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sábado, 29 de diciembre de 2012
Talking Heads - Psycho Killer (with Lyrics)
Dedicada a mis Locos Peligrosos que ya estoy estoy terminando.
jueves, 27 de diciembre de 2012
(L.P. 24) DESCUBIERTOS
Finalmente,
los efectos de la adrenalina pasaron para Alicia, que se quedó dormida abrazada
a Vicente, el en cambio permaneció en vela pensando en los acontecimientos del
día anterior. Todo había ido extraordinariamente rápido, en el momento en el
que llegó de la comisaría y se la encontró a ella con el cadáver del que había
sido su empleado en el suelo y bañado en un charco de sangre. “Ahora ya somos
iguales”, le dijo justo antes de que se sobresaltaran con el sonido del
teléfono móvil, que el desdichado guardaba en el bolsillo, ambos lo miraron fijamente,
sin moverse un ápice, esperando a que cesara el sonido. Vicente registró al
muerto, le sacó el móvil del bolsillo y le sacó la batería, justo cuando estaba
empezando a sonar nuevamente. “Hay que librarse del muerto cuanto antes, pero
lo mejor será que esperemos a la noche” le dijo a Alicia. Metieron el coche del
desdichado en la chatarrería. Fue ha buscar bolsas de basura grandes, de esas
que se usan para el jardín y metieron al muerto antes de encerrarlo en el maletero
del vehículo. Limpiaron el zulo a fondo, de cualquier cosa que pudiera
delatarles. Sonó el teléfono de la chatarrería, era la familia del desdichado,
preguntando por él, por supuesto Vicente les dijo que ignoraba su paradero, ya
que él había tenido que ausentarse aquella tarde y cuando regresó a casa, la
chatarrería ya estaba cerrada.
Esa
noche, fueron a un descampado, él condujo el coche de su antiguo empleado y
Alicia uno de los que tenían que desguazar, pero que todavía funcionaba. Quemaron
al coche con el difunto dentro y cuando regresaban, Vicente sintió la necesidad
de atropellar a aquel vagabundo, para demostrarle a Alicia que todas las
muertes que había perpetrado antes de conocerla eran ciertas. Cuando llegaron a
la chatarrería el subidón de adrenalina era tal, que todavía en el coche, se
desnudaron y empezaron a follar como posesos. Por
fin los ojos de Vicente empezaron a ceder al sueño, cuando la estruendosa risa
de su padre, volvió a resonar en su cabeza.
-
¿Te crees que esto ya ha terminado? Mañana estará aquí la policía, buscando a
la victima de esa loca, eso si no encuentran sus restos antes entre las cenizas
del coche, no muy lejos del vagabundo que has atropellado, como hacías antes. Y
luego están los restos del atropello en el coche que habéis usado para volver.
Sin mencionar a tu novia, a la que también están buscando. Te advertí que era
un error tenerla contigo, pero no me hiciste caso y ahora ya habéis cometido
demasiados errores. ¡Ja, ja, ja, ja…!
La
estruendosa risa de su padre, lo hizo levantarse como si tuviera un resorte. Zarandeó
a Alicia que seguía durmiendo profundamente a su lado.
- ¿Qué pasa?- preguntó soñolienta
-
Hemos de prepararnos para irnos lo antes pasible.
- ¿Irnos? ¿Ahora? ¿Adonde?
-
Si ahora, antes de que amanezca. Todavía no se adonde, pero lejos, muy lejos,
probablemente a otro país, Así que date una ducha y vístete mientras preparo el
desayuno.
X X
X X
Santi, a través de su hermano Abel,
volvió a contactar con Paula, la mujer policía que le había hecho colgar los
hábitos de sacerdote. Santi y sus amigos le contaron la investigación que había
llevado a cavo para encontrar a Alicia y como el rastro les había llevado a la
chatarrería de Vicente, cosa que les hacía sospechar que aquella loca, a quien
realmente había querido asesinar era a Elena. Paula daba poco crédito a las
investigaciones de aquellos “detectives aficionados”, pero aun así, esta misma
tarde se reunió con los agentes que estaban investigando ambos casos.
- Bueno, hace tiempo que no
encontramos nada sólido, así que le haremos otra visita de cortesía, pero sin
una prueba valida, nos es imposible pedir una orden de registro, dijo el
compañero de homicidios.
En ese momento entro un
agente de uniforme preguntando por el que se encargaba normalmente de las
desapariciones.
-
En tu mesa te dejo otro atestado de desaparición, la familia está muy preocupada
– dijo el agente
-
Oye, si no te importa, te acompañaré a ver al chatarrero ese – le dijo Paula a
su compañero de homicidios.
Cuando
los dos policías se disponían a irse, el tercero los llamó.
- Creo que
tenemos indicios suficientes para que nos den esa orden de registro – dijo con
el informe de desaparición en la mano.
-
¿Y eso?– preguntó el agente de homicidios.
-
El tipo que ha desaparecido, trabaja en la misma chatarrería que dirige vuestro
sospechoso.
Paula
y el otro policía se lo quedaron mirando.
-
Ya estamos tardando – dijo Paula. Aquella
mañana, los pocos empleados de la chatarrería, habían tenido que irse, al
encontrársela cerrada y sin que Vicente que era el dueño diera señales de vida
a pesar de que lo habían intentado localizar por todos los medios, tampoco
sabían nada de su otro compañero, el que la tarde anterior se había quedado a
cerrar, así que decidieron regresar a sus casas, después de varias horas allí
esperando y sospechando que había ocurrido alguna cosa turbia.
Cuando la
policía llegó, tuvieron que forzar la puerta de entrada para poder acceder a
aquel cementerio de coches. El registro fue todo lo exhaustivo posible y entre
otras cosas, consiguieron encontrar el zulo, donde había estado encerrada Alicia,
evidencias de que por allí había pasado una mujer joven, a pesar de que ninguno
de los empleados interrogados hubiera visto a su joven jefe con ninguna mujer,
todos del comportamiento de su jefe, que en los últimos días se había vuelto
más extraño de lo normal. También encontraron los restos de un atropello en uno
de los coches, e inmediatamente se cursó una orden de busca y captura, para el
fugitivo y su posible cómplice.
Jotacé
jueves, 20 de diciembre de 2012
DIARIO DE CLONA (Pilar Alberdi)
Serie de cuentos de Ciencia Ficción en los que podemos vernos reflejados en los
numerosos personajes que pueblan estas historias. Por un momento seremos «los
recordadores, los clones, los hombre-maquina, los Cobra Violent, las personas
atosigadas por los medios de información en sociedades frías y burocráticas, y ,
por supuesto, no faltan los alienígenas.
Visita el blog de la autora en http://pilaralberdi.blogspot.com
Accede a su blog de literatura fantástica en http://sobreliteraturafantastica.blogspot.com
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lunes, 17 de diciembre de 2012
(H.C. 12) PELIGRO EN EL PARAISO
En la isla de Utópica,
en el planeta Oceana, se encontraba un extenso muestrario de todas
las razas que habitaban en el planeta, pero al contrario que en el
resto de las islas y archipiélagos de aquel mundo, se esforzaban por
vivir en paz y armonía entre todos. La norma principal era clara,
vive, deja vivir y trabaja por el bien de la comunidad. Allí habían
prescindido por completo de los robots, pero en vez de ser un
impedimento, favorecía la convivencia de los habitantes de la isla.
Los trabajos y los horarios laborales eran rotatorios, solo se
trabajaban cinco horas diarias obligatorias, el resto del tiempo, lo
podías ocupar como buenamente quisieras. El dinero allí carecía de
sentido, todo era de todos, menos la individualidad personal de los
habitantes, a los que se animaba a pensar si mismos y a tener
iniciativa propia ya que esa era la mejor forma de que todos pudieran
aportar ideas nuevas a la comunidad, todo el que se empeñara en
romper las reglas y la armonía del lugar en más de cinco ocasiones
diferentes durante un periodo inferior a un año, sería expulsado de
la comunidad.
En un principio, los diez representantes de Utópica, dos por cada especie inteligente que allí habitaba, fueron muy reticentes a recibir a Hugo y Marina en la isla, ya que desaprobaban el turismo, pero finalmente Iván que frecuentaba la isla, comerciando con ellos en un intercambio de objetos, intercedió por ellos, los isleños les proporcionaron un alojamiento a cambio de cosas que Vítor les dio de su barco. Les dio a Hugo y Marina las provisiones para los cinco días que permanecerían allí. El deseo de pasar desapercibidos y el trato afable y cordial de los habitantes, les hizo colaborar como si de dos nuevos habitantes se tratara, trabajaron sus cinco horas, aprendiendo los distintos trabajos que se les asignó y en el tiempo que tenían de libre, se dedicaban a aprender más de la isla y de sus habitantes, pero también a conocerse mejor el uno al otro y ver que tenían más en común de lo que creían, también la atracción mutua que sentían se hizo más evidente, al menos para ellos, ya que para el resto de sus vecinos, siempre lo habían dado por hecho. Al cuarto día de estar allí, ya se estaban planteando el quedarse a vivir para siempre, claro que Marina tenía a su familia relativamente cerca de allí, mientras que Hugo los tenía a años luz, en la lejana Tierra, eso sin contar con el hecho de ser considerado un desertor por sus superiores, poco imaginaban que habían otras circunstancias que les harían regresar a la realidad, fueron los representantes humanos de la comunidad, dos ancianos, hombre y mujer, los que aquella mañana les mandaron llamar, para llevarles a una torre, parecida a un faro y señalarles la aparición aquella misma mañana de un barco sumergible en las costas de la isla.
- ¿Es posible que os busquen a vosotros? Siempre nos pareció bastante evidente, que os estabais escondiendo. - dijo el hombre
- Hay muchas probabilidades de que así sea.- reconoció Hugo, Marina le apretó la mano visiblemente preocupada.
- En estos días os habéis recorrido la isla de un lado a otro.- dijo ahora la mujer.- Llevaros un intercomunicador y os llamaremos cuando pase el peligro.
Apenas les dio tiempo a recoger algunas provisiones e internarse en la espesa vegetación, de la isla, mientras los oscuros visitantes desembarcaban. Efectivamente, eran caza recompensas, enviados por los piratas espaciales buscándoles a ellos. Por supuesto los habitantes de la isla dijeron desconocer la existencia de los protagonistas.
- De todas maneras, nos quedaremos más tranquilos echando un ojo para asegurarnos. Si es cierto que no saben nada, no tendrán nada de que temer- dijo el líder de los mercenarios, un imponente bíraro con muy malas pulgas.
- En nuestra isla no se permiten turistas ni curiosos de ningún tipo y menos si van armados.- dijo uno de los representantes, un anciano bíraro, como su interlocutor.
El mercenario envió una señal que hizo salir del barco sumergible a barios guerreros que rodearon y apuntaron con sus armas a los representantes de la isla.
- Si todo va bien, no tardaremos mucho en irnos. Espero que por su bien, no escondan a nadie. No nos gustaría estropear este hermoso lugar- advirtió el mercenario.
Pronto un pequeño ejército, compuesto por seres de todas las especies, se desplegó por las calles de la pacífica ciudad de Utópica y varios comandos se internaron en la selvática jungla que imperaba en toda la isla, tal y como hacía algunas horas habían hecho los protagonistas, pero al contrario que ellos, los mercenarios iban fuertemente armados además de llevar consigo pequeños robots rastreadores. Otros habitantes de la isla, se habían internado en los agrestes parajes del interior, al igual que Hugo y Marina, así que a los pequeños robots les costó un rato dar con un rastro que se pudiera identificar con el de los fugitivos.
- Los robots han detectado algo- informo por fin el líder de uno de los comandos.
- ¿Qué decís ahora viejos?- preguntó el líder mercenario.
- Aquí no le obligamos a nadie de la isla a permanecer en la ciudad, todos tienen derecho a ir a cualquier parte de la isla- respondió el anciano bíraro, que representaba a dicha especie en la isla. Por desgracia, nadie en la isla tenía armas y menos como las que tenía el pequeño ejercito invasor, o al menos eso es lo que todo el mundo creía. Por suerte para los fugitivos, los mercenarios los querían vivos, al menos a Hugo, que en cuanto vio a sus perseguidores, ya pisándoles los talones, instó a Marina a seguir con su huida, haciéndoles él frente, armado tan solo con una gruesa rama recogida del suelo. Gracias a su entrenamiento en el servicio militar, les puso las cosas difíciles a sus perseguidores, Marina viéndolo ya casi atrapado, dio media vuelta, para ayudarlo, pero ella carecía del mismo entrenamiento que Hugo y enseguida la cogieron.
- ¡Soldado, solo te queremos a ti! Así que deja de resistirte o la matamos a ella- dijo uno de los mercenarios apuntando a Marina a la cabeza.
Hugo se rindió sin ofrecer más resistencia y el jefe del comando informó a sus superiores. Luego regresaron por donde habían venido hasta llegar al pueblo, el cual estaba particularmente desierto.
- No os preocupéis, probablemente tienen a toda la gente reunida en la plaza principal- les informó el mercenario.
Pero al llegar a la plaza se vieron rodeados por los habitantes del lugar, que les apuntaban con armas de las que ellos mismos carecían. Los Utopicanos estaban mejor preparados de lo que parecía y habían tomado por sorpresa a los invasores, empezando por su jefe. Los despojaron de todo el armamento que llevaban consigo, obligándoles a soltar a sus presas para salir de la isla con el rabo entre las piernas.
A la mañana siguiente de la partida de los mercenarios, llegó Víctor, con nuevas noticias.
- El Cristóbal Colón ha llegado al sistema. Sería conveniente que te pusieras en contacto con tus superiores- le informó a Hugo
- Supongo que si- respondió Hugo suspirando mientras miraba a Marina-, aunque creo que ya donde quiero venir cuando termine el servicio.
- Si, te entiendo y no eres el único que echarás de menos Utópica- dijo Marina agarrándole la mano con fuerza mientras le devolvía la mirada con una leve sonrisa algo marcada por la tristeza.
Víctor percibió aquel gesto con algo de celos, aunque sabía que el piloto no tardaría mucho en irse y que pronto se olvidarían, él uno del otro. Pero antes de que el Cristóbal Colón, partiera en una nueva misión, Marina recibió un mensaje de Hugo, en el que le decía que su nave patrullaría en los próximos años por aquel sector de la galaxia y que esperaba poderla visitar próximamente.
Jotacé.
En un principio, los diez representantes de Utópica, dos por cada especie inteligente que allí habitaba, fueron muy reticentes a recibir a Hugo y Marina en la isla, ya que desaprobaban el turismo, pero finalmente Iván que frecuentaba la isla, comerciando con ellos en un intercambio de objetos, intercedió por ellos, los isleños les proporcionaron un alojamiento a cambio de cosas que Vítor les dio de su barco. Les dio a Hugo y Marina las provisiones para los cinco días que permanecerían allí. El deseo de pasar desapercibidos y el trato afable y cordial de los habitantes, les hizo colaborar como si de dos nuevos habitantes se tratara, trabajaron sus cinco horas, aprendiendo los distintos trabajos que se les asignó y en el tiempo que tenían de libre, se dedicaban a aprender más de la isla y de sus habitantes, pero también a conocerse mejor el uno al otro y ver que tenían más en común de lo que creían, también la atracción mutua que sentían se hizo más evidente, al menos para ellos, ya que para el resto de sus vecinos, siempre lo habían dado por hecho. Al cuarto día de estar allí, ya se estaban planteando el quedarse a vivir para siempre, claro que Marina tenía a su familia relativamente cerca de allí, mientras que Hugo los tenía a años luz, en la lejana Tierra, eso sin contar con el hecho de ser considerado un desertor por sus superiores, poco imaginaban que habían otras circunstancias que les harían regresar a la realidad, fueron los representantes humanos de la comunidad, dos ancianos, hombre y mujer, los que aquella mañana les mandaron llamar, para llevarles a una torre, parecida a un faro y señalarles la aparición aquella misma mañana de un barco sumergible en las costas de la isla.
- ¿Es posible que os busquen a vosotros? Siempre nos pareció bastante evidente, que os estabais escondiendo. - dijo el hombre
- Hay muchas probabilidades de que así sea.- reconoció Hugo, Marina le apretó la mano visiblemente preocupada.
- En estos días os habéis recorrido la isla de un lado a otro.- dijo ahora la mujer.- Llevaros un intercomunicador y os llamaremos cuando pase el peligro.
Apenas les dio tiempo a recoger algunas provisiones e internarse en la espesa vegetación, de la isla, mientras los oscuros visitantes desembarcaban. Efectivamente, eran caza recompensas, enviados por los piratas espaciales buscándoles a ellos. Por supuesto los habitantes de la isla dijeron desconocer la existencia de los protagonistas.
- De todas maneras, nos quedaremos más tranquilos echando un ojo para asegurarnos. Si es cierto que no saben nada, no tendrán nada de que temer- dijo el líder de los mercenarios, un imponente bíraro con muy malas pulgas.
- En nuestra isla no se permiten turistas ni curiosos de ningún tipo y menos si van armados.- dijo uno de los representantes, un anciano bíraro, como su interlocutor.
El mercenario envió una señal que hizo salir del barco sumergible a barios guerreros que rodearon y apuntaron con sus armas a los representantes de la isla.
- Si todo va bien, no tardaremos mucho en irnos. Espero que por su bien, no escondan a nadie. No nos gustaría estropear este hermoso lugar- advirtió el mercenario.
Pronto un pequeño ejército, compuesto por seres de todas las especies, se desplegó por las calles de la pacífica ciudad de Utópica y varios comandos se internaron en la selvática jungla que imperaba en toda la isla, tal y como hacía algunas horas habían hecho los protagonistas, pero al contrario que ellos, los mercenarios iban fuertemente armados además de llevar consigo pequeños robots rastreadores. Otros habitantes de la isla, se habían internado en los agrestes parajes del interior, al igual que Hugo y Marina, así que a los pequeños robots les costó un rato dar con un rastro que se pudiera identificar con el de los fugitivos.
- Los robots han detectado algo- informo por fin el líder de uno de los comandos.
- ¿Qué decís ahora viejos?- preguntó el líder mercenario.
- Aquí no le obligamos a nadie de la isla a permanecer en la ciudad, todos tienen derecho a ir a cualquier parte de la isla- respondió el anciano bíraro, que representaba a dicha especie en la isla. Por desgracia, nadie en la isla tenía armas y menos como las que tenía el pequeño ejercito invasor, o al menos eso es lo que todo el mundo creía. Por suerte para los fugitivos, los mercenarios los querían vivos, al menos a Hugo, que en cuanto vio a sus perseguidores, ya pisándoles los talones, instó a Marina a seguir con su huida, haciéndoles él frente, armado tan solo con una gruesa rama recogida del suelo. Gracias a su entrenamiento en el servicio militar, les puso las cosas difíciles a sus perseguidores, Marina viéndolo ya casi atrapado, dio media vuelta, para ayudarlo, pero ella carecía del mismo entrenamiento que Hugo y enseguida la cogieron.
- ¡Soldado, solo te queremos a ti! Así que deja de resistirte o la matamos a ella- dijo uno de los mercenarios apuntando a Marina a la cabeza.
Hugo se rindió sin ofrecer más resistencia y el jefe del comando informó a sus superiores. Luego regresaron por donde habían venido hasta llegar al pueblo, el cual estaba particularmente desierto.
- No os preocupéis, probablemente tienen a toda la gente reunida en la plaza principal- les informó el mercenario.
Pero al llegar a la plaza se vieron rodeados por los habitantes del lugar, que les apuntaban con armas de las que ellos mismos carecían. Los Utopicanos estaban mejor preparados de lo que parecía y habían tomado por sorpresa a los invasores, empezando por su jefe. Los despojaron de todo el armamento que llevaban consigo, obligándoles a soltar a sus presas para salir de la isla con el rabo entre las piernas.
A la mañana siguiente de la partida de los mercenarios, llegó Víctor, con nuevas noticias.
- El Cristóbal Colón ha llegado al sistema. Sería conveniente que te pusieras en contacto con tus superiores- le informó a Hugo
- Supongo que si- respondió Hugo suspirando mientras miraba a Marina-, aunque creo que ya donde quiero venir cuando termine el servicio.
- Si, te entiendo y no eres el único que echarás de menos Utópica- dijo Marina agarrándole la mano con fuerza mientras le devolvía la mirada con una leve sonrisa algo marcada por la tristeza.
Víctor percibió aquel gesto con algo de celos, aunque sabía que el piloto no tardaría mucho en irse y que pronto se olvidarían, él uno del otro. Pero antes de que el Cristóbal Colón, partiera en una nueva misión, Marina recibió un mensaje de Hugo, en el que le decía que su nave patrullaría en los próximos años por aquel sector de la galaxia y que esperaba poderla visitar próximamente.
Jotacé.
jueves, 13 de diciembre de 2012
SÉ QUE ESTÁS AHÍ (Irene Comendador)
Sinopsis

¿Dónde están los límites del erotismo?
Comenzando por algo tan sutil como el brillo de una vela reflejado en el charol de un zapato de aguja, hasta convertirlo en recipiente de esperma.
De dibujar con delicadeza los contornos femeninos a carbón sobre papel granulado, a destrozar la obra depositándola sobre el lecho donde se desata la pasión.
De la elegancia de un muslo blanco y firme, entrevisto en el corte de una falda con vuelo, a rasgar la tela aún más ligera de la ropa interior para alcanzar el húmedo premio.
El beso casto y lleno de cariño que es la nota que abre un baile en el que las lenguas se entrelazan, los labios se funden y los dientes llegan a chocar. Observar desde la distancia, sin tocar ni ser tocado, o introducirse de lleno hasta saborear el sudor, la saliva y otros néctares.
Si a todo ello le añadimos la mezcla de géneros y el suspense en la trama, podremos encontrar un libro cargado de relatos sin tapujos que te dejará, lo quieras o no, con la sangre caliente y el corazón acelerado.
Comenzando por algo tan sutil como el brillo de una vela reflejado en el charol de un zapato de aguja, hasta convertirlo en recipiente de esperma.
De dibujar con delicadeza los contornos femeninos a carbón sobre papel granulado, a destrozar la obra depositándola sobre el lecho donde se desata la pasión.
De la elegancia de un muslo blanco y firme, entrevisto en el corte de una falda con vuelo, a rasgar la tela aún más ligera de la ropa interior para alcanzar el húmedo premio.
El beso casto y lleno de cariño que es la nota que abre un baile en el que las lenguas se entrelazan, los labios se funden y los dientes llegan a chocar. Observar desde la distancia, sin tocar ni ser tocado, o introducirse de lleno hasta saborear el sudor, la saliva y otros néctares.
Si a todo ello le añadimos la mezcla de géneros y el suspense en la trama, podremos encontrar un libro cargado de relatos sin tapujos que te dejará, lo quieras o no, con la sangre caliente y el corazón acelerado.
lunes, 10 de diciembre de 2012
(L.P. 23) TRAS LA PISTA DEL HALCÓN MILENARIO
Ya
empezaba a hacer calor, incluso en aquella noche sin luna en la que
la polución de la ciudad solo permitía dejar ver un número muy
limitado de estrellas. Aquel tipo, deambulaba, tambaleándose,
solitario por las calles de las afueras de la capital, llevaba la
misma ropa desde hacía semanas y una prominente barba, pelo largo y
una gorra que le ocultaba su desgreñada cabellera. A lo lejos, en un
descampado, vio las llamas de una hoguera y pensó que tal vez un
grupo de desheredados como él, se habían reunido allí para
calentarse como había ocurrido otras veces, así que comenzó a
caminar hacia lugar y entonces vio como los faros de un coche se
acercaban hacia él a toda velocidad.
- ¡Mira ese tío!
Parece un vagabundo. ¿Crees qué nos ha visto?- dijo Alicia sentada
en el asiento del copiloto del coche.
- Ponte el cinturón
cariño, ya verás que divertido.- contestó Vicente, apretando el
acelerador del cohe.
El hombre, deslumbrado por los faros se
tapó el rostro sin creerse lo que le venía encima, poco después,
saltaba por los aires a consecuencia de la terrible embestida. Dentro
del coche Vicente y Alicia rieron de forma histérica. Vicente hizo
derrapó para dar media vuelta y pasar por el encima del vagabundo
antes de marcharse nuevamente a casa donde harían el amor como
posesos. Mientras, en el descampado ardía él coche del que hasta
esa tarde había sido de su encargado, con el cadáver de su dueño
dentro.
X X
X
La información sobre la pegatina que
había en la parte de atrás del coche que había ayudado a escapar a
Alicia, cuando esta intentó apuñalar a Mónica algunas semanas
antes, ya había llegado a la policía, pero tanto Jota como sus
amigos se habían echo eco de aquella pista y habían decidido usar
las redes sociales de Internet, para propagar la información y fue
conectado en una de esas redes sociales donde una tal Lola Fuentes,
se puso en contacto con el:
Lola: Hola. ¿Eres el que está
buscando el Halcón Milenario?
Jota: ¿El Halcón Milenario? No se
de que me hablas.
Lola le dio la marca del coche, el color y le
dijo que en la parte de atrás, había dos pegatinas, una con el
“Halcón Milenario” y la otra con el rostro de Darth Vader, a
Jota le pareció imposible, pero por fin alguien parecía saber algo
de aquel coche.
Jota: ¿Sabes quien es dueño del
coche?
Lola: Si, de Félix mi ex, o al menos lo era cuando
salíamos juntos, por que creo que lo vendió. Es un fanático de la
“Guerra de las galaxias”, por eso lo llamaba “El Halcón
Milenario”
Jota: ¿Sabes la matrícula? Es muy
importante.
Lola: Lo siento, no la recuerdo, pero te puedo decir
como localizar a Félix.
Jota: Si, por
favor. Lola le pasó a Jota un número de teléfono fijo.
Poco después, apagó el ordenador y marcó el número.
-
Digaaaa… ¿Quién ehhh?- dijo la voz de una señora mayor al otro
lado de la línea.
- Hola, buenas tardes, puedo hablar con
Félix.
- Un momento… ¡Feliiiih, te llaman…! ¡No lo sé, no
me lo ha dicho! ¡¿Quién ereh?!
- Pues…- comenzó a
decir Jota un tanto desconcertado.
- Hola, dígame.- dijo esta vez
una voz ronca.
- Hola, buenas tardes, estaba buscando a
Félix.
- Si, soy yo. ¿Qué quiere? Jota le preguntó al
hombre por el coche con las pegatinas de Star Wars, describiéndole
la marca.
- Nooo. Ese coche era de mi hiho, pero lo
vendió.
- ¿No sabrá por casualidad la matrícula, verdad? Es
que tememos que su dueño actual esté implicado en un delito grave y
tenemos la descripción del vehículo, pero nos falta la
matrícula.
- Pué no sabría decihle, tendría que
preguntárselo a éh, lo que pasa eh que ya no vive con nosotroh, si
quiere le doy er número de su móvih.
- Si es tan amable, se lo
agradecería.
Poco después, Jota estaba llamando a Félix,
pero tras sonar varias veces le salió el buzón de voz, le dejó un
mensaje, luego estuvo tentado de llamar a Mónica y darle la buena
nueva, pero finalmente se decidió a tener como mínimo el número de
la matrícula del coche.
Tras esperar toda la tarde a que el tal
Félix le devolviera la llamada decidió volver a llamar él, esta
vez tuvo más suerte. Jota le explico parte de la historia, de cómo
lo había localizado a través de su exnovia Lola y que para
localizar a Alicia, necesitaba la matrícula de su antiguo
coche.
- Puedo hacer, más que eso colega, te puedo dar el
nombre y la dirección, fue una venta sin intermediarios.
El
corazón de Jota empezó a latir a toda velocidad. ¿Podía ser
posible que tuviera la dirección del cómplice de Alicia y puede que
incluso el paradero de está? Al rato llamó a Mónica, a Diana y a
Santi y aunque lo más sensato, era darle aquella información a la
policía, decidieron asegurarse de que realmente habían encontrado
una buena pista, yendo ellos personalmente al día siguiente.
Mónica,
todavía un poco débil, por sus heridas se abstuvo a ir, pero Elena
aprovecho la oportunidad, ya que tenía motivos más que sobrados,
también Santi, quiso acompañar a sus amigos. Jota puso el JPS, que
le llevó a la dirección indicada en la capital. Santi y Elena,
permanecieron cayados durante todo el viaje, intentando mirar cada
uno hacia otro lado, tenían que hablar y aclarar sus ideas, pero
tendrían que esperar al momento indicado, ahora lo que imperaba era
encontrar a Alicia.
Cuando finalmente llegaron al lugar,
decidieron que uno de ellos tendría que quedarse en el coche por si
ocurría algo, sin embargo, ni Jota por la relación que acababa de
iniciar con Mónica, ni Elena por ser la hermana de la víctima, ni
Santi por la relación que hasta hacía poco tiempo había mantenido
con Elena, querían quedarse en el coche, así que le tocó Diana, a
pesar de ser la más indicada para tales menesteres. Si iban con un
poco de tacto estarían fuera de peligro. Los tres amigos
estuvieron en la casa unos veinte minutos, luego salieron un tanto
desencantados.
- ¿Qué ha pasado?- preguntó Diana al ver sus
caras largas.
-El dueño del “Halcón Milenario” se compró
un coche nuevo un par de semanas antes de que Alicia apuñalara a
Mónica- contestó Jota.
- Evidentemente dio su antiguo coche junto
con la entrada del viejo y bueno, nos ha dado la dirección del
concesionario.
Los amigos, llegaron al concesionario, justo
cuando estaban apunto de cerrar, esta vez les tocó el turno de
entrar, solo a las chicas, allí era evidente que estaban fuera de
peligro y fue Diana la que en todo momento llevó la iniciativa,
contándole al dueño del concesionario la investigación que estaban
llevando a cavo. Sin llegar a identificarse como tal, el hombre llegó
a la conclusión de que ella era policía y le informó de todo lo
que quería saber.
- Tenemos contactos con tiendas de coches de
segunda mano, donde los arreglan, los ponen al día y los sacan otra
vez a la venta, pero creo que el coche del que me hablan ustedes,
estaba ya bastante cascado y ese tipo de coches tan viejos son
llevados directamente al desguace. Tratamos con varias chatarrerías,
esperen les daré algunas tarjetas. El hombre abrió un cajón y
sacó las tarjetas que se las pasó a Diana. Luego se despidieron
dándose la mano.
-¿Qué, ha habido suerte?- preguntó
Santi
- Si ha esto lo llamáis suerte.- dijo Diana enseñando el
puñado de tarjetas.- Son las direcciones de los desguaces y
chatarrerías donde puede haber ido a parar el coche.
-
¡Déjamelas ver!- dijo Santi cogiéndoselas mientras miraba
fijamente a Elena, que en ese momento adivinó lo que él estaba
pensando. Bajo la atenta mirada de Jota y Diana, Santi empezó a
pasar las tarjetas asta llegar a la de la chatarrería de Vicente, en
la que ellos habían estado hacía ya unos meses. “¡Dios Mio!”
exclamó Santi. “¡Joder!” fue la palabra que eligió Elena,
ambos tuvieron el extraño presentimiento de que aquello era algo más
que una simple casualidad.
Jotacé.
miércoles, 5 de diciembre de 2012
LA RASTREADORA (Antonio Lagares)
Descripción del producto
Una novela contundente
Alberto Andrade
Fundación de Estudios Literarios Lector Cómplice
Un thriller psicológico cargado de tensión
Mientrasleo
La magnífica prosa, cuidada y precisa, de Antonio Lagares se conjuga en esta obra con la intriga y la "parasicología", con la psiquis, para darnos una magnífica historia, no carente de cierto escalofrío que nos lleva a plantearnos y replantearnos muchas cosas. ¿Dónde comienza la realidad y termina la ficción? Sin lugar a dudas un viaje por los lugares más recónditos y oscuros de la mente humana, novelados con precisión milimétrica.
Antonia J Corrales
Bestseller Amazon
SINOPSIS
La mente es un laberinto sin salida para cualquier elemento perturbador que intente profanarla. Para Élyran, la rastreadora no lo es. Ella consigue extraer de lo más profundo lo que nunca queremos recordar… Todo lo que tratamos de ocultar a nuestra conciencia.
Élyran tiene una nueva misión: rastrear la mente de Miguel, un vagabundo que permanece aferrado a estar siempre cerca de una iglesia ¿Lo logrará?
Luego de cuatro ediciones del libro Obsesión. Relatos entre el amor y el odio, el escritor español Antonio Lagares retoma con la novela La Rastreadora el tema de la porosa frontera de la mente humana entre el bien y el mal, entre la demencia y la cordura.
Alberto Andrade
Fundación de Estudios Literarios Lector Cómplice
Un thriller psicológico cargado de tensión
Mientrasleo
La magnífica prosa, cuidada y precisa, de Antonio Lagares se conjuga en esta obra con la intriga y la "parasicología", con la psiquis, para darnos una magnífica historia, no carente de cierto escalofrío que nos lleva a plantearnos y replantearnos muchas cosas. ¿Dónde comienza la realidad y termina la ficción? Sin lugar a dudas un viaje por los lugares más recónditos y oscuros de la mente humana, novelados con precisión milimétrica.
Antonia J Corrales
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SINOPSIS
La mente es un laberinto sin salida para cualquier elemento perturbador que intente profanarla. Para Élyran, la rastreadora no lo es. Ella consigue extraer de lo más profundo lo que nunca queremos recordar… Todo lo que tratamos de ocultar a nuestra conciencia.
Élyran tiene una nueva misión: rastrear la mente de Miguel, un vagabundo que permanece aferrado a estar siempre cerca de una iglesia ¿Lo logrará?
Luego de cuatro ediciones del libro Obsesión. Relatos entre el amor y el odio, el escritor español Antonio Lagares retoma con la novela La Rastreadora el tema de la porosa frontera de la mente humana entre el bien y el mal, entre la demencia y la cordura.
Biografía del autor
Antonio Lagares (1956, Utrera, en la provincia de Sevilla). Desde su etapa de estudiante se inicia en la literatura aunque no puede desarrollar sus inquietudes literarias a plenitud. No obstante, se dedica a recopilar notas y preparar materiales pensando en el futuro. En la actualidad está inmerso en va-rios proyectos literarios. Ganador de varios premios literarios: Primer Premio en el Concurso Internacional GEMMA de poesía, 1986, Vizcaya, por la obra «Juventud Perdida». Primer Premio VI Concurso CALIOPE Y POLIMNIA de Relatos, León, 1986, con el libro «Sueños de una mente infiel». Accésit II en el Certamen literario LAS TRES CARABELAS, Málaga, 1988, por el relato «Obsesión». Segundo Premio en el XIII concurso internacio-nal GEMMA de teatro, 1989, Vizcaya, con la obra «El reloj sin tiempo». Premio EL PAISAJE, de Novela, 1989, por la obra «Crónica de una profecía». Premio Especial del Público V CERTAMEN RELATOS CANAL LITERATURA, Murcia, 2008, por el relato «El día libre». Primer Premio CERTAMEN UN CUENTO EN MI BLOG. ZonaLiteratura, Argentina, 2010, por el relato «El Ángel de la Guarda».lunes, 3 de diciembre de 2012
(H.C. 11) A AÑOS LUZ
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Desde
la posición donde estaba escondido, podía ver sin ser visto a sus
presuntos secuestradores. Marina tomaba el sol, vestida tan solo con
un pareo, también el individuo desconocido, de aspecto moreno, por
los vientos de Oceana, tenía el torso descubierto y vestía tan solo
unos pantalones, muy cortos y ajustados.
- ¿Cómo has
conocido al piloto y por que os persiguen esos individuos?- preguntó
el desconocido.
- Me hice pasar por uno de esos androides
camareros, que tiene mi padre en el local…- contestó Marina,
bajando la cabeza.- les oí decir que querían lavarle le mente y que
espiara para ellos en la nave en la que está destinado.
-
¡Creía que habías dejado de hacer ese tipo de cosas! Si tu padre
se entera.
- Si tu no se lo cuentas, no tiene por que
saberlo…
- Ya claro… Eso explica por que lo persiguen a él,
pero… ¿y a ti? Marina, le contó al desconocido como había
ocurrido todo, incluyendo la persecución por los barrios portuarios
de la isla. - Y por eso desconfía de ti. ¿Qué piensas hacer
ahora? Él no se fía de ti y tú por muy buenas intenciones que
tengas no puedes retenerlo en contra de su voluntad.
- Si
tenéis tan buenas intenciones como aseguráis, tal vez no me quede
más remedio que confiar en vosotros.- dijo Hugo, que en ese punto de
la conversación, ya había escuchado suficiente y decidió salir de
su escondite.
- ¡Vaya, estabas ahí!- dijo Marina irguiéndose,
mientras se hacía sombra en los ojos con las manos.- Me alegra que
por fin hayas entrado en razón.
En realidad Hugo seguía
desconfiando, pero decidió seguirles el juego. Si estaban dentro de
aquella extraña conspiración, tal vez podría conseguir información
y darle la vuelta a lo que fuera que estaban intentando.
- Hola
amigo, soy Víctor Vargas. Siento haber tenido que dejarte inconsciente.
-
Tranquilo, probablemente yo habría hecho los mismo. Soy Hugo Cortes,
piloto en la nave estelar Cristóbal Colón- los dos hombres se
estrecharon las manos.- El Colón no llegará a Oceana hasta dentro
de cuatro días, necesito permanecer oculto hasta entonces, luego
intentaré ponerme en contacto con ellos para que vengan a
recogerme.
- Siento que no podamos ayudarte Hugo, pero tu
presencia nos pone en peligro y más con ese uniforme. Además tengo
negocios que atender…
- ¡Víctor! No pluralices, nos puedes
dejar en la isla Utópica, allí no nos encontrarán y nos recoges
dentro de cuatro días.
- ¿Estás loca? Además, ¿qué pasa
con tus padres?
- Ahora mismo me pondré en contacto con ellos y
les contaré cualquier cosa para que no se preocupen, además olvidas
que nuestros perseguidores también me vieron a mí y que también
necesito desaparecer.
- Está bien cabezota, haré lo que me
pides. Entretanto será mejor que tú piloto se quite el uniforme…
llama demasiado la atención.
Víctor y Marina fueron a la cabina
de control del yate, ella para hablar con sus padres y el para poner
rumbo a la isla de Utópica.
X X X
Dos años más tarde,
desde la proa del barco nativo, Hugo miraba las estrellas recordando
todo aquello. Dos océanos en dos mundos separados por años luz de
distancia y Hugo seguía con el rostro de Marina grabado a fuego en
su memoria, la esperanza de volverla a ver era la única razón por
la que seguía a la capitana Yumi Otomo en su misión suicida. Dos
semanas atrás el barco, había tenido que salir de puerto
precipitadamente, después de que unos aborígenes que les habían
atacado con oscuros propósitos, vieran sus rostros humanos, debajo
de los harapos con los que se habían aventurado a bajar a puerto y
el capitán se vio obligado a recorrer la costa, haciendo escala en
los diversos puertos, para mal vender su mercancía, en todo ese
tiempo, por precaución, ellos habían permanecido abordo y más
teniendo en cuenta que en su tercera escala, el capitán les informó
de que se estaban extendiendo los rumores de extraños seres vistos
en el lugar donde habían sufrido el ataque. Aquello preocupaba a la
capitana, ya que si dichos rumores conseguían atravesar el océano y
llegar a las tierras donde estaban refugiados los piratas espaciales,
las cosas podrían ponerse muy difícil para ellos. Hugo vio como
oscuros nubarrones de tormenta empezaban a tapar el manto de
estrellas que solía cubrir el cielo de aquél mundo por las
noches.
- ¿Todavía piensas en esa chica de Oceana?- dijo Robert
poniendo la mano en el hombro de Hugo.
- Si… No… En fin
supongo que pienso un poco en todo.
- La capitana te espera en su
camarote, será mejor que vayas.
Hugo se dirigió al camarote que
los aborígenes les habían asignado para que se sintieran más
cómodos. Desde que la auténtica naturaleza robótica de Robert,
había quedado al descubierto, la capitana prefería compartir su
lecho con Hugo, después de todo, ellos eran probablemente los únicos
humanos, en aquel planeta, o al menos en aquella parte. Aunque
ninguno de los dos estuviera enamorado, sus mutuas y casi silenciosas
caricias durante el coito les hacían recordar a sus amantes
perdidos. Era imposible saber si para la capitana era un consuelo, el
tener la certeza de que nunca más vería al verdadero Robert Rico,
en vez de al androide médico que había tomado prestada su imagen,
Hugo en cambio, sentía estar traicionando a Marina a la cual tenía
una pequeña e intensa esperanza de volverla a ver, si alguna vez
lograban salir de aquel planeta con vida.
Un rayo lejano,
convirtió por un segundo la noche en día, la tormenta se estaba
acercando. El capitán nativo, tomo personalmente el mando del navío
intentando evitar una tormenta, que ya se les echaba encima y que ni
siquiera la presencia de aquellos tres dioses parecía favorecerles.
Hugo y Yumi, salieron del camarote para ayudar al resto de la
tripulación. Mientras se arriaban las velas, grandes holas hacían
tambalearse al barco de un lado a otro, dificultando la labor de
todos, tanto fue así, que la fuerza del mar y del viento terminaron
partiendo uno de los palos mayores, dos de los nativos quedaron
heridos y el joven Fizo cayó al mar, Robert saltó al rescate, pero
las aguas estaban demasiado enfurecidas y a pesar de la fuerza
sobrehumana del androide, fue imposible hacer algo por ellos, que
desaparecieron entre las turbulentas aguas.
Cuando amainó la
tormenta, Hugo y Yumi pudieron retirarse a su camarote, exhaustos y
con el temor de que la desaparición de Robert hiciera evidente para
sus anfitriones nativos que su presencia en aquel planeta, tuviera
poco que ver con lo divino.
A la mañana siguiente, cuando se
atrevieron a salir del camarote, los nativos los miraban con más
reverencia y admiración que antes. Por lo que pudieron entender, les
daban las gracias a ellos, de que la tormenta respetara al navío,
con tan solo un par de bajas leves. En cuanto a la desaparición de
Robert y Fizo, creían que ahora estaban en el reino mágico del que
ellos como dioses procedían. Para colmo el navío había amanecido
junto a las costas de una isla desconocida, incluso para el capitán,
alejada del continente y probablemente desierta, en la que podrían
tomarse un par de días o tres para reparar el
barco.
Jotacé.
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