lunes, 22 de octubre de 2012

(H.C. 08) PERMISO EN OCEANA

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El planeta Oceana, era más azul que la tierra, sin que se vieran apenas algunas escasas zonas de tierra firme desde el espacio. A su alrededor orbitaban bases satélite, que representaban a todas las razas que se disputaban aquel mundo. 
Hugo aterrizó su caza en la base espacial terrestre, donde dio su mensaje a sus superiores de la tardanza del Cristóbal Colón, los diplomáticos terrestres, se ocuparían de dar el mensaje a sus ahora aliados alienígenas. Algunas naves de la alianza habían llegado ya a la cita con varios días de adelanto. Hugo cogió una lanzadera que le llevaría a la zona del planeta que habían colonizado los humanos, una zona que por lo que le dijeron en la lanzadera, era templada todo el año. Oceana, era el nombre que los terrícolas le habían dado a aquel mundo, por una sencilla razón, estaba en un noventa y ocho por ciento recubierto de agua y de los seis continentes que había en el planeta, lo único que sobresalía eran las partes más altas, de las cordilleras montañosas, como si de pequeñas pecas se trata. Aunque los pequeños archipiélagos pertenecían a una o otra raza alienígena, por razones, casi siempre comerciales, en cualquiera de aquellas islas se podían encontrar representantes de otras razas. Aparte de los moutones, era la primera vez que Hugo veía a otras razas alienígenas fuera de los holovisores. 
Hugo se hospedó en un hotel de uno de los archipiélagos terrestres, desde donde contrató varias excursiones para conocer aunque solo fuera una pequeña parte del planeta en aquella larga semana de permiso, eso al menos por el día, de noche tenía otro tipo de lugares de ocio a los que acudir, lugares en los que se podía beber, comer, bailar o disfrutar del sexo con androides creados especialmente para la ocasión. Lo que Hugo desconocía es que su solitaria presencia en el planeta, había llamado la atención de individuos con oscuros intereses, que estaban conspirando contra él, o mejor dicho con la misión del Cristóbal Colón. El local estaba a oscuras y Hugo bebía de su dulzona y un tanto alcohólica bebida mirando las imágenes holográficas de un popular grupo musical de la tierra. Los androides camareros de ambos sexos y escasa ropa se paseaban entre las mesas, ofreciendo bebidas y dispuestos algunos de ellos a ofrecer otro tipo de servicios. Dos mesas de donde estaba Hugo, un hombre, una mujer y un biraro, lo observaban a él sin prestar la más mínima atención al espectáculo.
 - ¿Es ese el humano? ¿El del uniforme?– dijo el biraro 
- Si, eso nos han dicho nuestros informantes.- contesto el hombre, alto casi como un biraro y negro como el carbón. 
- Creía que ya teníamos un informante en el Cristóbal Colón.- dijo la chica, blanca y de aspecto fibroso, cuya ajustada ropa de licra rojo, marcaba sus voluptuosas formas. 
- Si, pero siempre nos puede venir bien tener más de uno. 
Lo que tenían los androides camareros, era que amenos que estuvieran programados para ello, nunca prestaban atención a las conversaciones de los clientes, por esa razón, cuando aquel androide, con la apariencia de una humana de color de apenas veinte años les servía las bebidas, los piratas siguieron con su conversación como si nada. 
- Con un buen lavado de cerebro, nadie se dará cuenta y él otro informador tampoco tiene por que saberlo. 
 Poco después, él hombre de color y el bibaro, veían como la chica se levantaba de la mesa, para acercarse a la de Hugo. 
- Hola soldado. ¿Puedo sentarme contigo? Hugo miró a la despampanante chica de arriba abajo, tragando saliva. 
 - Claro, adelante.- contestó ofreciéndole una silla. 
En ese momento apareció la androide que había servido las bebidas en la mesa de los piratas, se agacho recogiendo algo del suelo. 
 - Señor, se le ha caído un papel del suelo.- dijo dándoselo a Hugo 
. “Cuidado”, decía la nota. Hugo miró a la androide, que le guiñó un ojo. 
- Gra… gracias. 
- ¿Les puedo ofrecer alguna cosa? 
- Si, tráenos al soldado y a mí otros dos combinados.- dijo la chica.
- Por cierto, soy Norma y tú. 
 - Hugo.- respondió Hugo sin apartar la vista del androide que se alejaba hacia la barra. 
El androide era en realidad era la hija del dueño del local y sin que lo supiera su propio padre, algunas noches se hacía pasar por una androide camarera, por pura diversión. Viendo lo que estaba pasando, quiso hacer algo para alertar al incauto soldado, ahora lo que le ocurriera sería asunto de él y solo de él. Pero a Hugo que le faltaba mucha experiencia en ese tipo de intrigas, se disculpó un momento ante Norma y fue corriendo hasta el misterioso androide y enseñándole la nota le preguntó.
 - ¿Qué significa esto? 
 La falsa androide, vio como Norma se levantaba de la mesa mirando a sus dos compañeros, los cuales también se levantaron, con la intención de atrapar a su presa antes de que pudiera escaparse. En ese momento empezó a caer en la cuenta del lío en el que se estaba metiendo y del que sería difícil salir como si nada. 
 - ¡Sígueme!- dijo cogiendo a Hugo de la mano. 
Hugo apenas tubo tiempo de girarse un momento para ver como Norma y sus dos compañeros, iniciaban la persecución en el interior del local. Marina, entró dentro de una de esas puertas con el letrero de “SOLO PERSONAL AUTORIZADO”, pero sus perseguidores los siguieron sin hacer caso a la advertencia, ni tan siquiera cuando les aparecieron un par de robots disuasorios cejaron en su persecución, dejando a los dos mastodontes mecánicos tumbados en el suelo con armas electrónicas. La chica condujo a Hugo por todo un laberinto de estrechos pasillos que parecía conocer a la perfección y que les condujeron a un pequeño almacén y de allí a una salida secundaria. Cuando sus perseguidores llegaron a la calle, Hugo y Marina ya habían desaparecido.
 - ¡No importa! Apostaremos a algún hombre, para que vigile el hotel donde se hospeda, mientras buscaremos por la isla.- dijo el hombre alto. 
- Si y no estría de más averiguar quien enviaba a esa androide, si es que era una androide.- dijo Norma. 
 Hugo y la chica, observaron la escena escondidos en el tejado de una pequeña caseta de chapa, tapados con una lona que guardaba material de construcción. 
- ¡Joder! ¡No podré volver al hotel!- dijo Hugo contrariado. 
- ¿Estas de broma? Lo mejor será que salgamos de esta isla una temporada, si conseguimos salir de esta mis padres van a coger un buen cabreo. Por cierto que soy humana y me llamo Marina ¿y tú?
 - Hugo Cortes. 


 Jotacé.

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