lunes, 29 de octubre de 2012

(L.P. 20) MÁS ALLÁ DEL SINDROME DE ESTOCOLMO

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A la mañana del segundo día de secuestro, Vicente visitó a Alicia antes de abrir las puertas de la chatarrería, para llevarle provisiones. La chica tenía mucha fiebre y deliraba. 
- ¿Realmente, crees que vale la pena dejarla vivir? Sería un buen experimento poner cámaras de video para ver como muere por la fiebre y de inanición, algo parecido a lo que hiciste con migo. Aunque claro, ella seguro que aguanta más que yo.- dijo su padre cuando salieron del zulo. Vicente lo ignoró, como había aprendido a hacer muchas veces, aquello de todas maneras, era diferente a como tubo lugar la muerte de su padre. Aquel día lo pasó lleno de preocupación por su prisionera, tenía que vivir, ya que si alguien tenía que quitarle la vida era él. 
 El destartalado coche que había usado para el secuestro, con unas matrículas casi borrosas que ni si quiera eran originalmente suyas y con una pegatinas en la parte trasera, que representaba oscuro rostro de Darth Vader y los restos de lo que había sido el Alcon Milenario ya casi invisibles, fue desguazado durante aquel día, eliminando de esa manera las pruebas que pudieran incriminarle. Aquella tarde fue a buscar un colchón nuevo, para sustituir el que había tenido que tirar la noche anterior, era un colchón grande y eso le dio una idea, esa noche tras comprobar que la chica seguía viva, en una especie de febril semiinconsciencia. Llamó a uno de sus encargados para pedirle que se encargara del negocio, ya que él tendría que ausentarse durante algunos días. 
En realidad, los días se los pasó encerrado en el zulo, cuidando de la chica, asegurándose que se alimentaba y que tomaba la medicación que le habían dado en la farmacia y que permanecía limpia bajo su supervisión. Solo salía por las noches, cuando ya estaba seguro de que no quedaba nadie en la chatarrería, para buscar provisiones Alicia llamaba en sus delirios a Daniel, el cual estaba ya muy lejos. Una vez creyó ver al padre de Vicente, contemplándola, aunque al que en realidad al que vio fue al propio Vicente hablando con voz ronca. Una mañana, Vicente se encontró las sábanas y el colchón llenos de sangre, cosa que le asustó mucho. 
 - ¡Dios mío! ¡¿Qué te pasa?! ¡¿No te estarás muriendo ahora verdad?! 
- Es el periodo idiota, tienes que comprarme compresas y ropa interior. 
Ella estaba un poco mejor, así que esa noche se arriesgo a llamar al encargado para decirle que había vuelto de su viaje y esa mañana, pudo ir a comprar las provisiones que ya le faltaban, aparte de la ropa interior para Alicia y las compresas. En el exterior, los medios de comunicación parecían haberse olvidado de Alicia y del destartalado coche de su misterioso cómplice, al que nadie había podido identificar. 
 - Yo de ti, no me fiaría un pelo.- le decía el espectro de su padre.- Verás como esa chica te termina metiendo en un buen lío. 
Alicia había perdido la noción del tiempo, allí dentro apenas podía distinguir entre el día y la noche y sin embargo, a medida que se fue la fiebre y empezó a recuperarse, se dio cuenta de que cada vez dependía más de los cuidados de su captor, el cual le proporcionaba todo lo que ella le pedía, libros, una televisión con DVD, donde veían películas juntos y otro tipo de caprichos. En cierto modo, eran almas gemelas, dos personas solitarias y de personalidades trastornadas. Lo que Alicia desconocía es que la dependencia era mutua. Vicente había pasado de querer matar a Alicia a querer matar con ella. La chica había ganado peso sin llegar a estar lo obesa que había estado antes de conocer al desaparecido Daniel, en el que dejó de pensar, al igual que en sus deseos de venganza. 
Una noche entró Vicente con las provisiones, ella al verlo entrar se levanto, se desabrocho despacio la camisa y se la quitó dejando al descubierto sus pechos. 
- ¿Qué… que haces?- preguntó Vicente desconcertado. 
Ella se terminó de desvestir, quitándose los pantalones del chándal y las bragas y Vicente dejó caer al suelo las bolsas con las provisiones mientras notaba una gran erección en su entrepierna. 
- ¿A ti que te parece?- dijo Alicia, andando con los brazos abiertos, hasta donde le permitió la cadena que tenía atada al cuello.- Tómame, soy tuya. Vicente se desabrocho los pantalones, dejándolos caer asta los tobillos y tumbó a Alicia en el colchón, pero apenas le dio tiempo a penetrarla una vez antes de eyacular. 
- ¡Ooooh! Mierda… Lo siento yo… - dijo Vicente, dejándose caer junto a ella. 
- No pasa nada… tranquilo. 
Alicia, le acarició el pelo y la cara, le quitó la camisa y la camiseta, empezó a besarle, primero en la boca, luego en el pecho, mientras el miembro de él volvía a levantarse como el asta de una bandera. Alicia se le subió encima y empezó a moverse convulsivamente. Los dos gimieron de placer hasta llegar al orgasmo. Esta vez fue ella, la que se dejó caer al lado de él, los dos se miraron, sudorosos pero sonrientes, todavía con la respiración agitada por el esfuerzo, se besaron abrazándose y finalmente se durmieron pegados uno junto al otro. 
A la mañana siguiente, Vicente se había ido y ella seguía desnuda, debajo de las sabanas. El collar y la cadena que la habían tenido atada a aquél lugar habían desaparecido. Sin vestirse si quiera fue a comprobar la puerta del zulo, la abrió sin problemas. El aire fresco de la mañana penetró de golpe, cerro la puesta, encendió la luz y después de lavarse un poco se vistió. Se planteó si salir a busca a Vicente, pero si la sorprendía fuera a lo mejor pensaba que se quería escapar.
 - Eres un estúpido al dejarla así. A estas alturas habrá ido ya a la policía.- dijo el padre de Vicente, mientras este se dirigía al zulo con el desayuno en la mano.- ¡Que ridículo más grande! 
 - Cállate ya. 
Cuando llegó al zulo, temió que su padre tuviera razón, su corazón latía desbocado, por el miedo a que se hubiera ido. Pero al abrir la puerta y verla allí, sentada en la cama, sonriéndole, sintió un gran alivio.
 - Por un momento creía que ya no me querías aquí, me podría haber escapado sin la cadena y con la puerta abierta. 
- Yo por un momento, temí que lo hubieras echo. Alicia corrió hacia el y lo besó. -¿Si te dejo la puerta abierta los próximos días, me prometes que no te iras? 
-¿Adonde iba a ir? Eres lo mejor que me ha pasado nunca.- dijo ella besándole en la mejilla.- Lo único que me gustaría es darme una ducha en condiciones. 
- Ahora ya es un poco tarde, pero esta noche te dejaré entrar en casa para darte una ducha, aunque después tendrás que volver. 
 - ¿Y tú conmigo? 
 - Claro, pero ahora ya es tarde y me tengo que ir. Asta la noche. 
- Te estaré esperando. Vicente salió, pero sin echar la llave. 
- ¿Ves como te equivocabas?- le dijo al espectro de su padre. 
- Ya veremos esta noche. 


 Jotacé.

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