lunes, 13 de mayo de 2013

(H.C. 21) FIZO Y LA ESCLAVA

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Tigre informó a Dios, sobre las presencia de los supervivientes del Cristóbal Colón en el planeta. De la sospecha de que se dirigían hacia allí, propagando peligrosas leyendas y profecías entre los habitantes del continente, sobre dioses que habían llegado del mar para liberarlos de los demonios que los habían esclavizado. 
 - ¡Ah! ¡Ahora somos demonios! ¡Les traemos prosperidad y ellos nos llaman demonios! 
 - He mandado buscarles y capturarles, a ser posible vivos, si piensan que ellos pueden morir, podrían pensar que nosotros también. 
Dios hizo una extraña mueca, como una sonrisa en su afilado pico de bíraro. 
 - Bien pensado. Pero… por otro lado estaría bien que los vieran morir a manos de otros de su misma especie. Encárgate personalmente del asunto, que te acompañe Norma. Buscadlos y matadlos, si ellos mueren, también morirá la esperanza de nuestros “súbditos”. 
Poco después, una nave aterrizaba cerca de la ciudad portuaria desde donde se había dado la alarma de la llegada de los náufragos, ante la estupefacción de los habitantes cercanos al lugar se bajaron Tigre y Norma, que había llegado con el último convoy espacial. Consigo, traían toda una tropa de soldados nativos, muy fanáticos y dispuestos a seguirlos hasta la muerte. Con ellos traían vehículos a motor para facilitarles el viaje por tierra. Mandaron buscar guías y al nativo Grob, que era el que había visto a esos dioses en un puerto al otro lado del océano. Tigre impuso allí su ley de vileza y crueldad antes de partir siguiendo el rastro de los supervivientes. 


 Transcurrieron varios días desde que aquel nativo siguió a Fizo asta donde estaban acampados y los náufragos espaciales habían decidido mantenerse alejados de las zonas pobladas y viajar sobretodo de noche, pero a veces las provisiones escaseaban y se hacía conveniente que el joven nativo se acercara nuevamente a uno de esos pueblos para proveer a la expedición. Al llegar al comino que conducía a la civilización, tubo que esconderse entre los matorrales, al oír un extraño rugido, como el de un animal que roncaba continuamente sin descanso, era la primera vez que oía algo semejante y pronto comprobó que aquel insólito ruido provenía de uno de aquellos carromatos, de los que le habían hablado en alguna que otra ocasión, capaces de andar sin que ninguna bestia tirara de ellos. Aquel curioso artefacto iba seguido por soldados en sus grandes monturas y de carromatos esta vez si que tirados por animales de cuatro patas, parecidos a los caballos de la tierra, pero más grandes y con cuernos. Los carromatos, con barrotes, portaban esclavos destinados a las minas que extraían el preciado mineral que querían los dioses, dos de las jaulas portaban nativos hombres y la tercera mujeres, todas jóvenes, cuyo destino era satisfacer sexualmente a las tropas de fieles. Una vez pasó de largo, Fizo siguió al convoy, pero manteniéndose a distancia y sin salirse del bosque. La comitiva, llegó al anochecer al mismo pueblo al que Fizo se dirigía, sabía que dadas las circunstancias, era arriesgado entrar en el pueblo, así que después de espiar a sus enemigos, decidió regresar con sus amigos humanos. Antes de emprender el camino de vuelta, vio en la distancia, como dos de los soldados, abría la jaula donde estaban las mujeres y cogían a una de ellas, era muy joven, incluso más que el propio Fizo y muy bella dentro de los estándares nativos. Los dos soldados, se adentraron en el bosque, lejos de miradas indiscretas y muy cerca de donde Fizo permanecía escondido, ya que temían las represalias de sus jefes si les descubrían, puesto que tenían prohibido tocar la mercancía hasta llegar a su destino. Aunque Fizo sabía muchos idiomas y dialectos del planeta, gracias a su condición de viajero y aventurero, le llamó especialmente la atención que la chica pidiera piedad a los soldados en su mismo idioma. Mientras uno de los soldados sujetaba a su victima de los brazos, el otro comenzaba a desnudarla con la intención de violarla. Fizo cogió su afilado cuchillo y se lanzó al ataque de sus enemigos, utilizando las técnicas de combate humanas que le había enseñado Robert durante su larga travesía marítima, eso y el factor sorpresa hizo que el combate terminara enseguida. 
 - ¿Estas bien?- le pregunto a la chica, que al ver que lo hacía en su propio dialecto, se lanzó en los brazos de su salvador. 
 - ¡Gracias! Pero… te has puesto en peligro, cuando nos cojan estaremos los dos perdidos. 
 - Entonces será mejor que nos alejemos de aquí lo antes posible. 
 Uno de los mandos del convoy notó la ausencia de los dos soldados que debían estar de guardia y que encontraron poco después muertos en el bosque. Por el recuento de esclavos, supieron que había una esclava implicada y sospechaban de más individuos involucrados, probablemente gente del pueblo. Los esclavos fueron interrogados y todo el pueblo fue puesto patas arriba mientras un grupo de cinco soldados, montados en sus monturas seguían la pista de los fugitivos por el bosque. Aunque Fizo había aprendido a guiarse en la oscuridad de la noche, por las estrellas, las prisas y las carreras hacían el camino de vuelta al campamento muy confuso y a pesar de la ventaja con la que habían salido, sus piernas corrían demasiado despacio en comparación con las monturas de sus enemigos, que pronto les dieron alcance. Uno de ellos disparó su arma de fuego al ver a las dos figuras nativas, corriendo en la oscuridad, por suerte falló el blanco. 
 - ¡No disparéis! ¡Preparad las redes! ¡Los quiero vivos!- dijo el jefe de los perseguidores. 
 Los dos fugitivos se separaron para dificultar su captura, pero sus piernas terminaron cediendo y las redes cayeron sobre ellos, que quedaron atrapados. El jefe de los soldados bajó de su montura, desenvaino su espada y apoyando un pie sobre el pecho de Fizo, le colocó el filo de su arma en el cuello. 
 - No se quien eres, ni por que has actuado así, pero no tardarás en pagarlo. 
 En ese momento, la oscuridad de la noche, se vio interrumpida por toda una serie de silenciosos rayos, que salieron desde distintas partes del bosque, matando a los soldados. El primero en caer fue el líder, que amenazaba a Fizo con su espada. La confusión y el terror hicieron que cayeran todos los demás sin ofrecer la más mínima resistencia a sus misteriosos atacantes. 
Ulises, Yumi y Robert, salieron de sus escondites, empuñando sus fusiles espaciales dotados de visión nocturna. 
- ¡¿Se puede saber que a pasado?!- dijo Yumi visiblemente enfadada. 
 Tanto Fizo, como la mujer nativa que lo acompañaba se libraron de las redes que los mantenían atrapados y la chica, aterrorizada ante la visión de aquellas extrañas y a pesar de su escaso tamaño, poderosas criaturas, corrió a refugiarse nuevamente en los brazos de Fizo. - Tranquila, son mis amigos, han venido a liberarnos de los demonios que habitan estas tierras- le dijo a la chica. 
 - ¡Fizo! Quien es la que te acompaña y explícanos de una vez lo que ha pasado. 
- Mi nombre es Kira y estoy muy agradecida, nobles dioses- dijo Kira arrodillándose ante los humanos. 
 - Está bien, levántate- dijo Robert. 
- ¿Estáis heridos?- preguntó Hugo. 
- No, solo cansados, si vamos al campamento os lo contaré todo- dijo Fizo. 
 Después de reponer fuerzas delante de una cena fría, Fizo pasó a relatarles lo ocurrido, cuando terminó los tres terrícolas se pusieron ha debatir sobre la actuación que debían llevar a cavo, los jefes de los que habían perseguido a Fizo, enviarían a otra patrulla que pronto daría con ellos, por otro lado, era evidente de que sus enemigos ya estaban al corriente de su presencia allí y que ya les era imposible pasar inadvertidos y era muy probable que si ignoraban tanto a los habitantes del pueblo, como a los esclavos que llevaban los soldados, estos terminarían sufriendo las consecuencias por la muerte de los soldados. 


Jotacé.

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