Los líderes de las tres
naves de la alianza que habían participado en la emboscada al
asteroide, junto con sus oficiales de más alta graduación, se
reunieron en la nave de los bíraros, para analizar lo que había
podido salir mal. La capitana Yumi Otomo se hizo acompañar de su
segundo de abordo, Robert Rico y del androide Robmed, que tras su
uniforme llevaba la apariencia de un apuesto actor de mediados del
siglo veinte. No cabía duda, los contrabandistas habían sido
avisados por algún espía traidor. Inevitablemente, todos se echaban
la culpa unos a otros, pero la lealtad del teniente Snyder y su
actuación durante todo el asalto habían quedado seriamente en
entredicho, al menos entre los mautones, que lo hacían responsable
de la muerte de algunos de sus hombres, aunque también culpaban de
ello a la temeraria actitud de los bíraros participantes en el
asalto. Para los bíraros sin embargo, la actitud del teniente
humano, había sido digna de elogio y comparable a la de los bíraros
y echaban la culpa a la lentitud de los mautones que achacaban a su
“natural cobardía” lo que les había hecho fracasar en la
misión.
- ¡Señores! Es evidente que todos hemos tenido
algo de culpa en la misión- dijo Otomo en tono conciliador- aunque
no cabe ninguna duda de que en una de las tres tripulaciones hay un
traidor, puede incluso que todos tengamos a un traidor, ya que el
asteroide fue abandonado antes de nuestra llegada. Sería sensato
pues, que antes de lanzarnos acusaciones unos a otros resolviéramos
nuestros propios problemas internos. Hasta entonces es mejor que
realicemos las misiones por separado.
Todos se miraron unos a
otros malhumorados, sin más remedio que dar la razón a la capitana
Otomo.
De regreso en el Cristóbal Colón. Yumi Otomo,
después de mandar poner rumbo al planeta colonial terrestre más
próximo en su trayectoria, ordenó una reunión de urgencia, para
ver que era lo que había podido salir mal. A la reunión, asistieron
además de Yumi, Robert y Robmed, el teniente Snyder al que
consideraban máximo responsable del desastre.
- ¡¿Soy yo el
responsable de que la base pirata estuviera deshabitada cuando
llegamos?! ¡¿De qué el choque con el caza bíraro me dejara
incomunicado o de qué los piratas hubieran minado el asteroide?! -
dijo Snyder ofendido.
- ¡No consentiré que me alce la
voz! ¡Además si usted no hubiera tomado la iniciativa de explorar
el asteroide por su cuenta, no abrían muerto los
mautones!
- ¡Oh, claro que si! ¡Probablemente habríamos
muerto todos! ¡¿O es que olvida que los piratas que quedaban allí
estaban minando el asteroide?! ¡Capitana aquello era una auténtica
trampa, en todos los sentidos! Se que desobedecí ordenes y que no
merezco una medalla precisamente, pero sabe que estoy diciendo la
verdad. ¿Además que hay del piloto Hugo Cortes? Es uno de mis
mejores hombres, pero desde que volvió de Oceana a cambiado.
-
Cortes, carecía de la información necesaria para avisar de la
emboscada- intervino Robmed- además no veo como hubiera podido
informar a los piratas.
- Yo tampoco, pero aún así…
- Está bien teniente, retírese. Tomaremos las medidas
oportunas. Snyder, imaginaba cuales serían dichas medidas, así que
tomó sus propias precauciones.
Hugo descansaba en su
camareta después de la intervención en el asteroide, cuando junto
con sus compañeros de sección, fueron convocados por el teniente
para iniciar un entrenamiento rutinario. Ya que podían tener un
ataque en cualquier momento, los pilotos debían afrontar los
entrenamientos en situaciones de extremo cansancio, para poder
confrontar el pilotaje con tanto extres, pero la auténtica razón
por la que toda su sección fue llamada para el entrenamiento era
otra totalmente distinta.
Así mientras Hugo se sumía en una batalla
virtual, que simulaba una ofensiva casi suicida. El teniente Snyder
que sabía que desde la aventura de su piloto en Oceana, había dudas
respecto a su lealtad, decidió despejar dichas dudas colocando el
pequeño equipo de transmisión, codificado en la taquilla de
Hugo. Poco después del entrenamiento rutinario, tal y
como había sospechado Snyder se hizo una inspección por sorpresa.
Los soldados entraron primero en los camarotes de los oficiales,
donde no encontraron nada, luego les toco a los pilotos, camarote por
camarote hasta llegar a la que Hugo compartía con sus compañeros y
como Snyder había previsto, el sistema de comunicaciones pirata fue
encontrado entre las cosas de Hugo, que fue arrestado inmediatamente
a pesar de sus quejas y ante la mirada atónita e incrédula de sus
compañeros, que vieron impotentes como se lo llevaban al
calabozo. Al rato fue sometido a un interrogatorio por una oficial
de impoluto uniforme y pose estricta.
- ¿Por qué no
reconoce lo evidente soldado? Todas las pruebas apuntan contra usted-
dijo la severa mujer.
- La única prueba que poseen es un
transmisor que yo no había visto en mi vida. Además a los soldados
y pilotos, nos es imposible entrar ese tipo de cosas sin que los
sistemas de seguridad lo detecten.
- ¿Quiere decir que tiene un
cómplice? ¿Me puede dar la identidad de dicho cómplice?
-
¡Pero que cómplice ni que niño muerto! ¡¿Es que no escucha?! ¡Yo
no puse eso ahí! Ni se quién lo puso, pero es evidente que quien lo
ha hecho quiere comprometerme.
- Por su bien, es mejor que
colabore…- dijo la mujer.
El interrogatorio duró varias horas,
la oficial al igual que uno de los soldados que habían llevado a
cabo el registro y que había observado la reacción de todos los
sospechosos era el cambiante Robmed, que cuando terminó la sesión
de preguntas con Hugo, volvió a reunirse con la capitana.
- Sin la
menor duda, es inocente. Pero si lo soltamos, el verdadero culpable
sabrá que vamos tras él.
- ¿Y que sugieres Rob?
-
De momento dejarlo donde está, al menos hasta llegar a la próxima
colonia de avituallamiento, a menos que el auténtico espía de un
paso en falso. Pero sospecho que de momento irá con más cuidado y
más teniendo en cuenta que no tiene forma de informar a sus
cómplices.
La capitana suspiró mirando por la ventanilla de su
camarote.
- ¿Sabe quien es el traidor?
- Lo sospecho, pero
necesitaremos pruebas para desenmascararlo o cogerlo con las manos en
la masa, tal vez necesitemos a alguien de fuera, pero de confianza
para dar con él y creo que se quien puede
ayudarnos.
Jotacé.
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