A
la mañana del segundo día de secuestro, Vicente visitó a Alicia
antes de abrir las puertas de la chatarrería, para llevarle
provisiones. La chica tenía mucha fiebre y deliraba.
-
¿Realmente, crees que vale la pena dejarla vivir? Sería un buen
experimento poner cámaras de video para ver como muere por la fiebre
y de inanición, algo parecido a lo que hiciste con migo. Aunque
claro, ella seguro que aguanta más que yo.- dijo su padre cuando
salieron del zulo. Vicente lo ignoró, como había aprendido a
hacer muchas veces, aquello de todas maneras, era diferente a como
tubo lugar la muerte de su padre. Aquel día lo pasó lleno de
preocupación por su prisionera, tenía que vivir, ya que si alguien
tenía que quitarle la vida era él.
El destartalado coche que
había usado para el secuestro, con unas matrículas casi borrosas
que ni si quiera eran originalmente suyas y con una pegatinas en la
parte trasera, que representaba oscuro rostro de Darth Vader y los
restos de lo que había sido el Alcon Milenario ya casi invisibles,
fue desguazado durante aquel día, eliminando de esa manera las
pruebas que pudieran incriminarle. Aquella tarde fue a
buscar un colchón nuevo, para sustituir el que había tenido que
tirar la noche anterior, era un colchón grande y eso le dio una
idea, esa noche tras comprobar que la chica seguía viva, en una
especie de febril semiinconsciencia. Llamó a uno de sus encargados
para pedirle que se encargara del negocio, ya que él tendría que
ausentarse durante algunos días.
En realidad, los días se los pasó
encerrado en el zulo, cuidando de la chica, asegurándose que se
alimentaba y que tomaba la medicación que le habían dado en la
farmacia y que permanecía limpia bajo su supervisión. Solo salía
por las noches, cuando ya estaba seguro de que no quedaba nadie en la
chatarrería, para buscar provisiones Alicia llamaba en sus
delirios a Daniel, el cual estaba ya muy lejos. Una vez creyó ver al
padre de Vicente, contemplándola, aunque al que en realidad al que
vio fue al propio Vicente hablando con voz ronca. Una mañana,
Vicente se encontró las sábanas y el colchón llenos de sangre,
cosa que le asustó mucho.
- ¡Dios mío! ¡¿Qué te pasa?!
¡¿No te estarás muriendo ahora verdad?!
- Es el periodo idiota,
tienes que comprarme compresas y ropa interior.
Ella estaba un poco
mejor, así que esa noche se arriesgo a llamar al encargado para
decirle que había vuelto de su viaje y esa mañana, pudo ir a
comprar las provisiones que ya le faltaban, aparte de la ropa
interior para Alicia y las compresas. En el exterior, los
medios de comunicación parecían haberse olvidado de Alicia y del
destartalado coche de su misterioso cómplice, al que nadie había
podido identificar.
- Yo de ti, no me fiaría un pelo.- le
decía el espectro de su padre.- Verás como esa chica te termina
metiendo en un buen lío.
Alicia había perdido la noción del
tiempo, allí dentro apenas podía distinguir entre el día y la
noche y sin embargo, a medida que se fue la fiebre y empezó a
recuperarse, se dio cuenta de que cada vez dependía más de los
cuidados de su captor, el cual le proporcionaba todo lo que ella le
pedía, libros, una televisión con DVD, donde veían películas
juntos y otro tipo de caprichos. En cierto modo, eran almas gemelas,
dos personas solitarias y de personalidades trastornadas. Lo que
Alicia desconocía es que la dependencia era mutua. Vicente había
pasado de querer matar a Alicia a querer matar con ella. La chica
había ganado peso sin llegar a estar lo obesa que había estado
antes de conocer al desaparecido Daniel, en el que dejó de pensar,
al igual que en sus deseos de venganza.
Una noche entró
Vicente con las provisiones, ella al verlo entrar se levanto, se
desabrocho despacio la camisa y se la quitó dejando al descubierto
sus pechos.
- ¿Qué… que haces?- preguntó Vicente
desconcertado.
Ella se terminó de desvestir, quitándose los
pantalones del chándal y las bragas y Vicente dejó caer al suelo
las bolsas con las provisiones mientras notaba una gran erección en
su entrepierna.
- ¿A ti que te parece?- dijo Alicia, andando
con los brazos abiertos, hasta donde le permitió la cadena que tenía
atada al cuello.- Tómame, soy tuya. Vicente se desabrocho
los pantalones, dejándolos caer asta los tobillos y tumbó a Alicia
en el colchón, pero apenas le dio tiempo a penetrarla una vez antes
de eyacular.
- ¡Ooooh! Mierda… Lo siento yo… - dijo
Vicente, dejándose caer junto a ella.
- No pasa nada…
tranquilo.
Alicia, le acarició el pelo y la cara, le quitó
la camisa y la camiseta, empezó a besarle, primero en la boca, luego
en el pecho, mientras el miembro de él volvía a levantarse como el
asta de una bandera. Alicia se le subió encima y empezó a moverse
convulsivamente. Los dos gimieron de placer hasta llegar al orgasmo.
Esta vez fue ella, la que se dejó caer al lado de él, los dos se
miraron, sudorosos pero sonrientes, todavía con la respiración
agitada por el esfuerzo, se besaron abrazándose y finalmente se
durmieron pegados uno junto al otro.
A la mañana siguiente,
Vicente se había ido y ella seguía desnuda, debajo de las sabanas.
El collar y la cadena que la habían tenido atada a aquél lugar
habían desaparecido. Sin vestirse si quiera fue a comprobar la
puerta del zulo, la abrió sin problemas. El aire fresco de la mañana
penetró de golpe, cerro la puesta, encendió la luz y después de
lavarse un poco se vistió. Se planteó si salir a busca a Vicente,
pero si la sorprendía fuera a lo mejor pensaba que se quería
escapar.
- Eres un estúpido al
dejarla así. A estas alturas habrá ido ya a la policía.- dijo el
padre de Vicente, mientras este se dirigía al zulo con el desayuno
en la mano.- ¡Que ridículo más grande!
- Cállate
ya.
Cuando llegó al zulo, temió que su padre tuviera
razón, su corazón latía desbocado, por el miedo a que se hubiera
ido. Pero al abrir la puerta y verla allí, sentada en la cama,
sonriéndole, sintió un gran alivio.
- Por un momento creía que
ya no me querías aquí, me podría haber escapado sin la cadena y
con la puerta abierta.
- Yo por un momento, temí que lo
hubieras echo. Alicia corrió hacia el y lo besó. -¿Si
te dejo la puerta abierta los próximos días, me prometes que no te
iras?
-¿Adonde iba a ir? Eres lo mejor que me ha pasado
nunca.- dijo ella besándole en la mejilla.- Lo único que me
gustaría es darme una ducha en condiciones.
- Ahora ya es
un poco tarde, pero esta noche te dejaré entrar en casa para darte
una ducha, aunque después tendrás que volver.
- ¿Y tú
conmigo?
- Claro, pero ahora ya es tarde y me tengo que ir.
Asta la noche.
- Te estaré esperando. Vicente salió, pero
sin echar la llave.
- ¿Ves como te equivocabas?- le dijo al
espectro de su padre.
- Ya veremos esta
noche.
Jotacé.
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