lunes, 18 de marzo de 2013

(H.C. 17) DESEMBARCO


La señal del exoesqueleto era demasiado baja como para ser detectada en el espacio y más teniendo en cuenta que la sala del trono estaba situada bojo tierra, así aunque los humanos fueran más bajos que los aborígenes que habitaban aquel planeta, la presencia de Tigre, era imponente para aquellos seres primitivos, que habían insistido de forma tan insolente en verle. Sin embargo las noticias que traía aquel ser que Tigre consideraba inferior, un traficante de esclavos conocido con el nombre Grob, eran prometedoras, después de tantos días de desidia. Al parecer hacía cosa de un mes, en un puerto de otro de los continentes, más al norte del planeta, había tenido un encuentro con lo que parecían humanos y eso solo podía significar una cosa, había supervivientes del Cristóbal Colón pululando por la superficie de aquel primitivo mundo. Tres por lo que le había parecido entender, viajaban en un barco, ayudados por marineros aborígenes y era muy probable que buscaran aquella base, con la intención de robar una nave y buscar ayuda en un planeta civilizado, al menos tecnológicamente hablando. Una misión suicida y desesperada, pero tal vez la última esperanza de aquellos supervivientes de regresar a la civilización. Tigre mandó llamar al rey de los aborígenes.  
- Dile a los tuyos que hay tres demonios, que se parecen a mi- dijo saliendo de su exoesqueleto- pero no son dioses, de todas maneras quiero que los capturen vivos y que los traigan a nuestra presencia. ¡A cualquier precio! 
Tigre sabía la conveniencia de que los terrícolas fueran llevados vivos, para que los aborígenes siguieran ignorando su propia mortalidad y la de los que como él llegaron del espacio.                               
 
 
Tres días más tarde, Grob estaba nuevamente en la ciudad portuaria donde había desembarcado hacía ya una semana y para su sorpresa, vio en el puerto un barco, que aunque solo había visto una vez anteriormente, sabía exactamente donde había sido, la misma tarde, antes de encontrarse con los misteriosos demonios, aquello era más que una casualidad y lo sabía, pero antes, tenía que asegurarse hablando con la tripulación, para sonsacarles la información, con tal propósito, estuvo vigilando el navío. En principio, todo parecía normal, eran comerciantes, que recorrían el planeta de un continente a otro, les habló de los dioses que allí habitaban y de la recompensa por los demonios, venidos de nadie sabía donde. Aquellos individuos empezaron a mirarlo con cierto recelo a comportarse de un modo que le pareció sospechoso y al final, optaron por regresar a su navío dando una falsa excusa. Para Grob estaba claro, aquel era el barco en el que viajaban los demonios, ahora tendría que convencer al gobernante para que le prestara unos cuantos hombres y asaltar esa misma noche el barco. Pero cuando se presentaron en el puerto con los soldados pertinentes, el barco ya había zarpado.                                                 
 
 
En la cabina del capitán, este junto con los principales miembros de la tripulación y los tres terrícolas, estudiaban los mapas.    
- Aquí es donde los piratas tienen su base y saben que estamos en el planeta- dijo Yumi          
- Habrá que buscar un lugar tranquilo y solitario donde desembarcar sin despertar sospechas- dijo Hugo.       
- Si lo que han dicho mis hombres es cierto, habrá que darse prisa, ese marinero con el que han hablado parecía saber demasiado y sospechar de nosotros- dijo el capitán         
- ¿Entonces que hacemos? No podemos volver hacia atrás y la costa no tardará en estar totalmente vigilada- dijo Fizo que no se separaba de sus amigos humanos.         
- El mejor sitio es aquí, en los arrecifes- dijo Robert señalando un punto en el mapa.- Será muy fácil para mi subir por los acantilados y arrojaros una cuerda.           
- Desde luego, nadie se esperará que hagamos por ahí el desembarco- dijo Yumi.                                  
 
 
Pasaba ya más de la media noche, el barco, se acercó lo justo para evitar chocar contra los arrecifes y fue una pequeña balsa la que llevó a los náufragos estelares hasta el empinado acantilado. Como muy bien había dicho Robert, para él fue muy fácil subir aquella montaña y lanzar una cuerda al resto del grupo. En principio solo iban a ser los tres terrícolas, pero Fizo se empeñó en acompañarles, un nativo podría acercarse a las aldeas y ciudades que se encontraran por el camino sin levantar sospechas, mientras ellos aguardaban escondidos en bosques y cuevas. Cuando empezaron la ascensión, todavía quedaban algunas horas para el amanecer, pero por suerte para los terrícolas, de entre las cosas que habían podido rescatar del Cristóbal Colón, aparte de algunas armas y provisiones también había potentes linternas que les servirían a Hugo, Yumi y Fizo, ya que una de las ventajas de Robert era el echo de poder ver en una oscuridad casi absoluta, como si fuera de día. La ascensión para los tres seres biológicos fue dura en especial para los dos humanos, el primero en subir fue Robert, evidentemente, luego Fizo, Yumi y Hugo que nada más empezar la escalada, vio como la barca que les había llevado asta allí, comenzó el camino de regreso hacia el barco.
Lo que ellos no sospechaban era que sus enemigos, capitaneados por el gobernador y por el propio Grob, habían ordenado ya vigilar la costa, por tierra mar y aire, gracias a sus naves aerostáticas, desde las que vieron las extrañas luces ascender por el acantilado, desde kilómetros de distancia y a trabes de señales lumínicas alertaron, tanto a las tropas de tierra como marítimas.         
Amanecía ya cuando Hugo llegó por fin a la cima y pudieron ver como poco después de llegar la balsa al barco, aparecieron tres embarcaciones voladoras y dos barcos de guerra que acorralaron al barco, que hasta entonces había sido su hogar y lo abordaron sin contemplaciones. Tras el exhaustivo registro del barco, este fue nuevamente conducido a puerto, donde tanto el capitán como la tripulación serían sometidos a un feroz interrogatorio, por suerte, previniendo que tal cosa pudiera ocurrir, la tripulación ya tenía preparadas las respuestas y el gobernador de la ciudad portuaria se vería obligado a dejarlos nuevamente en libertad. En cuanto a al grupo de supervivientes al que se le había sumado el nativo del barco Fizo, en cuanto vieron aparecer a todas aquellas embarcaciones y sabiendo que les era imposible hacer nada por sus amigos, se apresuraron a esconderse en el interior del bosque. Los soldados aborígenes de aquella parte del planeta, registraron el bosque en busca de los demonios, pero solo encontraron a Fizo, haciendo pasarse por un cazador. A la noche siguiente, el joven aborigen, regresó al bosque, con agua y alimentos y desenterró a los terrícolas que habían permanecido ocultos bajo tierra, con la ayuda de unas ramas huecas que les habían ayudado a respirar, al menos a los dos humanos. Ya con el camino despejado y después de recuperar fuerzas, comenzaron el viaje. Una etapa se cerraba en sus aventuras en aquel lejano planeta y otra nueva daba comienzo, ahora tierra adentro.                                                
 
Jotacé.

No hay comentarios:

Publicar un comentario