El Cristóbal Colón se
acercaba a una base espacial que orbitaba alrededor de un agreste
planeta colonizado por terrestres, que se afanaban en explotar todas
las riquezas que pudiera ofrecerles aquel mundo. La estricta oficial
de interrogatorios, ordenó quitar todas las cámaras que vigilaban
los cuatro ángulos de la estrecha celda donde aguardaba el preso.
-La información que saquemos, dependerá de lo que pase ahí dentro
y eso es preferible que quede sin registrar- dijo la mujer con una
mueca cruel.
Hugo atado a la silla de interrogatorios, alzó la vista
hacia la oficial que acababa de entrar. Tanto el color de la piel,
como las facciones de la severa mujer, empezaron a cambiar en cuanto
la puerta de la celda se cerró tras ella.
- ¡¿Ma… Marina?!- dijo
Hugo sorprendido
- Sabes que no querido- dijo Robmed
- Perdona, nunca
me acostumbro a tus cambios de imagen, pero si esto es una treta para
sacarme más información lo tienes mal, porque ya he dicho todo lo
que se…
- Ya lo se. Ahora escucha, porque no tenemos mucho tiempo…
Poco después, la oficial salía de la celda.
- He intentado sacarle
algo más de información, pero no hay manera… En fin preparen al
prisionero para el traslado a la lanzadera que le llevará a la
estación espacial.
Hugo fue trasladado al hangar principal, donde
junto con la lanzadera, estaban los cazas escolta que esperaban su
llegada, durante el camino se encontró con varios compañeros, que
lo miraron algunos con desconfianza y otros con incredulidad.
- ¡Eh,
Cortes! ¡Asqueroso traidor! ¡¿A qué no sabes quien te va a
escoltar a la estación?!- dijo Cesar Conrad reuniéndose con la
comitiva a toda velocidad.
Y justo cuando estaban llegando al hangar,
se produjo una pequeña explosión, producida por un cortocircuito en
uno de los paneles que había en el pasillo, eso distrajo la atención
de la pequeña comitiva. Hugo se giró repentinamente y golpeó a uno
de los guardias, quitándole tanto el arma, como las llaves de las
esposas que le aprisionaban las manos, tanto el otro guardia, como
Cesar se abalanzaron contra él, que los esquivó dando una voltereta
en el suelo haciendo que los dos hombres chocaran entre si, luego
incorporó y corrió hacia uno de los cazas. Conrad, disparó su
arma, rozándole en el costado y quemándole la ropa, Hugo se giró
con su arma, disparando por encima de su cabeza de Conrad, este
maldiciendo, volvió a apuntar al fugitivo, pero uno de los guardias
le apartó el brazo haciéndole fallar.
- ¡Los jefes lo quieren
vivo!- dijo poniendo su arma en modo de aturdir.
- ¡Maldita sea!-
respondió Conrad apretando los dientes, tras fallar su segundo
disparo.
Hugo se subió al caza y lo hizo salir al espacio, donde
pudo tomarse por fin tiempo para quitarse las esposas.
Otro piloto
que había estado hablando con uno de los mecánicos que pululaban
por el hangar, tras ver estupefacto la escena, se precipitó
corriendo al otro caza, pero cuando estaba apunto de subir, Conrad lo
apartó de un empujón para ocupar su sitio.
-¡Este es mío!-
dijo sin que su compañero supiera si se refería al caza o al
fugitivo.
El planeta al que se dirigían junto con la
estación espacial, que lo orbitaba, estaban ya próximos y Hugo,
tuvo que maniobrar su caza para dar marcha atrás, pero antes de
poder fijar un nuevo rumbo a su nave, un disparo láser le pasó
cerca, era Cesar Conrad que ya le estaba dando caza.
-¡Ese ha sido
de aviso! ¡Da marcha atrás y entrégate! ¡Los jefes te quieren
vivo, pero sabes que no dudaré a la hora de volver a disparar,
maldito traidor!
Otras dos ráfagas de láser, estuvieron
apunto de alcanzarle, pero por suerte para Hugo, el caza de Conrad
estaba en medio, esta vez el disparó vino del caza del jefe de
escuadrilla, que junto con otros dos cazas venían a toda velocidad
con la intención de unirse a la cacería, aquello fue el detonante
para que Conrad empezara a disparar también a discreción. Hugo
esquivó los disparos como pudo y aunque lo último que quería era
derribar a los que asta hacía poco habían sido sus compañeros,
apuntó como pudo a la nave de su rival y disparó varias ráfagas
hasta conseguir darle en uno de los motores de su contrincante. Los
otros tres cazas enseguida pasaron de largo a su compañero. Hugo
paró los motores traseros y encendió los delanteros, haciendo que
la pequeña nave parara de golpe y diera marcha atrás y haciendo que
sus perseguidores se vieran obligados a esquivarlo, pasándolo de
largo. Antes de que pudieran reaccionar y reanudar la persecución,
Hugo consiguió fijar un nuevo rumbo y su caza salió disparado a más
allá de la velocidad de la luz, escapando por fin de sus
perseguidores. Una vez se sintió a salvo, se preparó para el
largo viaje.
Hacer grandes distancias en un pequeño caza, era muy
diferente a hacerlo en una gran nave como el Cristóbal Colón. Hugo
programó el ordenador para el viaje, el asiento se reclinó, se
quitó el arnés de seguridad y empezó a flotar en la gravedad cero,
cuatro brazos robóticos lo cogieron en el aire y le ayudaron a
quitarse la ropa, le pusieron una sonda para evitar que sus efluvios
corporales se esparcieran por la pequeña cabina, los brazos lo
volvieron a colocar en el asiento, que ahora se había reclinado en
posición vertical y enseguida todo su cuerpo quedó sujeto por una
tapa que recordaba a la de un sarcófago y una serie de agujas se le
clavaron por todo en cuerpo, con la función de estimularle los
músculos y evitar que se le atrofiaran durante el viaje, otra sonda,
esta vez intravenosa, se le clavo, con la función de inyectarle
suero alimenticio, las drogas que lo mantendrían en estado de
letargo y los estimulantes que le ayudarían a despertar, cuando se
acercara a su destino. Tampoco su mente permanecería totalmente
ociosa durante el viaje, ya que el ordenador, estaba programada para
enseñarle cosas, estrategias de combate, idiomas de otras culturas y
cualquier otra cosa que pudiera necesitar, dejándolo descansar
algunas horas para poder asimilar lo aprendido, aunque para el
viajero era imposible saber que parte del sueño era real y cual la
inducida por el ordenador de la
nave.
Poco antes de que el Cristóbal
Colón se pusiera a orbitar en la estacón espacial, la capitana
Otomo recibía los informes sobre la huida de Hugo Cortés. Después
de ojearlos, pidió a todos los presentes que la dejaran a solas con
el androide.
- Según parece Cortés casi mata a uno de
nuestros mejores pilotos durante su huida- dijo Otomo en tono
severo.
- Por suerte no ha sido así y a lo mejor eso le sirve
de lección a ese presuntuoso de Cesar Conrad- contestó el
androide.
- Tampoco me ha gustado demasiado la actuación de
Snyder, habría que vigilarlo de cerca.
- Si es el espía, no se dejará atrapar fácilmente.
- Si es el espía, no se dejará atrapar fácilmente.
- Hemos puesto al señor Cortes
en una situación muy complicada, si lo atrapan los nuestros, será
difícil demostrar que todo es una farsa, pero si consigue su
objetivo y lo descubren… en fin no quiero ni pensarlo. Si decidiera
desertar de verdad y esconderse en cualquier planetoide perdido en
las colonias, no se lo echaría en cara.
- Dudo que lo haga,
se que ahora tiene una razón de peso para jugarse el
pellejo.
- Espero que tengas razón… Bueno, será mejor
que nos preparemos para atracar en la estación espacial y preparar
los informes oportunos.
Jotacé
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