lunes, 14 de enero de 2013

(L. P. 25) ÚLTIMO ASALTO

A partir del momento en el que Alicia empezó a mejorar en el zulo y que surgió esa relación, que iba más allá de la de rehén y secuestrada, Vicente retomó un poco las labores de investigar a sus posibles objetivos y más teniendo en cuenta que coincidían con los de Alicia, sus “enemigos” y los de ella estaban relacionados. Ahora que se habían visto obligados a salir de la chatarrería con la intención de huir muy lejos, era el momento tanto para él como para ella de zanjar asuntos pendientes, así que aquella mañana había dejado el coche en un parking público, donde sabía que nadie repararía en su presencia y durmieron hasta bien entrada la mañana, para después ir a desayunar en un bar cercano. Ella desconocía cuales eran las intenciones que Vicente tenía en la cabeza y aunque había estado otras veces en aquella ciudad dormitorio, en la que vivían sus objetivos, desconocía totalmente la zona donde se encontraban. 
 - ¿Dónde estamos? Tengo la impresión de que seguimos cerca de casa - preguntó mientras desayunaban. 
 - En realidad estamos cerca de donde nos conocimos… He pensado que antes de irnos, nos podemos despedir a lo bestia. Curiosamente la que tú apuñalaste, es hermana de la que yo quería secuestrar y matar junto con su actual novio. 
 - ¿Sabes? Lo cierto es que desde que estamos juntos, me da igual lo que les pueda pasar. 
- Es una pena, por que lo tengo todo planeado- dijo Vicente sonriendo maléficamente. 
 - Entonces… ¡Hagámoslo!- le contestó ella devolviéndole una sonrisa diabólica. 
 Como cualquier otro día laboral, tanto Jota como Elena habían ido a trabajar. Santi había dejado su trabajo, y preparaba ya el equipaje para su inminente marcha en busca de “si mismo”, viaje que había aplazado ya demasiado tiempo, al día siguiente partiría junto con Diana, la cual había prometido presentarle gente que podía ayudarle en su búsqueda. En el piso de abajo, Mónica seguía todavía de baja, a causa de los molestos puntos que habían tenido que darle, pronto se los quitarían y podría reanudar su vida. Ninguno de ellos sospechaba que Vicente y Alicia, habían conseguido acceder al edificio de la forma más simple, apretando a un botón al azar del portero automático y anunciándose como el cartero. Su error fue llamar al Piso de Mónica, ya que después de todo lo que había pasado, ella prefería dejar a los desconocidos al otro lado de la puerta. 
- Verá señorita, es una carta certificada y para entregársela, tiene usted que firmar el resguardo- dijo Vicente intentando inútilmente convencerla. 
 - Y yo le digo, que deje el resguardo en el buzón y ya pasaré personalmente a recoger dicha carta en correos- contestó Mónica, que miraba a través de la mirilla. 
 - Pero eso es una tontería, ya que nosotros estamos aquí y usted también. 
 - ¡Oiga no insista! ¡Si realmente es quien dice ser, hágase a la idea de que no ha encontrado a nadie! ¡Como ya le he dicho, iré personalmente a buscar esa carta a correos! ¡Ahora si no se marcha llamaré a la policía! 
 - ¿Y ahora que hacemos?- preguntó Alicia. 
 - Esperar en las escaleras, en algún momento alguien entrará o saldrá del piso y será nuestra oportunidad. 
 Entretanto, Mónica llamó a Jota y le contó lo ocurrido, estaba visiblemente asustada. 
 - ¿Los viste bien, piensas realmente que podían ser ellos? 
 - Solo vi a uno y no estoy segura, pero creo que si. 
- Muy bien, Santi está en mi piso, lo llamaré para que te haga compañía, tú llama a la policía y cuéntales lo ocurrido. 
 Cinco minutos más tarde, los dos psicópatas se sobresaltaron al escuchar el sonido de la puerta de arriba y corrieron a refugiarse en la parte de las escaleras que hacía bajada, la suerte les sonreía, aquel tipo era uno de los que habían estado haciendo investigaciones en la chatarrería y estaba llamando a la misma puerta que ellos hacía apenas unos minutos. En la mochila que llevaban consigo, tenían objetos tanto afilados como contundentes. Vicente golpeó en la cabeza a Santi, justo cuando Mónica abría la puerta, Santi calló inconsciente sobre ella, que intentó levantarse a toda prisa, pero Vicente se abalanzó sobre ella impidiéndole la huida. Intentó taparle la boca para evitar que gritara, pero se llevó un doloroso mordisco, aún así siguió sujetándola y le golpeó con fuerza, con la misma mano que ella había mordido. Mónica calló al suelo, quedando también inconsciente. 
- Así no tiene gracia matarlos- dijo Vicente.- Atémosles y llevémosles al cuarto de baño. 
Un poco de agua fría les ayudará a recobrar el conocimiento. 
 Antes de que los dos locos irrumpieran en el apartamento, Mónica había hecho otras dos llamadas, una a la policía y la otra a su hermana Elena, con la que estaba hablando en el momento de abrir la puerta, al escuchar lo que pasaba, pidió en su trabajo que llamaran también a la policía, mientras ella salía disparada de allí sin atreverse a descolgar el teléfono. 
 Entretanto, también Jota había salido disparado de su trabajo y mientras lo hacía llamó a Diana, que al carecer de trabajo y estar viviendo en casa de su amigo Pepe, fue la primera en llegar allí, por el portero automático, llamó primero al piso de Mónica y luego al de Jota, donde se suponía que estaba Santi, nadie contestó, algo iba mal. 
En el interior de la casa, los dos psicópatas, escucharon el timbre del telefonillo, pero lo ignoraron, ocupados como estaban atando a sus dos presas y trasladándolas al cuarto de baño. Jota llegó a la vez que la policía y se encontraron con Diana, que les dijo lo que ocurría, en ese momento sonó la radio del coche patrulla, informándoles de una segunda llamada en referencia a la misma dirección. 
 - ¡Subamos! ¡Tengo llaves del piso! Alicia, había abierto el grifo del agua fría de la ducha y remojaba a Santi y a Mónica, que despertaron atados, amordazados y con un fuerte dolor de cabeza, a Mónica además se le había saltado algún punto, ya que la herida que tenía en la espalda le estaba volviendo a sangrar. 
- Esto va ser divertido- dijo Vicente vaciando el contenido de la mochila en el suelo del cuarto de baño. 
 - ¡Quietos! ¡Arriba las manos!- gritó uno de los policías en la puerta. 
 El ruido del agua y de los artilugios de tortura cayendo al suelo les había impedido oír a Jota abriéndoles la puerta a los dos policías. Alicia en cuclillas, perdió el equilibrio y cayó de culo en el suelo, mientras que Vicente se levantó del suelo de un brinco, agarrando un afilado cuchillo con el que se abalanzó sobre los policías, que inevitablemente abrieron fuego sobre el agresor. Vicente cayó al suelo fulminado por las balas. Luego todavía con la adrenalina en el cuerpo, ya que a pesar de su oficio, era la primera vez que disparaban a alguien, tumbaron a Alicia en el suelo esposándola. Jota y Diana corrieron a atender a sus amigos, empapados y amordazados en el interior de la bañera. Cuando Jota desató a Mónica, ella se le agarró al cuello besándole, con lágrimas en los ojos y todavía temblando de miedo. 

 Jotacé.

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