La tormenta parecía
haber cesado, al menos la que acababa de caer en la calle, por que
doña Carmen perecía cada vez más enfadada - ¡Dile a Daniel que
se ponga inmediatamente al teléfono!
- Si, claro que lo vamos a
cuidar de él- dijo el desconocido interlocutor sin hacerle
caso
- ¡Quiero hablar con mi nieto! ¡Y que vuelva a casa
inmediatamente! - Si, tranquila que yo se lo digo.
- ¡NO!
¡Qué se ponga inmediatamente!- gritó muy enojada, pero ya era
tarde, el desconocido había colgado el teléfono.
Fue en ese
mismo momento cuando se sintió extrañamente observada, miró hacia
la calle y vio lo que parecía un niño mirándola desde la calle.
Inconscientemente miró el teléfono y le dio a remarcar, mientras
esperaba el pitido al otro lado de la línea miró nuevamente hacia
la calle, pero el niño ya había desaparecido. En el teléfono, la
voz femenina de la locutora le informo que aquel número estaba
desconectado o fuera de cobertura. Doña Carmen colgó de golpe, sin
embargo su enfado era más fingido que otra cosa, su nieto le daba
igual. Durante mucho tiempo, él había dependido de ella, o al menos
eso le había hecho creer, pero sentía que últimamente la situación
había cambiado. Daniel la temía, y ese miedo lo alejaba
peligrosamente de ella. Aunque aún se sentía fuerte tanto mental
como físicamente, sabía que si su nieto se alejaba, ella caería
radicalmente y dejarse morir como el resto de los ancianos estaba
fuera de sus planes.
La película de
acción que querían ver los chicos ya había comenzado, para
regocijo de las chicas del grupo, que preferían ver una romántica.
Cuando terminó Daniel expresó su deseo de regresar a su
casa.
-¿Ya te quieres ir?- preguntó Esther decepcionada.
- ¿Es
que no vas a cenar con nosotros?
- Yo… es que… mi
abuela…- dijo Dani ajustándose las gafas de pasta.
A Jota el
hecho de que su amigo quisiera irse le hubiera beneficiado, ya que
entre Sara y Alex, parecía haber algo más que simple amistad; María
era algo así como la versión femenina de Paco; y Esther, la chica
que le hubiera correspondido a él, la más maternalista de las tres,
estaba más interesada en Daniel que en él. Pero claro, Daniel había
venido en el coche de Jota y este sabía que si se iban en ese
momento, las probabilidades de regresar con sus amigos eran escasas.
Aunque sentía algo de celos de su amigo, tampoco podía evitar
alegrarse por la suerte de su suerte.
- Tu abuela estará bien.
Además, si nos vamos ahora me haces la púa, yo no tengo ganas de
estar dando viajes. Venga tío enróllate.
- Quédate un rato más,
aunque solo sea a cenar. Te aseguro que lo pasarás mejor aquí que
en tu casa, con tu abuela- dijo Esther agarrándolo del
brazo.
Daniel miró hacia todas partes un tanto indeciso,
mientras se le subían los colores de las mejillas.
- Bueno
está bien, pero solo a cenar- refunfuñó.
Durante y después de
la cena, se desarrolló un diálogo parecido al anterior, mientras
decidían a donde irían mas tarde. Daniel intentaba mantenerse en
sus trece, mientras a Jota le entraban más ganas de quedarse con sus
amigos.
- ¡Tú vienes!- le dijo Esther imperativa.- Antes
he tenido que ir apretujada en el asiento de atrás del coche,
compartiendo el asiento con Paco y María, ahora me gustaría ir un
poco más a mis anchas. Además, estoy segura de que tu abuela ya
estará durmiendo.
Daniel no estaba tan seguro de ello, pero
como en las dos veces anteriores, se dejó convencer por la
chica. Finalmente decidieron ir a la capital, un bar donde
seguir charlando y conociéndose un poco mejor y después a la
discoteca de moda, donde el portero era amigo de Paco, que parecía
tener siempre las amistades oportunas para entrar en todas partes.
El grupo pasó por la barra, antes de bajar a la pista
de baile.
Para Jota aquel ambiente ruidoso, tendía a asfixiarle un
poco, pero aquella sensación siempre se iba tras un par de copas y
con la visión de las gogós, bailando en sus grandes tarimas, sin
dejar de moverse al ritmo de la música, con escasa y muy ajustada
ropa, que apenas les cubría lo justo, dejando poco margen a la
imaginación, con su piel brillando con el efecto de los focos de
colores, el sudor y la purpurina pegada al cuerpo. Paco, Alex y las
chicas, parecían estar más acostumbrados a aquel ambiente y Esther,
como siempre, había conseguido arrastrar a la pista al apocado
Daniel. Jota miraba a todas partes, a todas las chicas que pasaban a
su lado y entonces la vio a ella, la que parecía el amor de su vida,
era morena, con el pelo corto, que le dejaba ver aquel rostro limpio
de grandes ojos y bonita sonrisa. Lo mejor de todo es que el grupo al
que pertenecía, parecía componerse de cinco chicas y dos chicos y
ninguno de los dos, parecía estar con ella. Al percatarse de la
presencia de Jota, enseguida le brindó una hermosa sonrisa, que le
animaba a conocerla. Aún así, sus piernas empezaron a temblarle,
solo con pensar en como entrarle y en que decirle, su mente se
revelaba venciendo al deseo y dándose a si mismo ridículas excusas
que le hacían retrasar el encuentro. Que su amigo Paco quisiera
tomar otra copa, fue la excusa perfecta para alejarse un momento,
tal vez con una copa en la mano parecería más interesante y
terminaría perdiendo aquel ridículo miedo que le embargaba.
-
¡Joder, Tío! ¡Que buena está la pava que estaba bailando a tu
lado!- le dijo Paco.
- ¡¿Qué pava?!
- ¡No te
hagas el tonto, que no le quitabas la vista de encima! ¡Y la verdad
es que ella tampoco te la quitaba a ti!
- ¡¿Tú crees?!-
gritó Jota con una sonrisa de oreja a oreja en la cara.
Cuando
regresaron a la pista, la chica había desaparecido, la buscó con la
mirada, pero solo vio a una de las chicas, que bailaba con los dos
amigos con los que estaban, el resto de chicas tardó todavía un
rato en regresar y Jota volvió a animarse, por la expectativa de una
nueva oportunidad, pero ella ya había dejado de prestarle
atención.
- ¡¿Qué estás esperando, capullo?! ¡Dile algo
de una vez!- le azuzó Paco.
Pero cuando por fin Jota se
decidió, aparecieron otros dos maromos, con pita de macarras y mucho
más decididos que él, cosa que a la chica no pareció importarle
demasiado. Siempre le pasaba lo mismo. Ahora, se retiraría a
su rincón con su copa en la mano a lamentarse de su por su cobardía
y sabiendo que nunca volvería a verla. Poco podía sospechar que
aquella misma chica, se instalaría en el mismo edificio que él,
huyendo de su exnovio mafioso y que con el tiempo serían algo más
que vecinos.
Paco había desaparecido con María y lo mismo
ocurría con Alex y Sara, en cuanto a Daniel podía verlo a lo lejos,
detrás de Esther, sin saber a donde mirar, mientras ella charlaba
con otro chico. Como otras tantas veces, decidió retirarse a un
rincón oscuro de la discoteca, con su baso aún medio lleno y el
hielo totalmente derretido.
Para su sorpresa, Daniel se
reunió a él, poco después
- ¡¿Dónde estabas tío?! ¡Hace
rato que te estaba buscando!
- ¡¿Qué haces aquí?! ¡¿Dónde
está la chica con la que estabas?!
- ¡En el coche te lo cuento!
¡Pero por favor, vámonos ya! ¡No aguanto más este
ruido!
Esta vez Jota accedió con gusto, fueron a buscar a
sus amigos, que parecían estar totalmente desperdigados por ahí.
Por fin encontraron a Paco y a María dándose el lote sin ningún
tipo de reparos.
-¡¿Esther no está con vosotros?!- preguntó
la chica.
- ¡No! ¡La última vez que la he visto estaba
hablando con un conocido suyo, creo!- respondió Daniel, contestando
además a la pregunta que el mismo Jota se estaba
haciendo.
El viaje de regreso a casa, transcurrió casi en
silencio, con apenas unas furtivas explicaciones de lo ocurrido por
parte de Daniel.
Jota dejó a su amigo en la puerta de su casa.
Poco podían imaginar la desagradable sorpresa que le esperaba a
Daniel en el piso…
Jotacé
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