lunes, 8 de octubre de 2012

(H.C. 06) ESPERANZAS


A pesar de saber de su auténtica naturaleza, tanto la capitana como Hugo habían decidido seguir llamando al robot Robert y este seguir con la apariencia del difunto segundo de abordo, para evitar confundir a los nativos, a pesar de que estos en el fondo les costaba mucho diferenciarlos a ellos, como si de seres clónicos se trataran, a pesar de las diferencias de raza y sexo, culpa de ello tenia asta cierto punto el uniforme, claro que también para los terrícolas, los nativos eran casi idénticos y solo Robert con su naturaleza robótica, era capaz de diferenciarlos a unos y a otros. A pesar de ello, la convivencia empezaba a dar sus frutos. Hugo y Yumi, ya empezaban a distinguir algunas palabras sueltas del idioma nativo y lo mismo le pasaba al nativo Fizo con el idioma que hablaban los terrícolas. Aún siendo venerados casi como dioses, ninguno de los tres terrícolas, se tomaban demasiado en serio sus papeles divinos y se encargaban de las tareas del barco, como cualquier otro miembro de la tripulación, razón de más para ser considerados con el mayor de los respetos por los nativos. A la mañana siguiente después de la batalla, los terrícolas fueron llamados a la presencia del capitán del navío, evidentemente Robert, era el intérprete entre las dos partes.
 - El capitán dice que mañana llegaremos a puerto, que él y toda su tripulación esta en deuda con nosotros, nos considera dioses benignos y marítimos. Después de vender su mercancía y reaprovisionar el navío estamos a su entera disposición- tradujo el androide.
- Pregúntale si podríamos bajar a tierra haciendo que nuestra presencia pase lo más inadvertida posible, que no se conozca nuestra naturaleza “divina”- dijo la capitana haciendo las comillas con los dedos.
- Dice que a pesar de nuestra estatura, podremos pasar casi inadvertidos vistiéndonos con las ropas de otra de las muchas culturas que pueblan este planeta, que tal vez no pasemos inadvertidos, pero que nadie sospechará de nuestra... divinidad.
 - Dile también que no nos deben nada, que éramos nosotros los que teníamos una deuda con ellos y que ahora estamos en paz, pero que estamos buscando la forma de ir al lugar de donde vimos partir a las naves de los piratas que derribaron al Cristóbal Colón.
Después de traducir aquello, el capitán nativo estuvo largo rato hablando con Robert, finalmente este tradujo.
- No es la primera vez que se ven extrañas luces o criaturas, que salen de esa zona del planeta, se dice que los habitantes de allí, se han convertido en esclavos fanáticos de extraños dioses, que esclavizan y someten a todos los que se acercan a su territorio, por eso nadie osa acercarse a esa zona. Pero piensa que nosotros hemos venido a derrotarlos y que él y su tripulación estaban destinados a ser quienes nos condujeran asta allí, que para él será un honor luchar a nuestro lado.
- Si los piratas siguen allí, es una misión suicida, incluso si consiguiéramos reunir un ejercito lo suficientemente numeroso de nativos. Los piratas poseen una tecnología muy superior, lo único que nosotros podemos hacer, es infiltrarnos entre las tropas enemigas e intentar robarles una nave. Pero no le digas esto… dile que solo los dioses pueden combatir contra los dioses y que la victoria no está asegurada. Que aunque fracasemos, un día, esos dioses serán derrotados y obligados a abandonar este mundo. Pero que quede bien claro que nosotros hemos de combatir solos y que para eso nuestra presencia aquí debe pasar inadvertida en todo lo posible y esto debe quedar claro para todos los miembros de la tripulación. No quiero que por nuestra culpa haya una masacre.
Durante el resto del día, los tres terrícolas siguieron con las tareas que habían pedido que les fueran asignadas, comunicándose con señas con sus compañeros de fatigas nativos. Hugo miraba, intrigado al androide, en cierto modo envidiaba la capacidad que tenía para comprender y entender a aquellas criaturas,  para eso para lo que fue programado, para entenderse con cualquier forma inteligente, era una de sus funciones, aparte de la de médico, enfermero, guerrero si hacia falta e incluso asesino. Pero su capacidad, para recibir órdenes, no interfería a la hora de tomar sus propias decisiones. ¿Sentía aquel ser artificial como lo podía hacer cualquier ser biológico o simplemente estaba programado para fingir que lo hacía? Lo cierto es que con el Cristóbal Colón, habían muerto todos sus compañeros y ninguno de ellos, ni la capitana, ni el androide ni él mismo, habían tenido tiempo de llorarlos, si se lo planteaba bien, habían perdido mucho más que eso, dada la casi imposibilidad de ser rescatados. Era como si toda la vida que habían dejado atrás hubiera desaparecido y lo más probable es que ellos también habían sido dados por muertos, a menos claro que lograran salir de allí.
Aquella noche, mientras todos dormían, Robert hacía guardia, velando, como siempre por todos ellos. Sin embargo Hugo, atormentado por todos aquellos pensamientos que le habían estado acompañando durante todo el día fue a hacerle compañía.
- ¿En qué puedo ayudarte Hugo? - Hugo le explico todos aquellos lúgubres pensamientos y finalmente…
- Sabes que ahí arriba he dejado a alguien, que probablemente ya me de por muerto… seguramente no la volveré a ver.
- Eso no lo sabes Hugo.
 - ¿Ah no? Tu que eres tan listo, ¿cuales son las probabilidades de que salgamos de este planeta con vida?- el androide permaneció callado – Quiero verla una última vez, quiero volver ha hacer el amor con ella, aunque solo sea por última vez… por favor.
 - Siempre hay esperanza, por eso es por lo que debes luchar.
- Si la olvido, habré perdido toda esperanza… y probablemente estaré condenado, no es la primera vez que lo haces, con la capitana lo estás haciendo, ella y Robert tenían relaciones y conmigo también lo hiciste, primero en el Cristóbal Colón y luego… cuando me rescataste del mar. Fue el rostro de ella y no el de Robert Rico el que vi bajo las aguas de este océano… por favor, déjame despedirme ella, por si no la vuelvo a ver…
- Aunque me transforme en ella, solo será en apariencia.
- Por favor...
Robert le sonrió amargamente, mientras su rostro empezaba a oscurecerse y sus facciones a suavizarse y ante la mirada de Hugo, bajo el uniforme del androide, todas sus formas cambiaron, su estatura disminuyó, considerablemente, su cabello se oscureció, crecieron sus pechos mientras se estrechaban las caderas, ahora Robert, había tomado la forma de la bella Marina.

Jotacé

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