y cuando regresó a la habitación con el baso de agua, Elena se había quitado la ropa y se estaba terminando de poner el vestido.
- Estás… estás preciosa.- dijo Santi desde la puerta.
- gracias.- dijo ella con un carraspeo.
Fue hasta Santi, le cogió el baso y se lo bebió de un trago, sin que él le quitara la mirada. Dejó el baso encima de una silla y besó a Santi en los labios, él la cogió de la cintura. Elena sin soltarlo, lo condujo a la cama y cayeron encima de toda la ropa. Era algo que los dos estaban deseando hacer desde hacía tiempo. Se quitaron la ropa con mucha desesperación, sin dejar besarse y acariciarse.
- ¿No decías que todavía te tenías que estrenar?- preguntó Elena con una sonrisa en los labios.
- Por eso mismo tengo tantas ganas.
- En el primer cajón de la mesita de noche hay condones.
En la caja solo había tres preservativos. El primero lo gastaron rápido, el segundo tardaron un poco más y con el tercero, ya estaban perfectamente coordinados. Terminaron, agotados, ambrientos pero muy satisfechos.
- ¿Qué tal si vamos a comer un poco y a la vuelta pasamos por una farmacia?- dijo ella acariciándole el pelo.
- Que mala eres.
Sonrieron y se besaron antes de vestirse. Luego miraron todo el desorden que habían dejado en la habitación.
- Luego lo recogemos.- dijo Elena cogiendo a Santi de la mano.
Ahora estaba totalmente convencida de que Santi era la reencarnación de Andrés, tanto por la referencia al vestido, como por la forma y la pasión con la que se habían amado, eso para ella era la mejor prueba.
Jotacé
¡Hola! Me gustó mucho, pero una cosilla, yo que tú le daría una nueva leída para corregir detalles que son sencillos, por la rapidez con la que escribimos pero que pueden distraer...
ResponderEliminarTomo nota para cuando lo tenga terminado, gracias Emma.
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