- Esta mañana ha pasado
el médico y me ha dicho que mañana me dan el alta- dijo Mónica.
Ella y Jota estaban sentados uno al lado del otro, en el
filo de la cama del hospital, cogidos de la mano, mirándose
embobados con una sonrisa bobalicona en los labios.
- ¿Ya
lo saben tus padres?- pregutó Diana, sentada en el sillón de
cuero.
- No, se lo diré cuando vengan, de aquí a un rato. ¿Se
sabe algo de esa chica… Alicia?
- No, es como si se la
hubiera tragado la tierra. Ni siquiera, Diana con todos esos
contactos raros que tiene ha encontrado una pista decente- dijo Jota
poniéndose serio.
- Hay ciertos asuntos que me reclaman en
otro lugar, pero intentaré retrasar mi marcha un par de días más.
No me iré tranquila sabiendo que esa loca sigue suelta por ahí –
dijo Diana
- No te preocupes, estaremos alerta y cuidaremos los
unos de los otros – dijo Jota apretándole las manos a su chica.
- Por cierto, que Santi y tú hermana estaban muy apalancados
en tu piso- dijo Diana
- Ya me lo imagino, hacen muy buena
pareja. Nunca creí que ella se fuera a recuperar tan rápido de la
muerte de Andrés. Aunque, temo que ella siga pensando en que Santi
es…
- ¿Santi sabe, lo que ella piensa?- preguntó
Diana
- No lo se – respondió Mónica.
- No lo creo –
dijo Jota.
Cuando Elena se enteró de
la buena nueva y sabiendo que las cosas poco a poco volverían a la
normalidad, quiso prepararle a Santi una de esas cenas románticas,
que incluían velas en la mesa y una comida que siempre le había
dado buen resultado con su difunto novio Andrés. Aunque la cena era
deliciosa, entre risas e insinuaciones, casi terminó mezclándose
con el sexo. Ya con el postre, Santi hizo puntería con las uvas,
intentando colárselas a Elena en su provocativo escote, ella le
tiró una servilleta y cuando finalmente Santi consiguió hacer
canasta, en parte con ayuda de la propia Elena, está le retó a que
intentara cogerla sin las manos. Santi metió la boca y la lengua
entre los pechos de ella, pero lo único que consiguió fue que la
uva se escurriera hacia abajo, Santi intentó usar las manos para
desabrocharle la blusa.
- Sin manos Santi, sin manos, no
hagas trampas- dijo ella apartándolo entre risas de un empujón, se
levantó de la silla y se estiró en el sofá.- Ven, aquí será mas
fácil. Aún con ella tumbada, la tarea de desabrocharle la
blusa usando la boca y los dientes seguía siendo complicada y
terminó arrancando más de un botón, a Elena acostumbrada a aquel
tipo de juegos sexuales con Andrés, no parecía importarle y Santi
que unos meses atrás había sido incapaz de hacer ese tipo de cosas
con una chica, influenciado por la educación extremadamente
religiosa de sus padres y el sentimiento de culpa que ello
representaba, ahora se dejaba llevar como algo de lo más normal.
Cuando por fin Santi, consiguió su objetivo, Elena se levantó del
sofá terminándose de quitar la blusa, cogió el frutero de la mesa
y lo acercó nuevamente al sofá donde seguía esperando Santi, cogio
otra uva y se la metió al chico en la camiseta.
- Ahora me
toca a mi – dijo mientras el le sonreía.
- Haber si eres capaz
de hacerlo mejor que yo.
Elena tumbó a Santi en el sofá y metió
la cabeza dentro de la camiseta para salir al instante con la uva
entre los dientes y sonriendo maliciosamente, le quitó la camiseta y
metió otra uva entre sus pechos y el sujetador, aunque esta vez
agilizó el proceso desabrochándolo, así poco a poco terminaron
desnudándose el uno al otro. Santi, cogió en brazos a Elena y ella
agarró el frutero de la mesilla de sobremesa, así la llevó al
dormitorio de Mónica, que tenía una cama más grande que ella, una
vez allí, siguieron con sus juegos eróticos. Pasaron horas,
disfrutando el uno del otro. Durante el proceso, Elena empezó a
llamar a Santi, Andi que era como había llamado al desaparecido
Andrés, ya que era a él a quién ella veía cuando cerraba los
ojos. Santi, cesó en las bromas y los juegos y cada vez le costaba
más concentrarse, sobre todo cuando ella gritaba extasiada y con los
ojos cerrados el nombre de Andi. Al terminar, Santi fue al comedor
donde se había quedado su ropa desperdigada y empezó a vestirse sin
decir palabra. Ella salio detrás de él, percibiendo que algo iba
mal.
- ¿Qué estás haciendo?
- Me voy a mi casa…
Lo siento, pero no quiero competir con un muerto.
- No es lo que tú
crees, deja que te lo explique… por favor
- Esta bien- dijo
Santi sentándose en el sofá con un suspiro.
Ella entró un
momento en el dormitorio y salió tapada con una sabana, más por no
coger frío, después del esfuerzo realizado que por pudor y se
acurrucó en el sofá, donde empezó a explicarle a Santi sus
sospechas de que él era la reencarnación de Andrés.
- Si yo
fuera Andrés, ¿no crees qué me acordaría? Los recuerdos que tengo
en la cabeza, la gente que conozco, mis experiencias, son las de
Santiago, no las de Andrés, al que ni siquiera lo llegué a
conocer.
- Él era muy buena persona, en todos los sentidos…
igual que tú. Además todos tus amigos e incluso tu hermano,
aseguran que no eres la misma persona desde que saliste del coma, que
has cambiado radicalmente.
- Puede ser, pero eso no significa nada,
dicen que una experiencia cercana a la muerte, puede cambiar a la
gente. Lo siento Elena, pero yo no soy Andrés. Santi se
levantó y se fue, con un extraño nudo en la garganta. Estaba loco
por Elena, pero no quería que ella le quisiera por ser otra
persona. A pesar de ello, empezó a realizar sus propias
investigaciones, fue al hospital donde estuvo ingresado, el mismo al
que llevaron a Andrés antes de que muriera atropellado y habló con
una de las enfermeras que estaba de guardia la noche que él salió
del coma.
- Sorprendimos a un chico que decía ser tu amigo en
la habitación, después de que se fuera estuvimos vigilando por si
se le ocurría aparecer. Por esa razón, nos dimos cuenta de que tu
corazón se paró durante un momento, se puede decir que durante esos
segundos estuviste clínicamente muerto, pero enseguida te volvió a
latir, con más fuerza que antes, fue casi como un milagro. Yo creo
que eso es lo que te hizo salir del coma.
- ¿Me puedes decir a
que hora exactamente ocurrió eso?
- En un caso normal, ya lo
habría olvidado, pero lo tuyo amigo, no se olvida fácilmente… –
dijo la enfermera antes de darle la hora, la cual para sorpresa de él
mismo coincidía exactamente con la de la muerte de
Andrés.
Jotacé.
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