lunes, 13 de octubre de 2014

(D. F. 17) ¡SON MUTANTES!






Con la lluvia que precedía al amanecer, los lejanos ruidos procedentes del exterior y que apenas les dejaron dormir, cesaron casi de golpe. Durante algunos minutos pudieron oír ruidos e incluso voces susurrantes de la parte superior de la casa, pero incluso aquellos sonidos fueron primero tapados por el repiquetear de la nociva lluvia hasta cesar por completo. Tras un frugal y silencioso desayuno en el interior de las tiendas protectoras, los supervivientes se pusieron sus trajes protectores y salieron de sus tiendas refugio. 
─ ¿Qué tal habéis pasado la noche? ─ pregunto Julia a los hombres que ya desmontaban su tienda. 
─ Mal, siempre tengo pesadillas ─ contestó Arturo. 
─ Yo estupendamente, da gusto salir de vez en cuando al exterior ─ replicó Cesar 
─ Ahora será mejor que desmontemos el chiringuito y nos pongamos en marcha. 
─ Será mejor ir con cuidado, podría haber alguien ahí arriba ─ dijo ahora Casandra. 
─ Si, yo también escuché ruido hace un rato ─ afirmo Pablo. 
Terminaron de recoger y se dispusieron a salir de allí, Cesar y Casandra, más acostumbrados a aquel tipo de tareas subían las escaleras que les llevaban a la parte superior muy despacio y con sus armas apunto, desatrancaron la puerta, aparentemente la casa permanecía desierta, sin embargo siguieron avanzando cuidadosamente hacia la salida de la casa, cuando ya se acercaban a la puerta, Arturo vio recortada en el portal de una de las oscuras habitaciones la silueta de una niña, de aspecto un tanto deforme, que al verse sorprendida por el intruso profirió un grito y entró corriendo en la habitación en la que se encontraba. 
─ ¡Salgamos de aquí, rápido! ─ dijo Cesar. Pero al llegar a la puerta esta se encontraba atrancada. 
─ ¡Intentad abrirla lo más rápido que podáis! ¡Arturo, sígueme! 
─ ¿Qué? ¿Yo? ¿Porqué yo? 
─ Necesito a alguien que me cubra la retaguardia y estamos aquí por ti. Casandra, si no volvemos ya sabes lo que hay que hacer. Entraron en la habitación donde desapareció la niña, armados con sus rifles los cuales tenían incorporadas linternas para alumbra los espacios oscuros y cerrados como aquel. En un rincón vieron a la niña agazapada junto a una mujer, ambas cubriéndose el rostro de la intensa luz, en cuanto las vio, Arturo asustado apuntó y justo cuando disparó Cesar apartó el cañón del arma haciendo que fallara el disparo. 
 ─ ¿Qué haces? Solo son una mujer y su hija ─ dijo Cesar. 
La mujer venciendo el miedo les miró con odio reflejado en su rostro que una vez fue normal pero ahora era un tanto deforme igual que el de su hija. 
─ ¡¿No lo ves?! ¡Son mutantes asesinos! 
─ Una vez fuimos como vosotros, pero con menos recursos, confiamos en vosotros, nos dijisteis que no pasaba nada y que todo volvería a ser como siempre, pero cuando el desastre fue inevitable, desaparecisteis y nos abandonasteis a nuestra suerte y ahora salís de vuestro escondrijo para darnos caza como animales y nos llamáis asesinos. 
El resto de la expedición desobedeciendo las órdenes se habían reunido con ellos en el umbral de la puerta y observaban la escena con una mezcla de sorpresa y horror. 

Jotacé

2 comentarios:

  1. nteresante acusación, que parece verosimil. ¿Es la cacería de mutantes el precio de la utopía de la ciudad subterranea? O es que no tienen tantos recursos para los sobrevivientes del mundo exterior.

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