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jueves, 3 de mayo de 2012
LA CIUDAD DE LOS ARBOLES
Los padres de Sandra, se habían trasladado a una urbanización, donde la gran mayoría de sus habitantes eran adultos y excepto algunos adolescentes, que por su edad, nunca estaban allí. La casa tenía un gran jardín en el centro del cual había un árbol, de grueso tronco y fuertes y frondosas ramas en el centro de las cuales había una destartalada casita de madera. A pesar de que el aspecto de la madera era algo envejecido, todavía resistía al paso de los años, así que el padre de Sandra, la ayudó a barnizar la madera y terminar de arreglarla. Aquello le ayudó a sobrellevar el hecho de estar lejos de sus amigos, una vez arreglada la casa del árbol, su madre le ayudó a decorarla. Al interior de la casa se accedía por una pequeña trampilla que había en el suelo, sin embargo, a parte de dos ventanas, también había dibujada en una de las paredes una puerta, aunque alguien, le había colocado un pomo de verdad, como si esa puerta pudiera abrirse, su madre pensó poner una estantería o algo en aquel lugar.
- No Mama, taparás la puerta - le dijo
- Pero, si solo es un dibujo, no lleva a ningún sitio.
- Pero es bonita
- Bueno, vale, la dejaremos ahí.
Pero Sandra se llevó una gran sorpresa el día que subió sola a la casa sin que la vieran sus padres, una vez ya terminada y la voz de un niño sonó a través de la ventana de la pequeña casa.
- Hola – dijo el niño - ¿Puedo pasar?
Sandra miró perpleja la cabeza del niño, que la miraba desde el otro lado de la ventana. Detrás todo lo que se veía había cambiado por completo. La casa donde vivía con sus padres había desaparecido, al igual que el resto de las casas de la urbanización, en su lugar había un frondoso y extenso bosque de árboles de todas clases, todas, todas con casitas de madera, conectadas por lianas, rampas y puentes colgantes.
- ¿Quién eres, de donde vienes?
- Soy Pablo y vengo de la ciudad de los árboles, si me abres la puerta te la mostraré. ¿Y tú como te llamas?
- Sandra.
La puerta que había en la pared se había hecho real y en cuanto la abrió, la trampilla que del suelo por la que normalmente se accedía a la casa, se convirtió en un dibujo pintado en el suelo.
- ¿Cómo volveré a mi casa ahora? – preguntó desconcertada.
- Solo los niños tienen acceso a los dos mundos, pero mientras una de las dos puertas esté abierta, la otra será solo un dibujo, ahora es como si el tiempo en el mundo que hay debajo de la trampilla se hubiera detenido y así seguirá mientras esté esa puerta abierta, tu salgas por ella o aya alguien que venga de ciudad de árboles esté en la casa.
- ¿Las otras casas de donde han salido?
- del mismo sitio que la tuya, pero de todo el mundo. Aquí puedes encontrar casas y niños de todo el mundo y todos hablamos el mismo idioma o al menos nos entendemos como si lo habláramos.
Sandra Salió al puente colgante por el que había llegado el otro niño y se asomó hacia abajo, para ver como los troncos de los árboles se perdían tras una espesa capa de nubes.
- ¿Qué pasa si te caes?
El niño se deslizó al otro lado del puente y se tiró, rebotando en las nubes, como si fueran colchonetas hinchables de esas que hay en las ferias.
- ¡Ven es muy divertido!- dijo riendo
Sandra le siguió y pronto otros niños que pasaban por allí o que estaban en sus respectivas casas, salieron y se les unieron. Luego Pablo le enseño la ciudad, habían casas de niños americanos europeos, africanos, asiáticos y de todas partes del mundo, y todas las casas tenían sus formas particulares. Los árboles daban todo tipo de frutas, exóticas y jugosas. Sobre las ramas anidaban aves de todas las clases y solo vio pájaros, también habían ardillas, gatos, monos y otros animales exóticos y desconocidos para Sandra. La ciudad de árboles era un mundo nuevo, con su propia fauna y habitada solo por niños, que como Pablo le había explicado todos hablaban inexplicablemente el mismo idioma.
A partir de entonces, cada día que Sandra subía a jugar a la casa del árbol, era una aventura en aquella fantástica ciudad y ella nunca se sentía sola, ya que aparte de Pablo, conoció a otros niños y niñas con los que jugar y conocer sus distintas culturas. Al llegar la noche, Sandra le contaba a sus padres sus aventuras, ellos, como adultos creían que todos aquellos amigos y todas aquellas aventuras, solo eran producto de su imaginación y que muchas de esas cosas que le enseñaban sus amigos, las había aprendido en el colegio, en los libros, en la televisión o en Internet.
Un día, Pablo que era dos años mayor que Sandra, dejó de venir a buscarla. Cuando Sandra les preguntó a otros niños, estos le dijeron que se había hecho mayor.
- Para él la ciudad de Árboles ya no existe, ahora es un adulto y todo lo que ha vivido cree haberlo imaginado.
Sandra lloró por la perdida de su amigo, a partir de entonces, empezó a pasar menos tiempo con sus amigos de la ciudad de Árboles y un día dejó de subir a la casa y cuando lo hizo al cabo de muchos meses, la ciudad había desaparecido y ella suspiró, sabiendo que había perdido algo, pero sin recordar lo que era.
Un día, la joven Sandra, se mudó a una gran ciudad para estudiar en un colegio donde los niños que ahora eran ya casi adultos pudieran terminar sus estudios y allí conoció a un chico, algo mayor que ella, ambos tenían la impresión de conocerse de antes, pero ninguno de los dos sabía de donde. El chico se llamaba Pablo.
Jotacé
Para Silvia.
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