lunes, 24 de junio de 2013

(H.C. 24) UNA OFERTA DE TRABAJO

Las autoridades tanto bíraras como terrestres, fueron informadas de la captura del espía Hugo Cortes por parte de los bíraros. Los terrícolas reclamaban al prisionero, era un traidor para los suyos y eran ellos los que debían juzgarlo y más si los bíraros deseaban evitar un incidente diplomático. La noticia también llegó al Cristóbal Colón.
 - Muy pronto lo han capturado- dijo la capitana Otomo malhumorada. 
 - Si consiguió escapar del Colón, quizá pueda hacerlo de una prisión bírara- dijo Robmed.
 - Quizá, pero aquí tubo un poco más de ayuda… y probablemente los bíraros habrán tomado sus precauciones.
 - Por otro lado a los piratas no les interesará que llegue vivo a la Tierra y se sepa la verdad, su auténtico espía volvería a estar bajo sospecha.
 - Hemos enviado a uno de nuestros mejores hombres a una muerte casi segura y encima estamos casi como al principio, incluso puede que peor.
 - Es un riesgo que había que correr y todavía no está todo perdido.


 Una nave lanzadera biraro, llego al satélite colonial donde Hugo estaba preso, con la orden de devolver al prisionero humano con los suyos. 
 Para los bíraros, el cuerpo de un humano les traía sin cuidado y puesto que Hugo solo era un prisionero, ni tan siquiera se molestaron en devolverle su ropa, limitándose a encerrarlo en lo que ellos consideraban una celda, una jaula de barrotes demasiado separados entre si para un humano, pero que sin embargo estaba suspendida a una altura considerablemente alta, con lo que la caída podía ser mortal y desnudo como estaba se sentía todavía más indefenso si cabía. Unos pequeños robots voladores, incapaces de soportar demasiado peso, se ocupaban de acercarle la comida y el agua. Sus compañeros de prisión se comunicaban entre ellos por medio de silbidos y pitidos, como los de los pájaros, pero más altos, ese era su idioma, el de los bíraros. Uno de ellos se dirigió a él en el idioma terrícola, aunque sonaba como la voz de un loro tratando de imitar el lenguaje humano.
 -¿Qué hace un humano en una prisión bírara?
 - Ojala lo supiera. Estoy acusado de espionaje, primero por los míos y luego por los tuyos.
 - Ya veo. ¿Lo eres?
 - No, pero poco importa cuando nadie te cree. ¿Y tú que has hecho?
 - A mi me soltarán pronto, solo soy un polizón que busca una oportunidad en las colonias. De pronto la pequeña jaula de Hugo empezó a moverse hacia una de las salidas. - Parece que vas a salir de aquí humano. ¡Espero que tengas suerte!
 - ¡Gracias!
 Sin estar esposado, pero con una cadena atada al cuello como si fuera un animal, fue trasladado por los pasillos del satélite, bajo la mirada de los diferentes bíraros con los que se cruzaba, que lo miraban con curiosidad, a él le ocurrió lo mismo con los primeros seres extraterrestres que llego a ver durante su estancia en el Cristóbal Colón. Al llegar al hangar, descartó el salir corriendo y subirse en otro caza, probablemente le costara llegar a los mandos de una nave bíraro, eso sin contar con tener el equipo apropiado ni la fuerza suficiente para librarse de sus guardianes, tampoco sabría donde ir. Los soldados Bíraros que le custodiaban, le pasaron la correa que lo mantenía atado a los guardias que habían venido a buscarlo, cruzaron palabras en aquel extraño idioma que era como el piar de las aves y luego sus nuevos guardianes, lo empujaron hacia la lanzadera, encerrándolo en la pequeña celda que había en su interior. Poco después la nave despegó del hangar para perderse entre las estrellas, hacia un destino incierto. 
 En la pequeña nave hacía todavía más frío que en el satélite y más cuando se abrió la puerta de la celda. 
 - Valla, valla… no está mal lo que veo- dijo Norma, la mujer que lo había perseguido en el planeta Oceana
 - ¡¿Qué haces tú aquí?!- dijo Hugo sorprendido.
 - Por lo que se ve, liberarte de tus… “amigos” los bíraros- contesto ella irónica, pasándole una bolsa de viaje que llevaba en la mano.
- Hemos oído hablar de tus habilidades como piloto y como creo que te has quedado sin trabajo. Hugo abrió la bolsa, en la que encontró todas las pertenencias que le habían quitado los bíraros.
 - ¿Y a quien le debo la carta de recomendación?- preguntó mientras sacaba la ropa de la bolsa y empezaba a vestirse.
 - Un amigo común. Todavía no estas en la organización, querido. Así que yo de ti me abstendría de hacer demasiadas preguntas.
 - ¿Y si no acepto la oferta? 
 - Digamos que no tienes mucha elección tal como están las cosas, la única manera de seguir vivo es aceptando la proposición, así que tú mismo.
 - Está bien, pues tú dirás.
 - De momento, te prefería mejor sin ropa- dijo Norma desabrochándose su ajustado mono de vuelo.
 - ¿Es esto una prueba?
 - Tal vez- dijo ahora en un susurro.
 Norma le agarro por la nuca, se lo acercó y lo beso, mientras le desabrochaba también a él el mono de piloto introduciendo su mano hasta sus partes pudientes. 


 La auténtica lanzadera de los bíraros que había sido enviada a recoger al prisionero llegó a la estación espacial con sus órdenes, para encontrarse con que el prisionero ya había sido trasladado. El humano se había burlado de ellos al igual que antes lo había echo de los suyos. 


Por la gravedad que notó al bajar de la nave, era evidente que el hangar donde había aterrizado la nave, estaba emplazado en un planeta, probablemente con atmósfera propia, sin embargo le era imposible saberlo con seguridad, ya que en ningún momento del viaje se le había permitido ir a la cabina de pilotaje y durante su breve estancia allí tampoco se le permitió subir a la superficie. La oficina donde se encontró con su anfitrión, tenía los ventanales cerrados y estaba iluminada con luz artificial. Era evidente que sus anfitriones querían que Hugo ignorara en que planeta se encontraba, probablemente era un asentamiento ilegal, que carecía de control colonial.
 - Ahora conocerás a Dios, es el que maneja el cotarro.
 - ¿Dios?- dijo Hugo sonriendo socarrón.
 El tamaño de todo era enorme, como del sitio donde había estado preso, tamaño bíraro y un bíraro era el que le esperaba en la oficina.
 - Así que tú eres el piloto nuevo- dijo el jefe de los contrabandistas con su chillona voz de bíraro.
 - Y tú… ¿Dios?
 - Cuando llegue el momento sabrás por que me llaman así. De momento serás enviado a una de nuestras bases en los asteroides. Servirás de enlace entre las colonias… ¡Ah! Y que te den otra ropa… ese uniforme canta mucho.
 - Tú mandas jefe.

 Jotacé 

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