lunes, 5 de agosto de 2013

(H.C. 27) EL COMIENZO DE LA REBELIÓN

Tigre y Norma se quedaron a una cierta distancia del poblado, con una pequeña guarnición de escolta, por si surgía un imprevisto. Mientras el grueso de sus fuerzas entraba en el poblado con la intención de arrasarlo todo. Pero se encontraron con una sorpresa, aparentemente los habitantes de la aldea la habían abandonado, llevándose consigo incluso a los animales. Pero lo que más desconcertaba y asqueaba a los soldados, era aquel penetrante olor a aceites que impregnaba el aire. Entre los que habían entrado en el poblado, se encontraba el antiguo subordinado de Xalor, que miró incrédulo a su alrededor.
 - Será mejor que salgamos de aquí, esto es una trampa- dijo.
 - ¿De qué tienes miedo? Los dioses están de nuestro lado- dijo uno de los soldados que lo acompañaban.
 De repente enormes bolas de fuego surgieron desde distintas partes del bosque del bosque, cayendo tanto en el poblado como en una gran zanja que lo rodeaba, camuflada con hierbas secas y con aceites inflamables en su interior, que rápidamente convirtieron el pueblo en un infierno haciendo que el terror se apoderara tanto de los soldados que habían caído en la trampa, como de observadores que contemplaban el dantesco espectáculo desde su puesto privilegiado.

 Dos días antes Yumi, había mandado llamar a los habitantes del poblado, para hablarles del peligro que corrían si se quedaban allí.
 - ¡Ellos son despiadados! ¡Nunca nos perdonarán! ¡Cada vez que vienen se llevan la mayor parte de nuestras cosechas y el ganado en honor de sus dioses, para alimentar a los soldados y a los esclavos! ¡Ahora vendrán, lo destruirán todo y nos esclavizarán!- replicó el jefe del poblado.
 - ¡Entonces huid! Iros a alguna ciudad o esconderos. ¡Por favor no queremos que os masacren por nuestra culpa!
 - ¡No! ¡Decís que no tendrían que estar aquí, que tenéis que habéis venido a buscarlos! ¡Pero os equivocáis! ¡Esta es nuestra tierra y lucharemos por ella! ¡Nosotros los echaremos! 
 - ¡Esta bien! ¡Si es lo que queréis, habrá guerra! ¡Pero si queréis luchar por vuestra libertad tendréis que estar preparados para morir!- dijo Yumi.
 - ¡Desde que ellos llegaron, hasta los jóvenes han tenido que prepararse para morir por esos demonios! ¡Ahora moriremos por nosotros!- dijo un anciano. 
 - ¿Alguna idea chicos?- dijo Yumi dirigiéndose a Hugo y Robert.
 - Tú eres la jefa- contestó Hugo.
 - Está bien. Xalor, jefe, chicos. Reunámonos en la casa grande, hay que ver como salimos de esta.
 Al día siguiente, mientras Tigre y Norma emprendían el viaje hacia el poblado, la mayor parte de sus habitantes se preparaban para la batalla, siguiendo las indicaciones de los que se habían convertido en sus líderes en aquellos momentos de crisis. 
Así, la mayor parte de las nativas, junto con los niños y ancianos, partieron hacia las montañas escoltados por unos pocos machos nativos a los que fue difícil convencer de que su misión era tan importante como la de los que se quedaban, a estos se les encomendó varias tareas, cavar la zanja que rellenarían con hiervas secas y aceites combustibles. Otros fueron a lugares estratégicos, escondidos en el bosque que rodeaba el poblado, donde fabricaron grandes catapultas que apuntaban al pueblo que ya daban por perdido y que se estaba convirtiendo en una autentica ratonera para los invasores. 


 Muy pocos soldados lograron escapar de la trampa y algunos de ellos fueron abatidos por las rudimentarias pero certeras armas de los habitantes del poblado, habidos de la sangre de los que hasta ese momento habían sido sus verdugos. Yumi dio la orden de parar la matanza.
 - ¡Sed compasivos, o os pondréis a su nivel!- ordeno la capitana
 - ¡¿Y qué?! ¡Ellos no fueron compasivos con nosotros! ¡¿Por qué tendríamos que serlo nosotros?!- dijo uno de los nativos
 - ¡Para que la noticia sobre esta victoria se propague por todas partes!- dijo Hugo.
 Desde el escondite donde observaban, Tigre y Norma vieron lo terriblemente mal que fue todo y que sería muy difícil explicárselo a Dios, pero aquello era algo imposible de ocultar, era el comienzo de una guerra. Para el prisionero que llevaban con ellos, aquella era la prueba de quienes eran los auténticos dioses, que además de castigar a aquellos demonios y a sus sirvientes, le daban una oportunidad para escapar. 
Así mientras todos estaban atentos a los acontecimientos que se desarrollaban en la aldea, él consiguió quitarse sus ataduras y salir de allí corriendo. Tigre, cogió su arma, con la que apenas tenía que apuntar para acertar en el blanco, pero el prisionero que corría hacia la espesa vegetación, tropezó con una piedra y cayó por un terraplén, perdiendo la conciencia, pero conservando la vida. 
- ¡Id tras él y comprobad que esté muerto!- ordenó Tigre, pero tras los últimos acontecimientos sus soldados estaban aterrorizados- ¡AHORA!
 Los soldados corrieron al lugar por donde había desaparecido, al ver el cuerpo tendido en el fondo del terraplén, lo dieron por muerto y regresaron rápidamente con sus jefes, que ya estaban informando a sus superiores, con esos artefactos que los dioses usaban para comunicarse entre ellos y que solo ellos y algunos pocos nativos elegidos sabían utilizar. 
 En el bosque Yumi, ordenaba a sus tropas, retirarse a las montañas, donde se estaban preparando los refugios, algunos de los soldados que habían logrado escapar del poblado, fueron capturados y se rindieron incondicionalmente pidiendo unirse a la nueva causa ya que a la mayoría de ellos se les forzó en su momento a alistarse en aquel ejercito, para gloria de los dioses. 


 Mientras los naufrago se alejaban de la aldea que les había acogido, con sus nuevos camaradas, vieron como varios cazas sobrevolaban el bosque que rodeaba la aldea, destruyéndolo a su paso. Un par de esas naves, un poco más grandes, había pasado a recoger previamente a Tigre, Norma y su escolta. 
 El calor de la proximidad del fuego, hizo despertarse, al que apenas unas horas antes había sido prisionero de aquellos que ahora consideraba demonios venidos del cielo. La suerte que parecía estar a favor del fugitivo, lo llevó a un riachuelo, gracias al cual consiguió escapar de las llamas. 


En el castillo, que había encima de las minas de ambrosío, Dios parecía mostrarse más comprensivo de lo esperado con sus subordinados Tigre y Norma. 
 - Es evidente que los hemos subestimado. Ahora la rebelión es inevitable, pero no es tan malo como pensáis, les haremos responsables de lo ocurrido en esa aldea y nos será más fácil reclutar a más nativos. Todos aquellos que se rebelen, serán condenados a las minas. Nuestros enemigos no tienen donde ir y tarde o temprano caerán, así que en cierto modo nos están haciendo un favor con esta rebelión. ¡Ja, ja, ja, ja, ja…! 
 En las cuevas, donde los antiguos habitantes de la aldea se estaban organizando, sin tiempo para celebraciones, Yumi se reunió a solas con Hugo y Robert. 
 - Amigos, temo que si había alguna posibilidad de hacer las cosas de otra manera, ya es demasiado tarde. Si la rebelión fracasa y nosotros morimos, los nativos estarán perdidos. Por eso hemos de dividirnos. 
 - ¡¿Qué?!- exclamó Hugo. 
 - Lo que oyes. Tú eras uno de los mejores pilotos del Cristóbal Colón y además, ya estuviste antes en el interior de esas instalaciones y tú, Robert, eres un androide sorprendente, capaz de tomar la apariencia de cualquier ser humano. Por eso debéis continuar con la misión original. 
 - Pe-pero… ¿y tú?- dijo Hugo incrédulo. 
 - Alguien a de dar la cara y dirigirlos…- dijo Yumi acariciando el rostro de Hugo con ternura- Ya está todo decidido, mañana partiréis junto con algunas mujeres, niños y ancianos que buscarán refugio en otras aldeas y ciudades, Fizo y Kina os acompañarán para ayudaros en vuestra misión. 


 Jotacé.

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