jueves, 24 de marzo de 2011

(R.F. 19) SORPRENDIDOS


El viaje de regreso fue tan silencioso como el de ida, lo único que interrumpía dicho silencio eran los sorbos y suspiros de Mónica, que estaba destrozada por los últimos acontecimientos.
- ¿Estarás bien?- Le preguntó Jota a Mónica en la puerta de su casa.
Ella se le echo en los brazos llorando desconsoladamente.
- No quiero quedarme sola esta noche. Por favor… quédate.
- Está bien…- Contestó Jota un poco dubitativo
Una vez dentro, ella preparó café y se sentaron. Mónica le habló de su hermana Elena y de Andrés, de cómo se conocieron, de cómo se complementaban y todo tipo de anécdotas. Así estuvieron hasta altas horas de la noche, hasta que se quedaron dormidos, en el sofá, bajo el calor de una manta y de sus propios cuerpos. Luis Garrote, fue como cada mañana al despacho desde donde espiaba a Mónica. Le encantaba verla tanto acostarse por las noches, como levantarse por las mañanas. Pero aquella mañana, se llevó una terrible sorpresa. Ella dormía en el salón en lugar del dormitorio, acompañada por Jota, al cual había sobornado para que se mantuviera alejado. Sintió como el calor de la rabia le subía por todo el cuerpo y esa misma rabia le hizo salir corriendo para dirigirse al piso de Mónica. Poco antes de que llegara Luis, Jota y Mónica se habían despertado.
- Se… será mejor que vuelva a mi piso.- Dijo Jota
- Quédate desayunar. Es lo mínimo que puedo hacer después de la nochecita que te he dado. ¿No crees?
Jota miró el reloj, era muy temprano.
- Supongo, que tengo tiempo antes de ir a trabajar. Voy al lavabo.
Cuando Jota salió, entró Mónica.
- Vigila el agua y las tostadas.
A los pocos minutos estaban sentados en la mesa desayunando. Así fue como los sorprendió Luís.
- ¡¿Qué significa esto?! ¡¿Habéis pasado la noche juntos?!
- Si, pero no es lo que tú crees.
- ¡¿Ah no?! ¡A ti te dije que te mantuvieras alejado de ella! ¡Te pague para que lo hicieras! – Dijo Luis dirigiéndose a Jota.
Jota, sacó el cheque del bolsillo, donde lo había guardado la noche anterior, lo arrugó y se lo lanzó a Luis.
- Puedes metértelo donde te quepa.
- ¡Hasta anoche siguió tus ordenes! ¡Fui yo quien le buscó a él, para saber por que me esquivaba! Dudé de él, pero surgió una emergencia a la que me acompañó. No he pensado más en eso hasta que tú me lo has confirmado.
- ¡Te quiero! ¡¿Es eso tan malo?! ¡Me perteneces! ¡Nos pertenecemos el uno al otro!
- Yo nunca te he pertenecido. Lo tuyo no es amor, lo tuyo es enfermizo. No quiero saber nada más de ti.
- Te estas equivocando y estás cometiendo el mayor error de tu vida. Podría darte todo lo que desees, pero si me rechazas, atente a las consecuencias.
- ¿Ah si? ¿Y que me vas hacer… pegarme, matarme?
- ¿Recuerdas a tu ex, Ramón? Trabajaba para mí. No fue ese pringado el que lo quitó de en medio, fui yo.- Dijo señalando a Jota.
- ¿Qué? – Preguntaron Jota y Mónica al unísono
Luis se dio cuenta del error que acababa de cometer al responsabilizarse por la muerte de Ramón.
- ¡Si decís algo de esto podéis daros por muertos!
Luis salió del piso dando un portazo. En cuanto llegó a su despacho, tres cuartos de hora más tarde, hizo dos llamadas, la primera era para Iván, el ruso y la segunda para Eva la asesina. Tenía un plan para hacer desaparecer a Jota y a Mónica, a ella especialmente quería darle un destino peor que la muerte. A pesar del miedo, Mónica y Jota acudieron a la policía, pero no sirvió de nada, les dijeron que lo investigarían, pero que el caso llevaba meses cerrado y era la palabra de ellos contra la de Garrote. A media mañana, después del entierro de Andrés, cuando todo el mundo regresaba a los coches, dos de los hombres de Luís la secuestraron, delante de todo el mundo, pero sin que nadie se diera cuenta. La drogaron y la metieron en un coche. Nadie de los allí congregados sabía donde se había metido, alguno de ellos alegó que no se encontraba bien se había ido con un par de amigos, aunque nadie sabía exactamente con quien. Al atardecer, cuando Jota salió del trabajo, también pasó por el cementerio, pero no por el de la capital si no por el de su pequeña ciudad dormitorio. No teniendo nada mejor a mano cogió una rosa de un ramo que alguien había dejado en una de las tumbas, se pincho en un dedo y con la sangre escribió un S.O.S. en la lapida de Daniel.

2 comentarios:

  1. Muy bueno, Juan. Hasta me dieron gnas de caerle encima a Luis.

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  2. Gracias.
    De esta historia voy publicando un capítulo por mes y aunque me estoy hacercando ya al final, ya le estoy dando bueltas a la continuación.

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