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Jota
miró la pantalla en blanco de su ordenador y empezó a pensar en
todos los acontecimientos que le llevaron a mudarse a aquel piso, a
conocer primero a Diana y más tarde a Mónica y que las cosas
ocurrieron, tal vez por ser quien es y hasta que punto se vio
influenciado por lo que algunos llaman “el destino”.
Esta
historia de lo que le ocurrió, poco tiempo de irse de casa de sus
padres y de cómo murió Daniel, su antiguo compañero de piso. Pero
para entender aquellos hechos, tenemos que retroceder mucho más en
el tiempo y empezar contando la historia de Doña Carmen, la abuela
de Daniel, ya que dichos acontecimientos están directamente
relacionados con ella. Doña Carmen, nunca sintió nada especial
por nadie, ni siquiera de niña y sin embargo, parecía transmitir
algo especial. Todos los que habían a su alrededor, se sentían
obligados a satisfacer sus deseos, hija de una familia obrera, los
dueños de la casa donde trabajaba su madre haciendo limpieza se
quedaron prendados de ella, que poco le importó el ser adoptada por
aquella nueva familia, aún provocando los celos del hijo de aquella
nueva familia, que la mimó hasta lo indecible. Pero había algo más,
era como si pudiera absorber la energía de todos los que tenía a su
alrededor y manipularlos a su placer.
Cuando le dijeron que sus
padres biológicos habían muerto durante la guerra fue incapaz de
sentir algo más que simple indiferencia. Ya de mayor se
convirtió en una mujer hermosa y a la vez manipuladora. A pesar
de sus encantos, le fue imposible controlar los celos de su hermano
adoptivo, que terminó violándola y ultrajándola con la complicidad
de alguno de sus amigos, quedando embarazada. Pero hasta del drama
supo sacar provecho y supo manipular a sus padres adoptivos para que
prepararan una boda en toda regla y evitar así la vergüenza en la
familia. Ya que todo el mundo sabía que ella era adoptada, nadie se
sorprendió ante aquella boda, más bien al contrario.
Sus padres
adoptivos enfermaron y murieron, primero su madre y al poco tiempo su
padre. Era como si al estar embarazada, fuera capaz de absorber mucha
más energía vital de los que la rodeaban. Tras el
nacimiento de su hija, su marido empezó a pasar más tiempo fuera de
casa por “motivos de trabajo”. A ella, muy poco le importaban los
escarceos de su marido, mientras pudiera mantener su estatus social,
tampoco su propia hija parecía importarle demasiado cuando la metió
sin dudarlo interna, en un colegio religioso.
Cuando las
habladurías de la gente la dejaron en evidencia, por culpa de las
infidelidades de su marido, Doña Carmen, lo hizo enfermar con la
ayuda de algún tipo de droga, una vez lo tuvo confinado en la casa
ya le fue muy fácil hacerlo enfermar sin ayuda de ninguna droga, le
bastaba con quedarse a su lado y verlo primero convertirse en un
vegetal y luego morir postrado en la cama. Al cumplir su
hija la mayoría de edad, huyó del opresivo ambiente al que le tenía
sometida su madre, casándose con el primer hombre que se le puso a
tiro. Pero en cuanto quedó embarazada, doña Carmen vio la excusa
perfecta para meterse nuevamente en la vida de su hija, con la excusa
de ayudarla a cuidar de su nieto. Poco a poco empezó a envenenar la
voluntad de su yerno, hasta casi obligarlo a abandonar el hogar
familiar.
Con el paso del tiempo, la fortuna de Doña Carmen fue
menguando y pronto tuvieron que dejar la gran casa familiar con
sirvientes y buscar un piso más modesto en las afueras y su hija un
trabajo que las ayudara a mantener cierto estatus.
La opresiva Carmen
parecía aguantar con una salud de hierro, todo lo que le echaran
encima, pero la de su hija, empezó a resentirse como antes les había
ocurrido a sus abuelos y a su padre. A los médicos les era imposible
administrarle un tratamiento adecuado para aquella enfermedad que
parecía ser crónica y viéndose casi en la imposibilidad de seguir
trabajando, cosa que Doña Carmen criticaba sin ningún escrúpulo,
tachándola de inútil y perezosa, la pobre mujer terminó
sucumbiendo a dichas torturas y una mañana amaneció muerta, después
de haber ingerido una cantidad excesiva de medicamentos. Ahora a Doña
Carmen solo le quedaba como victima inocente su nieto Daniel, que
apenas acababa de cumplir ocho años, en el que vio a la victima
perfecta para sus torturas psicológicas y sus manipulaciones.
Doña Carmen, nunca tuvo amigos, solo conocidos de los que
aprovecharse, nunca hacía nada bueno a menos que sacara algún tipo
de provecho con ello o para avergonzar de alguna manera a su nieto.
A
pesar del tiempo transcurrido tras el cambio de vecindario, seguía
manteniendo muy buenas relaciones con el párroco de su antigua
iglesia, a la que seguía acudiendo acompañada siempre de Daniel y
con alguna de las familias que acudían a dicha parroquia, una de
esas familias era la de Santi, que poseía una autoestima todavía
más baja que la del pobre Daniel, esa fue la razón por la que los
dos niños terminaron siendo amigos.
En la adolescencia, Daniel
cuyas notas del colegio, siempre habían sido más bien bajas,
terminó en un instituto de formación profesional, donde gracias a
su baja autoestima, se mantenía casi siempre alejado del resto de
sus compañeros, los cuales lo tenían sometido a continuas burlas y
bromas pesadas. Allí le tocó por compañero a Jota, que aparte de
respetarlo y dejarlo tranquilo, le ayudaba en todo lo que podía.
Solo en una ocasión, dio la cara por él, claro que esa vez, los
hostigadores, también se estaban burlando de él y curiosamente al
hacerles frente, consiguió que uno de aquellos pequeños macarras,
terminara saliendo en su defensa y aunque siguió con las bromas,
hacia aquellos dos frikis, evitó que las bromas y los abusos fueran
a más. Aquel pequeño macarra, era Paco, que con su actitud
defensora de los débiles, se ganaba la atención de alguna que otra
compañera. Los fines de semana, mientras el apocado Daniel se
quedaba en casa, cuidando de su despótica abuela, a veces con la
ayuda de su amigo Santi, Jota era iniciado en las noches de fiesta y
borrachera de la mano de su amigo Paco y otros compañeros, aún así,
él era el tímido del grupo, el chico que siempre se quedaba
solitario en una esquina con un baso en la mano, sin saber como
entrarle a las chicas que por allí pululaban.
Al terminar el
instituto, Jota siguió manteniendo la amistad con Paco y con el
grupo que se había creado, mientras que Daniel, terminó
recluyéndose en su casa con su abuela, saliendo esporádicamente al
cine con su amigo Santi o a alguna excursión de esas que organizaba
la parroquia, con su abuela, la cual lo seguía sometiendo como
siempre había hecho. El único consuelo del chaval, era el de salir
a buscar un trabajo de provecho y después de trabajar en todo tipo
de trabajos esporádicos, la mayoría de ellos conseguidos gracias a
la ayuda del cura, que tenía en gran estima a su abuela, terminó
encontrando un trabajo por su cuenta en la misma fabrica donde ya
llevaba año y medio trabajando Jota, que se apresuró en
recomendarlo a sus jefes. Así fue como terminaron reencontrándose
aquellos dos antiguos compañeros de instituto.
Jotacé.
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