Tanto
la frecuencia de los artefactos que se habían dejado en el planeta
los piratas, como la escasa tecnología que llevaban consigo los
náufragos, era indetectable para las naves de la alianza, que
rastreaban aquel mundo en busca de tecnología avanzada, por otro
lado el camuflaje de Robert era tan perfecto que carecía de ningún
tipo de señal tecnológica que se pudiera detectable y mucho menos
desde el espacio, desde donde las únicas formas de tecnología que
podían ver gracias a las cámaras de alta resolución, eran las que
los nativos habían creado con la ayuda y “sabiduría” de sus
falsos dioses basada en el vapor, casi toda ella destinada a la
minería o a conseguir esclavos para las minas de ambrosío. En los
últimos días dicha actividad se concentraba sobre todo por la costa
del continente donde los piratas espaciales estaban formando su
pequeño imperio, gracias a los jefes natívos que se habían puesto
a su disposición a si como a su pueblo. Entretanto los tres
náufragos terrícolas que habían conseguido por fin desembarcar, se
alejaban todo lo rápido que podían de la costa, ayudados por el
joven nativo marinero Fizo, que además de acercarse a los pueblos
cercanos a su camino, los cuales estaban atemorizados por las fuerzas
del imperio pirata, para conseguir provisiones, siempre que la
ocasión lo requería intentaba darles un mensaje de esperanza
hablándoles de sus amigos dioses.
- ¿Y dices que tres dioses de
gran poder, cayeron en el mar y vienen hacia aquí para liberarnos de
los dioses malignos que nos gobiernan?- dijo uno de los nativos en
uno de esos pueblos.
- He oído que los soldados del imperio,
buscan a unos demonios que según ellos vienen por el mar, tal vez
esos demonios son los dioses a los que nuestro amigo se
refiere.
- ¡Si, Son ellos! Los auténticos demonios son los
que os gobiernan y esclavizan.
- Lo que estás
diciendo joven es muy peligroso. Demonios o dioses, nuestros
gobernantes tienen ojos y oídos por todas partes y si es verdad que
hay una recompensa por tus dioses, yo de ti iría con mucho cuidado
joven extranjero- dijo uno de los ancianos del lugar.
Aunque
para la gran mayoría de nativos, aquellos dioses que les gobernaban
con mano de hierro estaban malditos, también habían muchos que ya
fuera por que estaban sacando provecho o por simple credulidad, que
pensaban que aquellos dioses llegados del cielo, les habían traído
la prosperidad que de otro modo tardarían siglos en conseguir y
estaban dispuestos a someterse de buen grado a su designio. El viejo
nativo tenía razón y sus enemigos pronto estarían tras su
pista.
A través del
hiperespacio las transmisiones que tardarían siglos en llegar de un
mundo a otro, apenas tardaban unos días, mucho menos tiempo que las
naves espaciales. El plazo para que las naves que guardaban aquel
mundo de escaso desarrollo tecnológico rastrearan el planeta en
busca de piratas o supervivientes, había pasado y los últimos
informes, tanto de actividad tecnológica, como de tráfico espacial
por los alrededores eran negativos. Para regocijo de las naves de la
alianza que patrullaban el sector, por fin les llegó la orden de
retirarse y acudir a nuevos destinos. Por otro lado, aunque seguía
el contrabando de ambrosío, por todas las colonias de la galaxia, su
transito estaba empezando a disminuir considerablemente, a medida que
todo el material almacenado en todas las bases esparcidas por la
galaxia empezaban a vaciarse. El bíraro conocido con el apodo de
Dios y que lideraba a los piratas y contrabandistas de dicho
elemento, temía que las autoridades empezaran a relacionar dicha
disminución del contrabando con el planeta, así que en cuando supo
que las naves de la alianza, abandonaban el sector, ordenó a sus
sicarios que empezaran a preparar el regreso al planeta.
En Oceana, Marina había perdido la
pista tanto de Snyder como de los contrabandistas, gracias a la
intervención de Víctor, que la había entretenido en el espacio
puerto. Víctor, le prometió usar sus contactos para retomar la
pista y encontrar más información, sin embargo siempre que creían
estar tras algo interesante, resultaba ser una pista falsa. La tripa
de Marina había empezado a crecer y con la barriga de la chica se
estaban empezando a desvanecer las esperanzas, que la chica tenía de
vengar al padre de la criatura.
- Marina, es inútil que
trates de vengarlo, con ello no conseguirás nada, más bien al
contrario, podrías perder a esa criatura que es lo único que te
queda de Hugo e incluso tu propia vida.
- ¡¿Pero no lo
entiendes?! ¡No puedo quedarme de brazos cruzados mientras esos
asesinos se salen con la suya!
- Te propongo un trato, cásate
conmigo y te prometo que encontraré a esos mal nacidos y les haré
pagar, aunque me lleve toda la vida. Pero por favor, te pido que
dejes de investigar, no en tu estado.
- Está bien… haremos una
cosa, si los encuentras antes de que la niña nazca y me casaré
contigo- dijo Marina, palpándose su tripa con una sonrisa en el
rostro.
- ¡Te lo prometo!- dijo Víctor lanzándose sobre
ella y besándola en los labios.
En el planeta
salvaje. Ya anochecía, cuando Fizo regresaba con las provisiones al
escondite en lo más profundo del bosque, donde le esperaban sus
amigos terrestres. Pero más acostumbrado a viajar por mar que por
tierra le pasó totalmente inadvertida la presencia de un espía, que
le venía siguiendo desde el pueblo, Fizo creía que el crujir de las
ramas y los sonidos que el espía realizaba, provenían de las
criaturas que habitaban el bosque, ya fueran de presas o de
depredadores. Sin embargo para Robert, que podía ver en la noche más
oscura como si fuera totalmente de día, dicha presencia fue captada
inmediatamente y sin que ninguno de sus compañeros se diera cuenta
de lo que ocurría, se abalanzó sobre el espía de un salto,
derribándolo en el suelo.
- ¡No me hagáis daño, por
favor!- gritó el aterrorizado espía nativo.
- ¡¿Qué es lo que
quieres?!- dijo Robert amenazante.
- He oído rumores sobre
prodigiosos dioses que traerán la libertad a nuestro pueblo
y…
- ¡Estás mintiendo!
- Temo, que la culpa
sea mía, yo propagué dichos rumores- dijo Fizo Todos se lo
quedaron mirando.
- De todas maneras está mintiendo- dijo
Robert que seguía sujetando a su presa- ¡Esas no son sus verdaderas
intenciones!
- Yo… yo… Es cierto que sois dioses, nos
habían dicho que sois demonios y ofrecen recompensa por toda la
información que se dé, de vuestra presencia. Pero es él, el que
decía la verdad, si fuerais demonios ya me habríais matado o
devorado.
- ¡Esta bien Robert! ¡Suéltalo ya!- Ordenó
Yumi.
- ¡Oh Dioses! ¡Otra señal! ¡Alabados seáis!- dijo el
espía con la mirada fija en el cielo.
Todos miraron hacia
arriba para ver como lo que parecían un montón de estrellas fugaces
dirigiéndose a un mismo punto en el horizonte. El espía se
arrodilló ante ellos, adorándolos y esta vez Robert supo que era
verdaderamente sincero.
Jotacé.
No hay comentarios:
Publicar un comentario