lunes, 29 de abril de 2013

(H.C. 20) HUIDA DEL CRISTÓBAL COLÓN


El Cristóbal Colón se acercaba a una base espacial que orbitaba alrededor de un agreste planeta colonizado por terrestres, que se afanaban en explotar todas las riquezas que pudiera ofrecerles aquel mundo. La estricta oficial de interrogatorios, ordenó quitar todas las cámaras que vigilaban los cuatro ángulos de la estrecha celda donde aguardaba el preso. 
-La información que saquemos, dependerá de lo que pase ahí dentro y eso es preferible que quede sin registrar- dijo la mujer con una mueca cruel. 
Hugo atado a la silla de interrogatorios, alzó la vista hacia la oficial que acababa de entrar. Tanto el color de la piel, como las facciones de la severa mujer, empezaron a cambiar en cuanto la puerta de la celda se cerró tras ella. 
- ¡¿Ma… Marina?!- dijo Hugo sorprendido 
- Sabes que no querido- dijo Robmed 
- Perdona, nunca me acostumbro a tus cambios de imagen, pero si esto es una treta para sacarme más información lo tienes mal, porque ya he dicho todo lo que se… 
- Ya lo se. Ahora escucha, porque no tenemos mucho tiempo… Poco después, la oficial salía de la celda. 
- He intentado sacarle algo más de información, pero no hay manera… En fin preparen al prisionero para el traslado a la lanzadera que le llevará a la estación espacial. 

Hugo fue trasladado al hangar principal, donde junto con la lanzadera, estaban los cazas escolta que esperaban su llegada, durante el camino se encontró con varios compañeros, que lo miraron algunos con desconfianza y otros con incredulidad. 
- ¡Eh, Cortes! ¡Asqueroso traidor! ¡¿A qué no sabes quien te va a escoltar a la estación?!- dijo Cesar Conrad reuniéndose con la comitiva a toda velocidad. 
Y justo cuando estaban llegando al hangar, se produjo una pequeña explosión, producida por un cortocircuito en uno de los paneles que había en el pasillo, eso distrajo la atención de la pequeña comitiva. Hugo se giró repentinamente y golpeó a uno de los guardias, quitándole tanto el arma, como las llaves de las esposas que le aprisionaban las manos, tanto el otro guardia, como Cesar se abalanzaron contra él, que los esquivó dando una voltereta en el suelo haciendo que los dos hombres chocaran entre si, luego incorporó y corrió hacia uno de los cazas. Conrad, disparó su arma, rozándole en el costado y quemándole la ropa, Hugo se giró con su arma, disparando por encima de su cabeza de Conrad, este maldiciendo, volvió a apuntar al fugitivo, pero uno de los guardias le apartó el brazo haciéndole fallar. 
- ¡Los jefes lo quieren vivo!- dijo poniendo su arma en modo de aturdir. 
- ¡Maldita sea!- respondió Conrad apretando los dientes, tras fallar su segundo disparo. 
Hugo se subió al caza y lo hizo salir al espacio, donde pudo tomarse por fin tiempo para quitarse las esposas. 
Otro piloto que había estado hablando con uno de los mecánicos que pululaban por el hangar, tras ver estupefacto la escena, se precipitó corriendo al otro caza, pero cuando estaba apunto de subir, Conrad lo apartó de un empujón para ocupar su sitio.
 -¡Este es mío!- dijo sin que su compañero supiera si se refería al caza o al fugitivo.
 El planeta al que se dirigían junto con la estación espacial, que lo orbitaba, estaban ya próximos y Hugo, tuvo que maniobrar su caza para dar marcha atrás, pero antes de poder fijar un nuevo rumbo a su nave, un disparo láser le pasó cerca, era Cesar Conrad que ya le estaba dando caza.
 -¡Ese ha sido de aviso! ¡Da marcha atrás y entrégate! ¡Los jefes te quieren vivo, pero sabes que no dudaré a la hora de volver a disparar, maldito traidor!
 Otras dos ráfagas de láser, estuvieron apunto de alcanzarle, pero por suerte para Hugo, el caza de Conrad estaba en medio, esta vez el disparó vino del caza del jefe de escuadrilla, que junto con otros dos cazas venían a toda velocidad con la intención de unirse a la cacería, aquello fue el detonante para que Conrad empezara a disparar también a discreción. Hugo esquivó los disparos como pudo y aunque lo último que quería era derribar a los que asta hacía poco habían sido sus compañeros, apuntó como pudo a la nave de su rival y disparó varias ráfagas hasta conseguir darle en uno de los motores de su contrincante. Los otros tres cazas enseguida pasaron de largo a su compañero. Hugo paró los motores traseros y encendió los delanteros, haciendo que la pequeña nave parara de golpe y diera marcha atrás y haciendo que sus perseguidores se vieran obligados a esquivarlo, pasándolo de largo. Antes de que pudieran reaccionar y reanudar la persecución, Hugo consiguió fijar un nuevo rumbo y su caza salió disparado a más allá de la velocidad de la luz, escapando por fin de sus perseguidores. Una vez se sintió a salvo, se preparó para el largo viaje. 
Hacer grandes distancias en un pequeño caza, era muy diferente a hacerlo en una gran nave como el Cristóbal Colón. Hugo programó el ordenador para el viaje, el asiento se reclinó, se quitó el arnés de seguridad y empezó a flotar en la gravedad cero, cuatro brazos robóticos lo cogieron en el aire y le ayudaron a quitarse la ropa, le pusieron una sonda para evitar que sus efluvios corporales se esparcieran por la pequeña cabina, los brazos lo volvieron a colocar en el asiento, que ahora se había reclinado en posición vertical y enseguida todo su cuerpo quedó sujeto por una tapa que recordaba a la de un sarcófago y una serie de agujas se le clavaron por todo en cuerpo, con la función de estimularle los músculos y evitar que se le atrofiaran durante el viaje, otra sonda, esta vez intravenosa, se le clavo, con la función de inyectarle suero alimenticio, las drogas que lo mantendrían en estado de letargo y los estimulantes que le ayudarían a despertar, cuando se acercara a su destino. Tampoco su mente permanecería totalmente ociosa durante el viaje, ya que el ordenador, estaba programada para enseñarle cosas, estrategias de combate, idiomas de otras culturas y cualquier otra cosa que pudiera necesitar, dejándolo descansar algunas horas para poder asimilar lo aprendido, aunque para el viajero era imposible saber que parte del sueño era real y cual la inducida por el ordenador de la nave.


 Poco antes de que el Cristóbal Colón se pusiera a orbitar en la estacón espacial, la capitana Otomo recibía los informes sobre la huida de Hugo Cortés. Después de ojearlos, pidió a todos los presentes que la dejaran a solas con el androide.
 - Según parece Cortés casi mata a uno de nuestros mejores pilotos durante su huida- dijo Otomo en tono severo.
 - Por suerte no ha sido así y a lo mejor eso le sirve de lección a ese presuntuoso de Cesar Conrad- contestó el androide.
 - Tampoco me ha gustado demasiado la actuación de Snyder, habría que vigilarlo de cerca. 
 - Si es el espía, no se dejará atrapar fácilmente.
 - Hemos puesto al señor Cortes en una situación muy complicada, si lo atrapan los nuestros, será difícil demostrar que todo es una farsa, pero si consigue su objetivo y lo descubren… en fin no quiero ni pensarlo. Si decidiera desertar de verdad y esconderse en cualquier planetoide perdido en las colonias, no se lo echaría en cara.
 - Dudo que lo haga, se que ahora tiene una razón de peso para jugarse el pellejo. 
- Espero que tengas razón… Bueno, será mejor que nos preparemos para atracar en la estación espacial y preparar los informes oportunos.


Jotacé

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