jueves, 22 de noviembre de 2012

EL MAL HOMBRE (Rubén Romero Sánchez)

Rubén Romero Sánchez nació en Madrid en 1978 y se licenció en Humanidades (2000) y en Teoría de la Literatura y Literatura Comparada 2002). Su primer libro fue La Luna lleva tu nombre tatuado (Huerga y Fierro, 2001), y en 2002 sacó la plaquette Lo que importa (Cuadernillos La Fumarola). Desde entonces, ha publicado poemas, relatos, críticas y artículos en revistas como Qi, Cuadernos del Matemático, El Coloquio de los Perros, El síndrome de Stendhal, Almiar o Paralelo Sur y algunas obras suyas han aparecido en antologías como Antología de relatos hiperbreves (Acumán, 2006), Antología del beso (Mitad Doble Ediciones, 2009) o Ida y vuelta (Fin de Viaje, 2011). Parte de su obra la tradujo al árabe el poeta Abdul Sadoun en 2004.
Ahora aparece su libro El mal hombre (Ediciones Legados), en una nueva colección de poesía que dirige Enrique Gracia Trinidad. El mal hombre es un poemario que se terminó de escribir en 2006, aunque el autor lo dejó en la mesilla, o mejor, en el pendrive, esperando el momento en que de verdad le apeteciera ponerse manos a la obra enviándolo a concursos o editoriales. Eso ocurrió a finales del pasado año, y por una casualidad entró en contacto con Netwriters, la red de escritores que dirigen Gracia Trinidad y Emilio Porta. Ellos leyeron algunos de los poemas que Rubén Romero Sánchez colgaba en la red y le propusieron publicar su libro como primer volumen de una nueva colección de poesía.
Pero nadie como el propio autor para hablar de su obra.

El mal hombreRubén Romero Sánchez:

El mal hombre quizá es un libro que encuentra la esperanza en la desesperanza, como ha dicho la poeta María Antonia Ortega, que mezcla el surrealismo con la Biblia y la tradición grecolatina, como considera Bolo García.  Yo eso no lo sé, sólo sé que escribo para mí y que las interpretaciones de los lectores no me importan, puesto que la poesía es algo vivo que se manifiesta en cada lector de una manera distinta; aun así, toda persona que difunde lo que hace, de algún modo es egocéntrica, y los escritores más aún, pues difunden una parte de su interior que quieren que el público conozca, aunque revestida bajo los ropajes de lo simbólico o lo metafórico.
El mal hombre es la excusa que me busqué para conversar conmigo mismo y con los autores que me han marcado a lo largo de mi vida, desde Ovidio y Quevedo hasta Springsteen y Lou Reed. El título alude a todo aquello del ser humano que no es bueno ni bello ni deseable, y que sin embargo forma parte de él. El mal hombre no es sólo el que realiza actos negativos o impuros, sino el que no realiza actos correctos o hermosos. También es aquel del que se huye, el que anda solo, el que no aspira a la gloria. Por ese motivo, el mal hombre somos todos, y por eso el libro busca la redención del mal hombre a través de lo que es bueno, como el perdón o el amor, que sólo se lo pueden dar los otros.
Desde el año 2002 he hecho diferentes lecturas públicas de algunos de los poemas de este libro, varios de los cuales se han ido publicando en diferentes medios durante estos años. Esta es la primera vez que se publican todos juntos tal como fueron concebidos, como obra unitaria bajo un único título. Espero de El mal hombre lo que espero de la poesía de los autores que me gustan: que alguien, alguna vez, leyendo alguno de mis poemas, se sienta mejor, y un poco menos solo.


“Pero el hombre no puede lograr su redención, ni pagar a Dios por su rescate”
                                               (Salmos 58,11)

Dejaré mi dinero en la mesilla,
mis tarjetas de crédito en el descansillo,
mi último nombre en el umbral de tu vestido.
Hoy vamos a bailar hasta que a dios le dé vergüenza.

Yo no te conozco y tú no me conoces.
Yo he matado a alguien y tú eres mi refugio,
ya podemos empezar a vencernos,
nunca fue tan fácil pillar a un hombre herido.

Mi conciencia se ha tomado el día libre,
dice que una derrota no es mala sustituta.
Ayer salí en la tele y mi madre se pondría a llorar,
si hubiera salvación esta noche te odiaría.

Dejaré mi dinero en la mesilla,
mi condena en mi próximo exilio,
mi último nombre en tu boca de mil nombres.
Huyo tan deprisa que ya no sé quién soy.

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