Queridos lectores, la
razón por la que hasta ahora no he podido meter la acostumbrada
entrada en el blog es que… y lo escribo en este momento con
lagrimas en los ojos, he sido secuestrado. Si, si, lo habéis leído
bien. No los vi venir de lo pequeños que eran, se me hecharon encima
el jueves por la tarde, o al menos es cuando yo me di cuenta de que
los tenía encima o mejor dicho dentro, ya que es dentro donde se te
meten esos H.P.
Lo acostumbrado en un secuestro es que te
encierren dentro de algún vehículo de cristales ahumados, te venden
los ojos y luego te encierren en un oscuro y tal vez húmedo zulo,
pero estos no, estos en vez de meterte a ti en algún sitio, son
ellos los que se te meten dentro y una vez allí, empiezan a
torturarte, hacen que te suba la temperatura del cuerpo, que te duela
todo, la cabeza e incluso las articulaciones, luego empiezan las
mucosidades y los lagrimones.
Te obligan a recluirte en casa y a
alimentarte de sopas y todo tipo de bebidas calientes y a drogarte
con pastillas cuyo nombre termina en ele y polvos preparados para
disolverse en preferiblemente agua y con sabor afrutado, normalmente
a naranja aunque en este caso me ha tocado albaricoque, que aunque en
un principio parece un sabor agradable, al final terminas
aborreciéndolo.
Después de un fin de semana encerrado en casa que
sinceramente, pensaba que sería suficiente para conseguir mi
propósito de librarme de esos incordios, me he dado cuenta de que no
ha sido así y hoy lunes que debería estar conectado como cada
semana, estoy escribiendo, con la nariz medio tapada, los ojos
llorosos y pensando que aunque hoy he ido a currar, es bastante
probable que si sigo así, tendré que quedarme en cama.
Así que
como dicen los chanclas, perdonen las disculpas y si estáis leyendo
esto es que tal vez ya haya conseguido escapar de mis microscópicos
secuestradores o mejor aún, echarlos.
Jotacé.
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