lunes, 17 de junio de 2013

(M.N.07) PERSECUCIÓN NOCTURNA

Ahora Doña Carmen, era Doña Eulalia, sabía todo lo que ella sabía y veía todo lo que ella veía. Aquello era más que una conexión telepática, era como si Doña Eulalia fuera una extensión de si misma, como un brazo o una pierna, también era aquella enorme gata blanca o cualquier otro animal nocturno del que decidiera tomar su apariencia, era poderosa y lo sabía. 
 Hacía rato que sentía próxima una presencia extraña y cuando la puerta del edificio se abrió para dejar entrar a su nieto, lo vio con sus agudos y felinos y también con los de doña Eulalia. Un niño con cara de anciano o un anciano con cara de niño, la espiaba desde lo alto de la azotea del edificio de enfrente. Con la puerta cerrada sería extraño que doña Eulalia se la volviera a abrir para dejarla salir, al menos con su nieto delante y atravesarla como atravesó la lápida de su tumba habría resultado todavía más extraño, así que subió las escaleras de cinco en cinco, ahora el edificio le pertenecía y sabía en que apartamentos estaban sus inquilinos, convirtiéndose en una especie de niebla, se escurrió entre puertas y ventanas, para salir por fin a la calle, donde se transformó en una enorme ave, un depredador nocturno, una lechuza blanca, que subió volando asta la azotea donde había estado aquel ente, pero este ya había desaparecido. Convertido en una extraña nube ascendía ya por el cielo, alejándose de la ciudad, doña Carmen seguía notando su presencia y emprendió la persecución. Aquel ser era parecido a ella, pero distinto, más viejo y con menos poderes, en realidad podía notar que nunca había sido como ella. Pero tal vez, podría darle algunas explicaciones antes de matarlo, ya que el hecho de que la estuviera espiando, lo convertía en una amenaza. Liberó a Doña Eulalia de su influencia, para que la mujer pudiera seguir con sus quehaceres diarios, mientras ella se centraba en su persecución. 
 El paisaje bajo sus ojos cambiaba a medida que se alejaba de la ciudad. Aquella nube, se había alejado muy rápidamente y le costaba mucho darle alcance, pero terminaría haciéndolo, ella lo sabía. Sobrevoló otros pueblos y ciudades, ríos, bosques y montañas en pos de su escurridiza presa, acercándose milímetro a milímetro. Las horas pasaban y notaba como sus poderes disminuían a medida que se alejaba del lugar que le había visto renacer en la muerte. El ser que ya parecía estar a su alcance, empezó nuevamente a alejarse y a tomar distancia, cada vez más rápido y aunque ella, incansable no cesó en su empeño, la claridad del inminente día la hizo descender y tomar tierra, donde se vio transformada nuevamente en la anciana que era, o que había sido en sus últimos días de vida, sin los achaques que suelen tener los vivos, pero si con algunas de sus limitaciones. 
El día la había sorprendido lejos del lugar al que pertenecía y sabiendo que continuar con la persecución era inútil, decidió emprender el viaje de regreso, sin importarle la distancia, aunque pronto comprendió que se había alejado más de lo que creía, un solitario transeúnte se lo confirmó al pararse ante ella y preguntarle algo en lo que parecía francés. Ella lo ignoró como fingiendo sordera y el hombre se le acercó para hablarle un poco más fuerte al oído, ella lo agarró y acercando su boca al cuello de su víctima, empezó a succionarle la sangre a través de los poros de la piel, asta que su presa calló inconsciente, eso le dio fuerzas para seguir andando un rato más. 
Llegó a una tumba desconocida, escondida en un bosque y olvidada por los habitantes más próximos del lugar y por el tiempo transcurrido. Apenas una piedra desgastada y sin señal alguna de las inscripciones que una vez tubo, indicaba el lugar, perfecto para el reposo de un vampiro perdido y lejos de su autentico lugar de reposo, se arrodillo en aquel montón de tierra cubierta de hierva y apoyando allí sus manos, se vio transportada a aquel oscuro lugar, dos metros bajo tierra. 
Doña Carmen, que nunca había sido aficionada a la lectura gótico fantástica y a decir verdad a ningún otro tipo de literatura y que sus únicas referencias estaban en algunas películas que había visto con su nieto, estaba aprendiendo a las duras las reglas de su nueva existencia. A la vez que cerraba los ojos en aquel lugar de descanso, fue consciente, de los huesos removiéndose en otra tumba, en otro lugar ahora lejano, pero que a pesar de la distancia los sentía como propios, lo que notaba con todos los recuerdos de quien había sido en vida, era al hombre que la había recogido dos noches a tras, cuando ella misma despertó y del que se alimentó sin esperar a que parara el coche, provocando aquel mortal accidente. Ahora aquel cuerpo, con todos sus recuerdos y experiencias le pertenecían como el suyo propio y se agitaba en la tumba esperando por salir y alimentarse. 
Aunque doña Eulalia seguía atada a ella y podía ver lo que ella veía y saber lo que la buena mujer sabía, ahora doña Eulalia había vuelto a tomar el control, eso era lo que la diferenciaba del hombre del accidente, este estaba muerto y era ella la que movía completamente sus hilos, en cambio la portera, aún teniendo el control sobre ella y aunque su sangre corriera por las venas de aquella mujer, seguía viva, consciente y la distancia hacia que hubiera perdido casi por completo el control sobre ella.


 Daniel salió aquella mañana a trabajar como cualquier otro día y le extrañó la ausencia de la portera en la escalera, el encuentro con ella de la tarde anterior le había parecido demasiado extraño, como si hablara con su propia abuela, incluso el comportamiento de Selina, la gata de aquella mujer le había parecido raro, como si pudiera entender lo que ellos decían y así se lo contó a su amigo Jota en el trabajo. 
 - ¿Y no será que echas de menos a tu abuela? Después de todo te has criado con ella y la acabas de perder, supongo que es normal.
 - Yo, no sé lo que es, Jota. Pero hasta que hagamos los cambios y te vengas a vivir allí… Yo… yo…
 - Supongo que si a mis padres no les importa que vallas a comer, tampoco les importará que te quedes a dormir una temporada, cuando llegue a casa se lo preguntaré. 
 - Gracias tío, te lo agradezco.
 Los padres de Jota estuvieron de acuerdo, a cambio de un pequeño alquiler por el tema de gastos, cosa a la que Daniel estuvo totalmente de acuerdo, en aquel momento hubiera pagado lo que fuera por salir una temporada de aquel agobiante piso. Aquella misma tarde, fueron a buscar las cosas más imprescindibles de Daniel. Al salir de allí, se encontraron con doña Eulalia, la buena mujer parecía un poco trastornada.
 - ¿Le pasa algo doña Eulalia? ¿Dónde está Selina, su gata?
 - ¿Mi gata? No es una gata de verdad… es… es… 
 La mujer pareció desfallecer y tuvieron que ayudarla a entrar en la casa, por suerte para ellos, en ese momento entró doña Maruja, siempre al tanto de todo lo que pasaba, se quedó con la anciana asta que empezó a recuperarse.
 - ¿Qué te vas de viaje?- pregunto Maruja.
 - No, voy a vivir unos días en casa de mi amigo Jota, mientras hacemos reformas en el piso, luego él se instalará conmigo- dijo señalando a su amigo.
 - A tu abuela no le gustará- dijo doña Eulalia levantando la vista hacia los dos jóvenes. 
 - Con todos mis respetos señora, creo que a doña Carmen le gustaría saber que su nieto no está solo- dijo Jota.
 - Y no estará solo joven… eso te lo puedo asegurar… ella… ella… sigue… aquí- dijo la anciana misteriosa. Jota le parecía increíble lo que acababa de oír cuando salieron del edificio, pero su amigo Daniel estaba pálido. 


 Jotacé.

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