El
planeta Oceana, era más azul que la tierra, sin que se vieran apenas
algunas escasas zonas de tierra firme desde el espacio. A su
alrededor orbitaban bases satélite, que representaban a todas las
razas que se disputaban aquel mundo.
Hugo aterrizó su caza en la
base espacial terrestre, donde dio su mensaje a sus superiores de la
tardanza del Cristóbal Colón, los diplomáticos terrestres, se
ocuparían de dar el mensaje a sus ahora aliados alienígenas.
Algunas naves de la alianza habían llegado ya a la cita con varios
días de adelanto. Hugo cogió una lanzadera que le
llevaría a la zona del planeta que habían colonizado los humanos,
una zona que por lo que le dijeron en la lanzadera, era templada todo
el año. Oceana, era el nombre que los terrícolas le habían
dado a aquel mundo, por una sencilla razón, estaba en un noventa y
ocho por ciento recubierto de agua y de los seis continentes que
había en el planeta, lo único que sobresalía eran las partes más
altas, de las cordilleras montañosas, como si de pequeñas pecas se
trata. Aunque los pequeños archipiélagos pertenecían a una o otra
raza alienígena, por razones, casi siempre comerciales, en
cualquiera de aquellas islas se podían encontrar representantes de
otras razas. Aparte de los moutones, era la primera vez que Hugo veía
a otras razas alienígenas fuera de los holovisores.
Hugo se
hospedó en un hotel de uno de los archipiélagos terrestres, desde
donde contrató varias excursiones para conocer aunque solo fuera una
pequeña parte del planeta en aquella larga semana de permiso, eso al
menos por el día, de noche tenía otro tipo de lugares de ocio a los
que acudir, lugares en los que se podía beber, comer, bailar o
disfrutar del sexo con androides creados especialmente para la
ocasión. Lo que Hugo desconocía es que su solitaria presencia
en el planeta, había llamado la atención de individuos con oscuros
intereses, que estaban conspirando contra él, o mejor dicho con la
misión del Cristóbal Colón. El local
estaba a oscuras y Hugo bebía de su dulzona y un tanto alcohólica
bebida mirando las imágenes holográficas de un popular grupo
musical de la tierra. Los androides camareros de ambos sexos y escasa
ropa se paseaban entre las mesas, ofreciendo bebidas y dispuestos
algunos de ellos a ofrecer otro tipo de servicios. Dos mesas de donde
estaba Hugo, un hombre, una mujer y un biraro, lo observaban a él
sin prestar la más mínima atención al espectáculo.
-
¿Es ese el humano? ¿El del uniforme?– dijo el biraro
- Si, eso
nos han dicho nuestros informantes.- contesto el hombre, alto casi
como un biraro y negro como el carbón.
- Creía que ya teníamos
un informante en el Cristóbal Colón.- dijo la chica, blanca y de
aspecto fibroso, cuya ajustada ropa de licra rojo, marcaba sus
voluptuosas formas.
- Si, pero siempre nos puede venir bien
tener más de uno.
Lo que tenían los androides camareros, era que
amenos que estuvieran programados para ello, nunca prestaban atención
a las conversaciones de los clientes, por esa razón, cuando aquel
androide, con la apariencia de una humana de color de apenas veinte
años les servía las bebidas, los piratas siguieron con su
conversación como si nada.
- Con un buen lavado
de cerebro, nadie se dará cuenta y él otro informador tampoco tiene
por que saberlo.
Poco después, él hombre de color y el
bibaro, veían como la chica se levantaba de la mesa, para acercarse
a la de Hugo.
- Hola soldado. ¿Puedo sentarme
contigo? Hugo miró a la despampanante chica de arriba abajo,
tragando saliva.
- Claro, adelante.- contestó ofreciéndole una
silla.
En ese momento apareció la androide que había servido
las bebidas en la mesa de los piratas, se agacho recogiendo algo del
suelo.
- Señor, se le ha caído un papel del suelo.- dijo
dándoselo a Hugo
. “Cuidado”, decía la nota. Hugo miró a la
androide, que le guiñó un ojo.
- Gra… gracias.
- ¿Les
puedo ofrecer alguna cosa?
- Si, tráenos al soldado y a mí
otros dos combinados.- dijo la chica.
- Por cierto, soy Norma y tú.
- Hugo.- respondió Hugo sin apartar la vista del
androide que se alejaba hacia la barra.
El androide era en
realidad era la hija del dueño del local y sin que lo supiera su
propio padre, algunas noches se hacía pasar por una androide
camarera, por pura diversión. Viendo lo que estaba pasando, quiso
hacer algo para alertar al incauto soldado, ahora lo que le ocurriera
sería asunto de él y solo de él. Pero a Hugo que le faltaba mucha
experiencia en ese tipo de intrigas, se disculpó un momento ante
Norma y fue corriendo hasta el misterioso androide y enseñándole la
nota le preguntó.
- ¿Qué significa esto?
La falsa
androide, vio como Norma se levantaba de la mesa mirando a sus dos
compañeros, los cuales también se levantaron, con la intención de
atrapar a su presa antes de que pudiera escaparse. En ese momento
empezó a caer en la cuenta del lío en el que se estaba metiendo y
del que sería difícil salir como si nada.
- ¡Sígueme!-
dijo cogiendo a Hugo de la mano.
Hugo apenas tubo tiempo de
girarse un momento para ver como Norma y sus dos compañeros,
iniciaban la persecución en el interior del local. Marina, entró
dentro de una de esas puertas con el letrero de “SOLO PERSONAL
AUTORIZADO”, pero sus perseguidores los siguieron sin hacer caso a
la advertencia, ni tan siquiera cuando les aparecieron un par de
robots disuasorios cejaron en su persecución, dejando a los dos
mastodontes mecánicos tumbados en el suelo con armas electrónicas.
La chica condujo a Hugo por todo un laberinto de estrechos pasillos
que parecía conocer a la perfección y que les condujeron a un
pequeño almacén y de allí a una salida secundaria. Cuando sus
perseguidores llegaron a la calle, Hugo y Marina ya habían
desaparecido.
- ¡No importa! Apostaremos a algún hombre,
para que vigile el hotel donde se hospeda, mientras buscaremos por la
isla.- dijo el hombre alto.
- Si y no estría de más averiguar
quien enviaba a esa androide, si es que era una androide.- dijo
Norma.
Hugo y la chica, observaron la escena escondidos en el
tejado de una pequeña caseta de chapa, tapados con una lona que
guardaba material de construcción.
- ¡Joder! ¡No podré
volver al hotel!- dijo Hugo contrariado.
- ¿Estas de broma? Lo
mejor será que salgamos de esta isla una temporada, si conseguimos
salir de esta mis padres van a coger un buen cabreo. Por cierto que
soy humana y me llamo Marina ¿y tú?
- Hugo
Cortes.
Jotacé.
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